Antes
que nada, un desvío, para no olvidarnos de algo esencial: Naturaleza
es un disco cuidadosamente
trabajado, en su concepto sonoro, por un músico de excepción que se
lanzó en los últimos dos años al trabajo de producción artística.
La referencia es a Gabriel Casacuberta, un tipo de perfil bajo,
figura protagonista en proyectos musicales como Plátano Macho y
actualmente Bajofondo. El año pasado estuvo detrás del debut de
Lucía González, agregando una y mil capas, haciendo en definitiva
un disco de un pop electrónico sofisticado. Y ahora reaparece, para
darle colores acústicos a las canciones de su hermano Carlos, el que
antes de muchas cosas, o sea hace unos veinte años, fuera uno de los
fundadores de Peyote Asesino.
Naturaleza,
el disco en solitario de Carlos Casacuberta, propone un fino
cancionero que remite a Dylan y un inesperado homenaje a Eduardo
Darnauchans. Su plan sonoro se reduce a guitarra, voz y exquisitas
canciones. Sí, un manojo de melodías plenas de melancolía
rioplatense (no esperen murga ni candombe, el linaje de Carlos es
cien por ciento folk urbano), apenas vestidas de cuerdas rasgueadas,
sutiles percusiones de Roberto Rodino y detalles varios de ese
arquitecto barroco llamado Gabriel.
Aquel
nerd desaforado que aparecía en una silla de ruedas en el videoclip
peyotero de “Mal de la cabeza”, segunda guitarra de la gran banda
montevideana de los noventa, muestra en Naturaleza
un muy buen oficio de cantautor y una voz personal, heredera del gran
trovador Eduardo Darnauchans. Pero, y sobre todo, las protagonistas
son las canciones, especialmente algunas de las últimas del
recorrido, porque es un disco que va subiendo de intensidad a medida
que avanza. “Cuando ya no quede luz”, con aires del Ubal de
“Pelota al medio”, y la implacable “Visita”, con un explícito
spleen darnauchaniano, son dos muy buenas muestras del arte
cancionístico de Carlos.
No comments:
Post a Comment