Dos para el bolero. Dos formas de mezclar la canción romántica con cierta actitud retro. Dos latinoamericanos que vienen del rock: un argentino llamado Vicentico y la mexicana Natalia Lafourcade.
I. Vicentico: Desde la primera vez que grabó con los Fabulosos Cadillacs
(para los más veteranos “Los Cadillacs”), cuando cantar era apenas una opción
de diversión, de hacer con los amigos una versión rioplatense del ska ochentero
tipo Specials y Madness, el jovencísimo Gabriel Fernández Capello (Vicentico) mostraba
su preferencia por una canción como “Galápagos”.
No estaba en aquella canción la vena adrenalínica de
“Belcha” ni la de “Yo quiero morirme acá”, sino que marcaba un aire lounge
abolerado, una dosis de sentimentalismo y desamor, tópicos que no iban con el
rock argento, pero que la banda defendió –como trinchera del tal Vicentico- en
toda la fiestera historia noventera (para los de esa generación, “Los
Fabulosos”).
Desde ahí, desde "Galápagos", debe rastrearse esa línea, que por cierto corre en paralelo al aire romanticón que aparecería en otras dos
grandes bandas ska-punk-rock latinas contemporáneas a los argentinos: Café
Tacuba en México y Aterciopelados en Colombia.
Sin ironía, y con la responsabilidad de ir tomando madurez en
la interpretación y repertorio, Vicentico siguió coqueteando con la canción
romántica y un pop fuertemente melodramático, con puntos altísimos en el álbum
despedida del grupo, en esas dos enormes canciones que son “C.J.” y “Roble”. Mientras, ocurrían otras no tan pequeñas cosas: le daba un toque lounge a canciones del grupo
alternativo Suárez como productor, grabó un tema de Sandro en un tributo (fue
el mejor, por lejos) y otros Cadillacs disidentes armaron la banda de apoyo de
la cantante dominicana Mimi Maura (una suerte de princesa del bolero).
Una década después, con un bajo perfil poco habitual en la
histérica escena porteña, tiene cinco discos publicados como solista y una de
las carreras artísticas más sólidas de su país. No le fue fácil, ya que tuvo al
principio la incomprensión de buena parte de su público anterior, que no
alcanzaba a comprender que Vicentico –de una u otra forma- seguía siendo el
mismo de “Galápagos”.
5 es un disco que se
resume en dos adjetivos: adictivo y romántico. Una de las claves del actual
éxito del cantante hay que buscarla en la notable eficacia de la producción
artística: once buenas canciones convertidas en once hitazos son responsabilidad
de Cachorro López, que lo aleja -por suerte definitivamente- de los extravíos chiclosos del productor Afo Verde. Y este dato no es menor, porque la presencia de Cachorro López enlaza al sonido actual de
Vicentico con el de otra “clienta preferencial” del productor argentino: la
mexicana Julieta Venegas.
Y terminando con los enlaces, vale el dato final de la muy
reciente colaboración de Vicentico en el disco de otra mexicana, en este caso
Natalia Lafourcade, que también viene del pop-rock y metió un disco cien por
ciento bolero, también de lo mejor del año, versionando clásicos de Agustín
Lara.... Allá vamos, entonces.
II. Natalia Lafourcade: Hacía tiempo que la cantautora mexicana estaba buscando un artista de los grandes para homenajear. No se decidía por
ninguno. Le costaba, según ha admitido ella en varias entrevistas, encontrar un
cancionero con el que sintiera enteramente a gusto. La participación en las
festividades del Bicentenario la obligó a investigar en el repertorio mexicano
del siglo XX. Así fue que se topó con los boleros de Agustín Lara. Y pasó lo
que no esperaba que fuera a sucederle: se enamoró de todas sus canciones, de su
estilo, de su forma de componer.
Natalia tomó la decisión bien rápido: pospuso planes de un
disco personal, consiguió horas en el mítico estudio de Sony, en el DF, en el
que grabaron miles de canciones gente como Rocío Durcal, Juan José y José
Alfredo Giménez, y se puso a trabajar. Lo primero que hizo, antes de empezar con
los arreglos y mucho antes de apretar rec, fue abrir la agenda y llamar a un
grupo selectos de hombres que la acompañaran en al aventura de cantar a dúo:
Jorge Drexler, Vicentico, Gilberto Gil, Alex Ferreira, Devendra Banhart, Miguel
Bosé y Kevin Johansen, entre otros, y entre esos otros estamos dejando afuera a
quien canta con ella “Mujer divina”, nada menos que Adrián Dárgelos de
Babasónicos, quien demuestra que el bolero le calza a la perfección como intérprete
aunque no arriesgue en plan infame.
Mujer divina es un disco de alta honestidad, una relectura desde un pop trabajado con mucho detalle a nivel de sonido y de arreglos. La voz de Lafourcade funciona como anfitriona, y encuentra en las composiciones de Lara la posibilidad de mantenerse en planos sobrios, dando espacio a la particularidad de cada invitado: el aire retro y lounge de “La fugitiva” con Johansen, o el toque susurrado de “Farolito” con Gilberto Gil, dos de los grandes momentos de un disco que se degusta canción a canción.
Mujer divina es un disco de alta honestidad, una relectura desde un pop trabajado con mucho detalle a nivel de sonido y de arreglos. La voz de Lafourcade funciona como anfitriona, y encuentra en las composiciones de Lara la posibilidad de mantenerse en planos sobrios, dando espacio a la particularidad de cada invitado: el aire retro y lounge de “La fugitiva” con Johansen, o el toque susurrado de “Farolito” con Gilberto Gil, dos de los grandes momentos de un disco que se degusta canción a canción.
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