Hace
años que Jorge Nasser quiere colgarse de nuevo la eléctrica,
rockear, dar un desvío a un camino que lo llevó a transitar otros
pulsos musicales. No es fácil. Nunca le fue fácil moverse entre sus
impulsos y la aspereza cotidiana. Hubo, por ejemplo, un intento de
reunión Níquel, una suerte de ajuste con la memoria, en el año
2008, en un show especial que hizo para el ciclo Sala Tevé
en el que llegó a participar su compadre Pablo Faragó y se grabó
-entre canciones de distintas épocas- una versión de "Gusano
loco". Hubo alta emoción en ese rato de rock, que dio pie un par de años después a la
exposición sobre Níquel en Agadu, entre medio de otras
urgencias, otras vueltas de la vida.
Nasser
siguió haciendo música, enfrascado como siempre, a esta altura una
seña de identidad, en moverse en la frontera. Por eso suele aparecer
en sus portadas la simbología de la carretera y los juegos de fondo
entre lo urbano y lo rural. Porque Nasser es esencialmente eso:
canciones de frontera. Desde que se probó como cantautor apenas
llegado de Buenos Aires, ciudad donde laburó como periodista y fue
testigo de la bohemia ricotera y el under porteño. Del otro lado del
río trajo ideas new wave que se plasmaron en el primer Níquel, en
formato trío con Faragó y Estela Magnone, los ecos de "Héroes
porteños", la misma protobanda que fue base de una de las
mejores épocas de Jaime Roos. Luego vendrían sus puentes con el
blues y el rock clásico, en plan cuarteto eléctrico, malentendidos
por la generación punk posdictadura. Los tiempos de "Gusano
loco", de los Gargoland. Siguió
adelante. Al mando de Níquel. La banda que mejor sonaba, la más
incomprendida. La primera que dio vuelta al país con el "Candombe
de la Aduana". La que se mandó un De memoria
con el rock de los sesenta, con el blues de acá, la que dijo "vamos
a mirarnos más de frente" y reconstruyó uno de los puentes
musicales más necesarios. La misma banda que allá por el noventa y
cuatro, unos años antes de que la máquina se agotara y Nasser se
abriera solo, buscando caminos entre lo urbano y lo rural, entre Dino
y Zitarrosa, tuvo tiempo de hacer un ciclo cien por ciento blues.
Veinte
años después, ordenando cajas con cintas y cassetes para tirar,
cuenta Jorge Nasser que aparecieron las grabaciones de uno de esos
conciertos que Níquel ofreció en 1994. Llamaron al ciclo Atacando
los blues, en homenaje al
"amasijando" de los Días de Blues. "La música estaba
sorprendentemente buena", recuerda Nasser. "Volver a escuchar
esa vieja cinta fue el disparador de lo que se viene ahora". Y
lo que se viene es, de algún modo, un ajuste de cuentas personal con
el género, con un sonido y una actitud que es capaz de definir la
propia identidad fronteriza de Nasser, tanto dentro como fuera de
Níquel. Así lo entiende también el músico: "Hay una historia
única, larga y muy rica en el blues rioplatense, y quizá tiene que
ver con los vasos comunicantes de las culturas americanas del Norte y
del Sur, anglo y latinas. Y, sin duda, lo rural, el tono
campesino, es un gran denominador común. Todo esto es de alguna
manera la confirmación de una cierta circularidad en los procesos
creativos; lo que está hecho desde el alma y con amor por un estilo,
más allá de las modas, siempre tiene vigencia... Los puentes existen
si las orillas son firmes".
La
banda que estará acompañando a Nasser en las dos noches de Bluzz
Bar es, ni más ni menos, la selección bluesera de la ciudad. Y ahí
reside buena parte del atractivo de la propuesta de Atacando los
blues. Las guitarras de Chapital y Cutinella se conocen de
memoria, Fafa Barboza y Gerónimo de León también, mientras que Vaz
en la armónica y el gran amigo y veterano de Níquel Wilson Negreira
en la percusión estarán dando otros colores a este juego de memoria
eléctrica. "Los shows de Níquel del noventa y cuatro",
puntualiza Nasser, "fueron una visita al blues. Nunca antes nos
habíamos internado tan profundamente en el género, si bien nos
sentíamos atraídos por la cultura blues-rock, tipo los hermanos
Vaughan, Jhonny Winter, Los Lobos y esa gente. Estos shows son un
poco diferentes". El repertorio que están ensayando, es variado. "La idea es tocar cosas que nos resuenan a
todos, mucho en castellano y algunos en inglés, porque no se trata
de un ejercicio purista sino de tocar canciones en clave blues en las
que lo importante, como siempre, es lo que dicen y si están tocadas
con pasión".
Jorge,
venís del rock y del blues en Níquel, de buscar en las raíces en
la música urbana y con los puentes que tiraste con la música de
Dino, Mateo y Jaime. En los últimos años probaste en el terreno del
folclore... ¿Cómo es ese periplo y hacia dónde vas? ¿Cuál es el
verdadero Nasser?
- Justamente
ése es el leit motiv de mi obra, el de estar en continuo
movimiento. No hay un "verdadero" Nasser, sencillamente
porque no hay un falso Nasser. Siempre he hecho lo que he sentido
sin mentirme, ni mentirle a la gente, y no le tengo miedo a la
diversidad... eso lo aprendí de los Beatles. Compongo las canciones
que puedo y no las que debo. Además, es como decía Pichón Riviere,
que si cuando subiéramos al ómnibus sacáramos boleto por todos los
que "somos", gastaríamos una fortuna en pasajes.
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