Hay
una canción de La cajita, debut en disco de Ximena Bedó, que
sacude, que puede elegirse como posible centro gravitatorio de la
obra. Se llama "Yo del Cosmos no sé nada". Está
exactamente en la mitad del camino, la número seis. La compuso a los
doce años, el mismo año que le regalaron su primera guitarra y se
puso a inventar canciones una atrás de otra. Era el año mil
novecientos noventa y nueve: "Así como conservé esa canción,
conservo otras tantas en hojitas de esos años, todas tachoneadas con
una caligrafía bastante atropellada", cuenta Ximena. "En
ese momento no tenía estereotipos en la cabeza ni un nivel de
exigencia personal con el cual cumplir. Era muy libre y producía
mucho. Atesoro mucho esa época".
Allí,
o incluso un poco más atrás, puede situarse el punto de partida de
La cajita. Porque la música tiene un lugar central en las vivencias
de Ximena. El abuelo, Sebastián Baranda Reyes, a quien cuentan que
ella se parece por lo distraída y por estar siempre tarareando
melodías, dirigía un conservatorio de piano, donde literalmente se
crió su madre. La casa familiar tenía de banda sonora a Caetano y
Bach, a Ella Fitzgerald y Debussy. La bandeja del equipo pasaba de un
disco al otro con total naturalidad. Si bien Ximena estuvo casi diez
años estudiando guitarra clásica y tocando obras instrumentales,
las voces empezaron a cautivarle. Las canciones comenzaron a hacerla
vibrar. Hay canciones que para ella son casi perfectas: “Parte del
aire” (Spinetta), “Happy and real” (García) o “Milonga
Paraguaya” (Drexler). "Yo sabía de mi estrecha y secreta
relación con las canciones", dice. "Y cuando me empecé a
animar a mostrar las mías, me gustó el plan". Y el gran plan fue
hacer un disco.
Ximena
venía tocando y arreglando sus canciones con Andrés Pigatto
(contrabajo), Emiliano Pereira (saxo y clarinete) y Maxi Martínez
(percusión). De hecho, puede escucharse en Youtube una versión de
"Yo del Cosmos no sé nada", igual de hipnótica, firmada
por Jóia. Así llegó a llamarse el cuarteto, antes de desarmarse
por un viaje de Martínez, justo cuando sale un fondo del Fonam.
Ximena tomó la decisión, en ese momento, de autoproducir el disco,
de meterse de una vez a grabar. "Fue un tanto caótico, por
momentos, pero puedo decir que me di muchas libertades y experimenté
bastante. Si bien temí perder la perspectiva, también fue quedando
un disco extremadamente personal". En el camino, además de
Pigatto y Pereira, se fueron sumando varios colaboradores: Pablo
Meneses (batería), Federico Blois (percusión) y su hermano Andrés
Bedó (pianos y tabla hindú). Y tres voces muy especiales: Seba
Jantos, Carmen Pi y Mandrake Wolf.
La
cajita es un disco para contemplar. Es un disco de colores, repleto
de matices, jugado cien por ciento a sonidos orgánicos.
Estilísticamente no se queda quieto, se desplaza del jazz a la bossa
a la balada, con fineza. "Quería un disco completamente
acústico, que explotara mucho las texturas que se pueden generar,
las ambientaciones, los gestos. Quería un disco pictórico pero
generado con sonidos orgánicos. Quería buscar la riqueza tímbrica
de lo acústico. Desde lo arreglístico, me interesaba mucho, en
algunos temas, no en todos, correr a los instrumentos de su rol
habitual, como es el caso de “Yo del cosmos no sé nada”, de “No
se deja” o “Va gritando”, y que se sugirieran estilos, pero que
por algún lado, desde la instrumentación o desde la estructura del
tema, se transformaran rápidamente en otra cosa. Encontré mucha
riqueza en ese recurso".
Lo
que se escucha en La cajita son clarinetes, contrabajo, piano
acústico, guitarras, violas, percusión, trombones y trompetas.
Básicamente: metal, madera y cuerda. Lo que se escuchan son muy
buenas canciones, y una voz con destreza técnica pero metida entre
los instrumentos. Un banquete sonoro. Es un auspicioso debut
discográfico, en una temporada musical que viene signada por varias
revelaciones, si contamos los primeros discos de Florencia Núñez,
Alfonsina y Phoro.
"La
música uruguaya me gusta muchísimo. No sé por cual conjunto de
factores y circunstancias, tal vez porque el mercado es chico y
porque apelar a una música con un fin exclusivamente comercial no
tiene sentido, es que hay una cierta libertad para que aparezcan
cosas únicas como Mateo, por ejemplo. También por estar entre
Argentina y Brasil, supongo, es como si acá llegaran las influencias
y fermentaran y germinaran cosas sin que nadie nos esté mirando,
para crear. Supongo que también es algo bueno no sentir encima la
mirada del otro".
No comments:
Post a Comment