Hay por lo menos dos versiones diferentes sobre el final de Ulises Luna, ambas trágicas. Tengo una muy presente, la de su supuesta
muerte violenta en Shanghai, que transcribo en uno de los episodios
de la saga homónima que vengo publicando en formato ebook por el
sello Alfaguara. Pero tomé constancia, hace muy pocos días, de una
segunda versión, al leer La conquista del Oeste
(o la muerte de Uli Zuma),
libro firmado por el músico y escritor valenciano Néstor Mir. Y no
se trata precisamente de una sencilla y fría muerte literaria. Nada
de eso. El testimonio de Mir relata un acto físico, real, en el que
se cuenta por lo menos un testigo -Paco, amigo del autor y fan de los
Crackers- y el escenario del pub valenciano Wah
Wah.
¿Quién
fue Ulises Luna? Un rockero rioplatense, fundador y principal
compositor de Los Suicidas, banda a la que se le atribuye por lo
menos una grabación, un disco perdido que algunos dicen haber
escuchado y que presumiblemente fue grabado en los estudios Sondor de
Montevideo en los primeros años setenta. Tras la pista de Los
Suicidas se pusieron, en el verano del 2007, un grupo de valencianos,
entre los que aparece el propio Mir. Cámara en mano, grabaron
numerosos testimonios de músicos uruguayos y argentinos, desde
integrantes de La Hermana Menor, Motosierra y El Mató un Policía
Motorizado, hasta cineastas como Ezequiel Acuña, historiadores como
Fernando Peláez o la legendaria pianista René Pietrafesa Bonnet.
Las pistas que recabaron sobre Los Suicidas los llevaron al sur
argentino, hasta las islas Malvinas y Ushuaia. Las horas de
entrevistas, que incluyen sin proponérselo un retrato de la
fermental escena indie rioplatense de mediados de la década pasada,
no fueron aún editadas, siendo el único material de referencia la
novela testimonial Tras la pista de Los Suicidas,
escrita por Mir, disponible en un blog y publicada en episodios en la
desaparecida revista Freeway,
que supe dirigir durante algunos años.
Toda
esta movida valenciana me llevó a buscar por mi cuenta, a seguir
-entre otras líneas de investigación- los pasos de la única hija
de Ulises, la también rockera y artista visual
María Zauber, de la que se
llegó a elaborar un especial de Freeway, en donde
el propio Mir da cuenta de la
próxima etapa de la pesquisa valenciana: Ulises habría estado, o
estaría vivo, en algún lugar del Oeste norteamericano, no muy lejos
de Nashville, o acaso Denver. Había que seguir buscando, después de
descartar -entre otras vueltas- un posible pasaje por Dublín. Es de
lamentar que María tampoco sirviera para seguir armando el puzzle de
Los Suicidas: ella había roto toda relación con su padre y además
estaba muerta, como consigna un artículo de Sylvia Meyer. Pero esa
es otra historia, más bien otras historias o derivaciones, algunas
de ellas relatadas en la saga Shanghai.
Lo
único seguro, en todo caso, es que Ulises Luna ha muerto. Y que acá,
en este artículo que escribo después de la lectura de La
conquista del Oeste, debo
concentrarme en contarles del rastro del propio Mir y de algunos de
sus amigos valencianos, especialmente el también músico Senior.
Porque hubo un segundo viaje montevideano, en el que Senior y su
grupo El Cor Brutal, se metieron en los estudios Sondor y grabaron el
disco L'experiencia gratificant,
un discazo que fue mezclado y
masterizado en ese mismo viaje al Oeste que consigna Mir en su libro.
Funcionan, en todo caso, como dos historias paralelas: el disco de
Senior, por un lado, y la búsqueda de Ulises por el otro.
La
lectura de La conquista del Oeste
revela la impotencia propia de la deriva, de encontrar más pistas
falsas que concretas, y de las fisuras emocionales que en el grupo
viajero y
en el personaje principal provoca el hecho de moverse detrás de un
fantasma.
Ulises
Luna deviene en Uli Zuma, pero no aparece, como sucede
en la trama sudamericana.
Nuevamente,
como en Tras la pista de los suicidas,
lo importante no es el éxito en la aventura, sino la búsqueda en sí
misma. Mir decide esta vez
ponerle fin a la historia
bolañesca, por mano propia,
en ese presente planteado en una discoteca de Valencia mientras se va
contando la desventura del Oeste, que es antes que nada una muy buena
novela hecha de fragmentos.
Se suman e interconectan
textos de blogs de distintos
testigos, extractos de
conversaciones incidentales y de entrevistas, algunos
emails, y sobre
todo el relato de Mir y su
alterego Nel. Todo se mueve entre música de los Crackers, Hymns,
Sr. Chinarro, Senior y tantos otros,
y en varios escenarios incluidos Louisville, Nashville, L.A. y New
York. Todo un viaje, del que se aportan también varias fotografías
documentales, hasta concentrarse en esa escena valenciana, de Nel y
Paco, en el Wah Wah, únicos espectadores-testigos de la muerte de
Ulises.
Pese
a la voluntad de Mir de cerrar la historia, lo único que sigue
haciendo con los dos libros que ha publicado sobre el asunto es abrir
una caja de Pandora que el día menos pensado traerá otras vueltas
de tuerca. Están los libros. Está también el material publicado en
Freeway. Y me he enterado que el cantautor Nico Molina (el de Los
Cósmicos, que publicó el ep El desencanto
y fue anfitrión de la troupe valenciana en aquel verano de 2007),
tiene intenciones de grabar al menos una canción atribuida a Los
Suicidas, escrita por Uli Zuma. ¿Cómo llegó a ella? Que mejor lo
cuente él, cuando la tenga pronta y la cuelgue en la nube.
Mientras
espero a que esa u otras circunstancias sucedan, recomiendo
fervientemente dos discos que se conectan con esta historia: el ya
mencionado L'Experiencia Gratificant de
Senior y La disolución doméstica,
más que grata sorpresa del amigo Néstor Mir, que en su faceta de
catautor abandonó el valenciano y al fantasma de Uli Zuma para
grabar un disco enteramente en español. Son diez canciones, diez
historias cotidianas, una por piso de un departamento, todas ellas
ilustradas por diez artistas en un librillo de altísimo nivel
gráfico y cuidado de diseño. Muy buenas letras, con el desamor y la
soledad dando vueltas, por cierto mucha tristeza, y arreglos que se
alejan del rock de banda para apostar a lo orquestal, acaso
al vodevil, como suelen hacer
grandes como Sr. Chinarro y Pablo Dacal, dándole al asunto un punto
de equilibrio entre la luz sonora y la oscuridad de las historias que
se cantan. Es, lisa y
llanamente, un discazo. Entre
las canciones del nuevo disco de Mir hay una que se llama "La
conquista del Oeste"...
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