diversión asegurada



El romano Ammaniti apunta contra la banalidad de la sociedad italiana contemporánea su novela en "Que empiece la fiesta".

En una mesa de la pizzería Jerry 2 de la localidad de Oriolo Romano se hallaban reunidas las Bestias de Abadón”. Es lo primero que se lee en la última novela de Ammaniti. Es ahí, en esa pizzería de mala muerte, donde empieza una función indescriptible, un relato que no da tregua al lector y que transcurre durante unas 320 páginas de las que no se querrá escapar hasta saber el final.Corre sangre, mucha sangre, porque a la acción de esta secta satanista de dudosa reputación se le suma un millonario desquiciado en busca de gloria mediática y una turba de descendientes de deportistas soviéticos desertores de los Juegos Olímpicos de Roma de 1958. Hay más, muchísimos más personajes, entre modelos, presentadores de televisión, artistas de todo pelo y moral, jugadores de fútbol de la Roma, todos invitados a una fiesta que transcurre en los parques de Villa Adda, en el corazón de la capital italiana. Hay también escritores, entre ellos el impertinente Fabrizio Ciba, uno de los protagonistas de la novela, y una angelical cantante pop llamada Larita, con un oscuro pasado en una banda de heavy metal.
Que empiece la fiesta es una de esas pocas novelas capaces de lograr carcajadas inesperadas, escrita con el equilibrio suficiente entre la farsa y la comedia, para transcurrir casi sin resbalones y manteniendo un alto nivel literario. No es una tarea fácil la de Ammaniti, autor de novelas duras y trágicas como No tengo miedo, que tuvo una primera edición en Mondadori y se anuncia pronta reedición por el sello Anagrama. En Que empiece la fiesta se juega una parada de alto riesgo al meterse con una historia desquiciada. Se preocupó, eso sí, de mantener una férrea estructura cinematográfica tanto en el punto de vista narrativo como en un montaje veloz que sigue alternadamente las desventuras de las Bestias de Abadón y las de Fabrizio Ciba.

En orden de buscar contextos y vasos comunicantes, más allá de lo obvio de la ácida crítica a las grandes fiestas del entorno Berlusconi y a la frivolidad italiana contemporánea, es interesante rastrear el paralelo entre esta novela de Ammaniti con el universo literario de César Aira. Si bien es improbable que la escritura del argentino sea una de las referencias del romano, comparten la manera de deformar la realidad sin utilizar la parodia y la ironía, tomando el camino más incierto y peligroso de llevar la verosimilitud al límite. 
¿Qué se puede decir de La guerra de los gimnasios, una de las tantas delirantes novelas de Aira, en la que los protagonistas son dos bandos de karatecas y un actor de telenovela fracasado? Lo mismo que con Que comience la fiesta… que prometen diversión y lo consiguen, sin gastar un solo dólar en efectos especiales.

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