Diego Presa, la voz del
colectivo Buceo Invisible, lanzó un primer cancionero en
solitario.
La irrupción de Buceo
Invisible en la escena musical montevideana se dio en paralelo a la
revalorización de la canción rockera de autor. Parte de una generación que
entronca con la melancolía folk urbana del Darno y Cabrera, en un matiz acaso
más lisérgico y oscuro que otros colegas más jóvenes como Franny Glass y Diego
Rebella, el grupo muestra una singular y positiva ambición: recuperar el peso
poético de lo que se canta. Hay una particularidad que define a Buceo
Invisible: son un colectivo, por lo que ninguno de sus integrantes destaca
sobre el trabajo del grupo. Sin embargo, la voz es la de Diego Presa, y poco a
poco comenzó a saberse que su capacidad melódica es parte sustancial de los
discos publicados por el grupo.Primero se anunció que Diego Presa había grabado
un primer disco solista. Siempre en plan bajo perfil, al estilo del esfumado
que el artista Sebastián Santana eligió como imagen de portada. Al escuchar las
nuevas canciones se comprueba el estilo austero y al mismo tiempo denso de las
composiciones de Presa (como las de Buceo, pero sin el muro de guitarras, con
otra ropa). Son canciones con un alto peso específico, en las que cada palabra,
cada acorde, se mete en el escucha como un frágil mantra de siesta de domingo.
“Partieron desde otro lugar y se fueron desarrollando de una manera diferente
al material que trabajo con el grupo”, confirma Presa. “Claro que,
inevitablemente, hay climas e intenciones que se pueden cruzar, ya que soy el
mismo autor y el mismo intérprete”.
El silencio, las
sombras, el insomnio y el amor son algunos de los tópicos que marcan las
instantáneas de un cancionero que tiene como epicentro la pasión por el cine
(“Linterna mágica”, “Cuento de verano”) y la necesidad del viaje interior. “Esa
canción –se refiere a “Linterna mágica”- revisita un período fundamental de mi
vida, el final de la adolescencia, en el cual fui definiendo muchas cosas,
entre ellas mi vocación. Todo era vivido al límite, sobre todo en lo emocional.
Y esos viajes al cine me educaron sentimental y existencialmente. Darme de
frente, por primera vez, con Tarkovski, Rohmer, Bergman o Herzog cambió muchas
cosas y fue muy importante para mi formación como hacedor de canciones”.Diego
Presa presenta sus canciones solitarias acompañado de una banda que bordea lo eléctrico
y lo acústico, “algo así como una orquesta de cámara”, como él la define. Nacho
Durán en guitarra eléctrica, Guillermo Wood en guitarra acústica y mandolina,
Jorge Rodríguez Rearden en bajo, Alejandro Giménez en batería, Fernanda Lazaga en violín. Y su voz, esa voz
de cinefilia solitaria, de un frágil blues montevideano.
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