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Historias de invierno (2010), en plan folk electrónico, fue el debut en disco de Laura Chinelli por el sello Contrapedal. Cuatro años después reaparece en la escena, en forma independiente y con un disco de descarga libre titulado Infinito. Un cancionero melancólico y altamente emocional.

Infinito abre con un recitado sobre una agradable base en la que se equilibra lo orgánico de la guitarra con un tratamiento electrónico de loop. Luego siguen canciones más o menos deformes, con Laura Chinelli cantando en primer plano o colocando capas de voces, con un sutil trabajo en el decir, cuidando cada palabra, atada a secuencias de pianos, cuerdas y percusiones que parecen llegar para descomprimir cierto dejo melancólico y aportar luz, una luz que saca a la joven cantautora de climas densos para que alternen con un electro-folk puro y efectivo.
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Así es Infinito, un disco que seduce, que transcurre con la velocidad hipnótica de los primeros álbumes de Portishead, a la que se suman aires frescos que recuerdan a la chilena Javiera Mena. Son apenas referencias posibles, acaso vagas, pero que sirven para corroborar que la uruguaya Laura Chinelli investiga fuerte en la canción, en la sonoridad de su piano, de su guitarra y sobre todo su voz, buscando una identidad musical que sabe a talento, buen gusto y perseverancia para vencer obstáculos.
Después del debut Historias de otoño, no le fue fácil el camino para grabar un segundo disco. "No tenía la posibilidad económica de grabar un disco nuevo", cuenta la cantautora. "Las cifras que me pasaban los productores estaban muy lejos de mi alcance. Entonces pensé que pidiendo prestadas algunas cosas, más algunos conocimientos que tenía porque había estudiado sonido, podía hacer algo cercano a un disco". Así fue que Laura Chinelli grabó precariamente el ep Viento y lo subió a Internet. Esas canciones fueron las que escuchó Seba Peralta, quien finalmente la convenció de trabajar un disco largo y se convirtió en productor y guía de Infinito.

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¿Qué sentiste al ver que estabas componiendo un disco en tonos bajos, más melancólicos que Historias de Invierno?
Por lo general, los artistas tienen más apoyo y más exigencias, propias y ajenas, de hacer del segundo disco un material vendible y exitoso. Yo ni siquiera iba a hacer un disco y fue Seba que me convenció... En un momento sentí que nadie iba a entenderlo, pero asumí el riesgo.
En los momentos que aparecen secuencias de percusión, es como que todo se abre, el disco se pone luminoso. ¿Lo sentís asi?
Sí, totalmente. Fue Seba que me sacó de esas oscuridades. No negoció mucho ciertas cosas que consideraba indispensabales, como percusiones fuertes que quebrasen con esos estados míos. Hubiera sido un disco mucho más oscuro de no ser por él.
¿De dónde sale esa oscuridad? ¿De la palabra? ¿Del silencio? ¿Del piano?
Contrariamente a la forma de trabajar del disco anterior, donde todo comenzaba en la computadora, secuenciando via midi y editando a la vez las bases sobre las que después cantaba, esta vez comencé todos los temas desde el piano. Siempre estoy buscando formas distintas de abordar la composición, porque me aburre componer siempre a partir de lo mismo.
Tu voz es protagonista del disco. ¿Qué cosas fuiste descubriendo de tu voz en Infinito?
Fui un poco más libre. No lo trabajé específicamente, porque el hecho de dar clases de canto todo el tiempo me agotaba y cuando tenía tiempo para mí como me quedaba en silencio o me ponía a pintar o hacer cualquier otra cosa... No es que no me haya tomado en serio el asunto de cantar, sino que necesité cierta distancia de la técnica y el desgaste para poder lograr una voz más relajada y mía. Me liberó descubrir cuánto se puede decir sin tener que gritar o utilizar la voz al máximo todo el tiempo para demostrar que canto. Ya me demostré que canto y ya lo demostré a los demás, y no siento más la necesidad de autoafirmarme ni ser una gran vocalista... Ahora siento la necesidad de sentir lo que hago. Sentir es el protagonista del disco.

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