Se pueden
decir muchas cosas a propósito de la novela Cordón Soho.
La primera, y más obvia, es la percepción de que releída dentro de
unos cincuenta años será esclarecedora de cierta sensibilidad
juvenil contemporánea, de chicas y chicos que hoy deambulan por el filo
de los treintaypico.
El
talento de Mardero como observadora de comportamientos, conductas y
tendencias es tan fino, jugado a un naturalismo tan sutil, que la
volverá ineludible al armar un mapa emocional-generacional, al igual
que las novelas de sus colegas Dani Umpi y Patricia Turnes. Si se
quiere conocer qué tan dinámicas y movedizas son estas "formas
y maneras", vale la pena releer, aquí y ahora, las primeras
cincuenta páginas de El paredón,
una
de las grandes novelas de Carlos Martínez Moreno, fechada en 1962.
Se descubrirá, como en las de Onetti, el fuerte convivio machista de
tres o cuatro generaciones atrás. No era fácil la vida sentimental
entonces; no lo es tampoco ahora. Pero el barrio, por suerte, ha cambiado.
Cordón Soho es
una novela de relaciones, de jóvenes adultos que crecen a su manera,
en una micro-sociedad en la que comparten señas culturales, gustos y
modelos de vida. El mundo estrictamente adulto -el de los padres, o
el de los que son padres- es lejano y apenas aparece para dar una
mano con un alquiler, o para marcar el ritmo de trabajos y
dependencias que no resultan represores ni demandantes. La novela se
centra en la historia de Valentina, en sus vaivenes afectivos con
Pablo y Carolina, en la convivencia con amigos, en idas y vueltas que
comprueban que la noche sigue siendo -y en esto no corren las
generaciones- el escenario por excelencia de esos "juegos
peligrosos" que mueven pasiones y definen la geografía de un
barrio, de una ciudad. Montevideo es, en definitiva, los personajes
que la habitan.
Hay
un detalle lateral, no menor. La cita a las películas de Abel
Ferrara -entre ellas Juegos peligrosos-
posiblemente explicita un guiño de Mardero al realismo sucio de los
noventa. Si bien la suya no
es una novela nihilista, ni tampoco cínica, como lo son las novelas
de iniciación inspiradas en Menos
que cero
de Easton Ellis, que tuvieron sus representantes locales en Escanlar,
Mella, en las tardías novelas de Barrubia, la insatisfacción -o el
conflicto- se centra al igual que ellas en cómo resolver lo
afectivo. No es fácil, ya se dijo antes. La pluma de Mardero desliza
en sus personajes decisiones ambivalentes, inseguras, que van
definiendo una serie de fotografías en las que la amistad parece
estar un escalón más arriba que el lanzarse a la búsqueda del
amor, que ya se sabe incluye indefectiblemente al desamor.
((artículo publicado originalmente en revista CarasyCaretas, 11/2014))
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