Al
mismo tiempo que se consolidó el trabajo colectivo y Buceo editaba
un tercer disco llamado Disfraces
para el frío,
se conoció la noticia de que el cantante había decidido sacar un
disco en solitario. Y se mandó, en paralelo, un cancionero más
despojado, intimista, aunque inseparable de la identidad sonora del
grupo. Este año 2014, mientras con sus amigos prepara el cuarto
disco de Buceo Invisible, acaba de publicar un segundo disco, Trece
canciones,
en el que asegura "buscar otros ángulos de
visión, probar nuevas sustancias". No se trata esta vez de
desvestir las canciones y probarles ropas diferentes, como hizo en su
primer disco solista, sino de llevarlas a las texturas de una nueva
banda, acompañado en guitarras por Nacho Durán y Guillermo Wood, en
bajo por Sebastián Peralta y Ariel Iglesias en batería. Todo bajo
el atento oído de Alejandro Ferradás, que terminó oficiando de
productor artístico del disco.
El
nombre Trece canciones indica
algo superlativo y difícil de lograr, pero que de algún modo es
marca de fábrica en Presa y Buceo Invisible. Es un disco sin
altibajos, en el que se alternan momentos luminosos y oscuros, que
engarzan en un sinuoso e hipnótico diálogo entre guitarras y voces.
No hay canciones que rompan los ojos. No hay canciones sueltas. Hay
que escucharlo todo y sentir la épica de "S.Fair", la
entrañable oscuridad de "El humo quedará al final" o lo
inquietante de "Alejandra", que como bien apunta Presa -que
la elige entre sus preferidas- "nada de lo que parece obvio lo
es". No hay misterios, no los busquen, sobre la elección del
trece: "Me acordé de los Nueve cuentos de
Salinger y quería subrayar el hecho de que son canciones, nada más,
no hay otro concepto que encierre lo que quiero decir".
Tal
vez, si haya que marcar alguna diferencia entre su participación en
Buceo Invisible y su actividad como cantautor solista, sean
decisiones que resultan un tanto paradójicas. Porque si bien en su
primer cancionero se mostró más íntimo, más personal, como
pidiendo permiso, en Trece canciones aparece en un plan
"solo+banda", con más densidad y cantando más lanzado,
con una voz más fuerte y cruda. "La idea fue cambiar totalmente
el modo de producción con respecto al disco anterior", asegura
Presa. "Si aquel fue un disco de factura casera este tenía que
ser grabado en un estudio profesional. Si aquel era un disco
totalmente solitario en el que ejecuté todos los instrumentos, este
tenía que ser un disco tocado por una banda. Si aquel fue un disco
en el que tomé todas las decisiones, en este quise trabajar con un
productor artístico y con músicos que propusieran. Fue Ferradás el
que propuso un sonido más crudo, más natural y directo. Y yo estuve
de acuerdo".
Todo funciona, en un disco que se vuelve entrañable y -para quienes le gusten las definiciones- contiene canciones más luminosas y continúa, con elegancia, la poética de Presa, tamizada por el rock sureño del linaje Dino, ese sonido que tan bien sabe hacer sonar y conoce Ale Ferradas. Y para el arte de Trece canciones, y de alguna manera cerrar en concepto, convocó al artista Sebastián Santana, integrante del colectivo Buceo Invisible. "Como le tengo absoluta confianza a su talento e intuición, le dejo el campo libre. Me interesa que mi trabajo genere diversas interpretaciones, una multiplicación de significados. Me gusta mucho esa austeridad, y la fuerza del contraste que eligió".
Todo funciona, en un disco que se vuelve entrañable y -para quienes le gusten las definiciones- contiene canciones más luminosas y continúa, con elegancia, la poética de Presa, tamizada por el rock sureño del linaje Dino, ese sonido que tan bien sabe hacer sonar y conoce Ale Ferradas. Y para el arte de Trece canciones, y de alguna manera cerrar en concepto, convocó al artista Sebastián Santana, integrante del colectivo Buceo Invisible. "Como le tengo absoluta confianza a su talento e intuición, le dejo el campo libre. Me interesa que mi trabajo genere diversas interpretaciones, una multiplicación de significados. Me gusta mucho esa austeridad, y la fuerza del contraste que eligió".
Tiempos
nuevos
"El
ambiente artístico que yo conocí del Montevideo de mediados de los
noventa era más árido, también más caótico. Quizás las cosas
importaban más, lo que se decía tenía otro peso. Todos estábamos
quemados, pero buscando algo, con desesperación. Ahora hay más
espacios -por supuesto que existe el espacio virtual-, quizás más
apoyos y más orden. Pero también reina cierta indiferencia, y esa
sensación de que todo importa la misma mierda". (D.P.)
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