El cantautor vasco Diego Vasallo (ex Duncan Dhu) es un veterano del pop español que sigue en el camino, en un viaje solitario, oscuro y de alta factura poética.
Hace
algún tiempo llegó un paquete desde España. Dentro había dos discos.
Uno era el que esperaba, el delicioso La joven Dolores de
Christina Rosenvinge, una veterana del rock que en sus tantas vueltas
de la vida logró, pasados los 40 y con una vitalidad asombrosa,
encontrar la mejor voz y el mejor color para su obra poético-musical.
Escuché una y mil veces ese nuevo cancionero de Christina, dejando a
un costado ese otro disco, un discreto colado, firmado por un tal
Diego Vasallo, que mi mala memoria y la saludable pereza de no
googlearlo absolutamente todo, hicieron que quedará ahí, durante
varios meses. Un ilustre desconocido.
Hace
apenas un rato, tres horas para ser exacto, decidí ordenar el montón
de discos sin escuchar. Me topé con el disco polizón. Me llamó la
atención el título, Canciones en ruinas. Tal vez rimara con
la posibilidad de hacer una reseña sobre la oscuridad, para la que
vengo juntando algunos discos montevideanos con esa marcada tendencia
pos punk del fracaso, la oscuridad y la tendencia a la melancolía...
buenos discos de La Foca, The Algún Dios, Genuflexos.
Saqué el
disco y lo coloqué por primera vez en el equipo de audio. Pensé en
la casi imposible sensación de enamorarse de un disco por primera
vez, eso que pasa muy pocas veces, y mucho mejor si nadie te lo
presenta ni te dice nada de nada, porque lo mejor es no saber nada,
la canción sonando, y vos, ahí, dejándote llevar por la magia. Y
sucedió. Y entonces dejé de pensar, porque la guitarra repetitiva
empezó a pegarme en esa marca donde se juntan el Darno y Los
Estómagos, Cohen y Joy Division, o tal vez Nacho Vegas, sí, la
dicción española me llevó a Nacho Vegas, y a Javier Corcobado,
pero esa voz ronca que estaba escuchando por primera vez, ronca como
pocas, me pareció más profunda y auténtica que la del gijonés de
Manta Ray y de la del demente chatarrero. Más cerca de Paco Ibáñez,
en todo caso, pero con una poética más dulce y también afiebrada.
Después
de varias escuchas, una tras otra, decidí sacarme la venda de los
ojos y buscar referencias sobre Diego Vasallo. Vaya sorpresa que me
llevé... no era ningún cantautor nuevo, tampoco amigo de Bunbury.
Al igual que Rosenvinge, el camino de Vasallo en la música viene de
los ochenta españoles, siendo la mitad bajo perfil del
supergrupo pop Duncan Dhu, cuyo primer disco se llamó Por tierras
escocesas y reverenciaba a grandes como The Smits y Lloyd Cole.
¡Ay, la
memoria! Vasallo venía a ser el colega de Mikel Erentxum, lo que
confirmaba que años atrás escuché decenas de canciones firmadas
por él, sin poder hacer ahora la conexión. Claro, todo cierra; la
excesiva frescura y positivismo de Mikel Erentxum como intérprete
–basta seguir su innecesaria carrera solista- fue la que me alejó
tantas veces de las buenas intenciones de Duncan Dhu, y esas buenas
intenciones venían a ser responsabilidad de Vasallo. Sin ofender,
Mikel.
Este
disco, estas Canciones en ruinas, apenas guitarras, esa voz
ronca, y por supuesto cuerdas muy sutiles y algunos pianos,
demuestran que muchas veces lo mejor de las movidas suele estar en
las caras b... como Christina Rosenvinge y este vasco veterano que
compone canciones de una madurez y una sofisticación que es difícil
encontrar en la vidriera de las tiendas de discos.
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