por R.G.B.
El texano Richard Linklater se doctora en cinematografía en Boyhood, una obra maestra que se agrega entre las películas emblemáticas, esas pocas que son capaces de cambiar paradigmas. Por varias razones. La primera, la que estalla en los ojos del espectador, es la capacidad de Linklater para burlar el tiempo. Es el mayor ejemplo de una película que se vive "en presente", en la que no existe lugar para la nostalgia, en la que no hay decorados reconstrucción de época ni maquillaje alguno para caracterizar actores, personajes ni situaciones.
El texano Richard Linklater se doctora en cinematografía en Boyhood, una obra maestra que se agrega entre las películas emblemáticas, esas pocas que son capaces de cambiar paradigmas. Por varias razones. La primera, la que estalla en los ojos del espectador, es la capacidad de Linklater para burlar el tiempo. Es el mayor ejemplo de una película que se vive "en presente", en la que no existe lugar para la nostalgia, en la que no hay decorados reconstrucción de época ni maquillaje alguno para caracterizar actores, personajes ni situaciones.
El
concepto, la estructura de Boyhood,
sus reglas de creación, fueron el pilar de una obra única y
acompañan a la historia que se va contando, un relato familiar
-ácido y disfuncional- que pone el eje en el crecimiento de Mason, a
quien vemos entre sus 6 y 18 años. Se filmó una semana de cada año,
entre 2002 y 2013. La idea básica de guión era seguir a Mason
(Ellar Coltrane), a su madre (Patricia Arquette), a su padre (Ethan
Hawke) y a su hermana mayor (Lorelei Linklater, hija del director),
núcleo central de una historia que se fue escribiendo año a año,
con la única premisa inicial de contar de mudanzas, fracasos
amorosos y aprendizajes emocionales y escolares. Todo sin puntos de
vista externos, experimentando en un tono de docu-ficción que
Linklater y su equipo controlan de manera férrea. Siempre en
presente, tanto en las situaciones actorales -con la marca de la
improvisación a-la-Linklater-,
como en los cambios de
"paisaje": la niña imitando a Britney Spears, Harry
Potter, la campaña presidencial de Obama, los teléfonos y
tecnología de cada época, la banda sonora que va de Coldplay a
Arcade Fire.
Boyhood
es más que una película. Es una novela en movimiento. Linklater
logra, con su original escape temporal, sacudir el problema básico
del cine y escribir una historia que tiene -a la hora de proyectarse-
la capacidad de potenciar su emoción al máximo.
Hay que verla. Para
acercarse a una gran obra y también para reflexionar sobre el
inteligentísimo planteo de Linklater sobre uno de los mayores
dilemas contemporáneos: cuándo dejamos de crecer para comenzar a
envejecer.
zine
zine
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