La
última novela de Dani Umpi es un ácido
retrato a la generación “fotolog”. Un
poquito tarada sigue la aventura de una chica que busca su identidad en un
viaje que la lleva por Punta del Este, San Pablo, Pocoata y Buenos Aires.
Dani Umpi es un artista conceptual que creó un
artista pop, un performer cruza de Ney Mattogroso y Prince que publica discos
de electropop. Es un habílisimo creador de collages, un oportuno
fotógrafo, un adicto a las redes sociales: desde su temeraria afición a los
blogs y fotologs a su actual vida como
tuitero. Dani es, ante todo, un escritor. Tiene publicadas cuatro
novelas –Miss Tacuarembó, Aún soltera, Solo te quiero como amigo y la más que reciente Un poquito tarada-, ha escrito poesía,
obras teatrales y llevó durante años una columna llamada “Tendencias mentales”
en la revista Freeway.
Dueño de una prosa ágil, confesional, de
evidente tono blogger, es un gran
observador de costumbres metropolitanas, un experto en crónicas contemporáneas
y en armar historias. Entre el folletín y la comedia, Umpi construye personajes
que le van a su medida, entre chicas y chicos neuróticos que van a vivir a una
gran ciudad o se van de vacaciones (la adolescente de Miss Tacuarembó y la profesora de inglés de Aún soltera), o bien la pelean contra la soledad (el chico de Solo te quiero como amigo). Esta tercera
novela tenía el ingrediente extra de ser la más vertiginosa en su estructura y
en su estilo, más de cavilaciones, de un chico ensimismado en sus problemas y
en la manera de observar el mundo, esa distorsión a-la-Umpi que equilibra a la perfección la cursilería con una
acidez adolescente propia de la generación pos-grunge, la de una adolescencia
signada por los personajes virtuales, los márgenes de la cultura pop y el toque
imprescindible de la región. Umpi retrata en esas novelas a jóvenes
rioplatenses de clase media, medianamente insatisfechos, enredados en
melodramas que ha hecho asociar a algunos críticos con referencias a Manuel
Puig e incluso César Aira.
Un
poquito tarada viene con la tentación del autor de
hacer una gran novela, de complejizar la trama, de aplicar incluso geografías
diferentes: de hecho, debe ser una de las pocas novelas que transitan sin
despeinarse escenarios rioplatenses, de San Pablo y un perdido pueblo
boliviano. Umpi es trasnacional, rompe con los mundos locales de la mayoría de
sus colegas generacionales. Construye su personaje más logrado, una exflogger que sale a buscar a su padre
utilizando una identidad falsa y que va armando una serie de situaciones y
amistades que van en paralelo con diferentes situaciones de su vida. Y como el
padre no es un tipo común, sino el líder de una secta que encuentra su
redención utilizando poderes electromagnéticos, como que la cosa se vuelve más
o menos delirante, más o menos aireana, pero bien Umpi, con todo lo que ello
implica.
Hay que leerla.
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