el borde de la historia



A Gustavo Espinosa le bastaron dos novelas para instalarse como la gran revelación de las letras uruguayas de la presente década. Rompió el fuego Carlota podrida, publicada por HUM, que recibió elogios, premios y algunos memoriosos recordaron que la ópera prima del autor permanecía en el under absoluto: China es un frasco de fetos, publicada por cierta (des)ventura editorial de sus colegas y amigos Carlos Rehermann y Amir Hamed.
El gran golpe lo dio el año pasado, con la edición de Las arañas de Marte, referencia desde el título a Ziggy Stardust pero también a posibles entornos conspirativos en los márgenes de la historia, allá en un barrio de la ciudad de Treinta y Tres en los primeros años 70 y el romance trunco entre un aprendiz de guitarrista (Enrique Segovia) y una jovencísima actriz del decadente linaje de los circos criollos (Viali Amor). El músico –militante anti-dictadura junto a un grupo de amigos y amigas- es a la postre el relator, quien va armando su propio periplo, al costado de historias que transcurren en periferias paralelas: sus maestros musicales, relatos orales de circo criollo, una historia de amor no muy correcta, y –en definitiva- una serie de situaciones que precipitan el final de un tiempo del que quedarán pocos rastros... hasta la propia edición de la novela, reconstrucción de Quique Segovia que recuerda a vueltas de tuerca cortazarianas y en un tiempo más cercano acaso bolañescas.
Las arañas de Marte es un gran libro, de imprescindible lectura, que implica un aire fresco en la literatura local y aporta miradas a márgenes (sub)urbanos que hacen falta. El de Espinosa se agrega –con el agregado de un cuidado estilo narrativo- a los relatos de Julio Inverso, Jorge Alfonso y a las buenas novelas de gente como Maca (Zafiro), Umpi (Miss Tacuarembó), Echavarren (Ave Roc), Barrubia (Arena), Escanlar (Estocolmo) y Mella (Derretimiento), entre otros.
Espinosa, el autor, se define como un autor “relativamente tardío”. Dice: “A los 30 había terminado la escritura de China es un frasco de fetos y me llevó diez años más poder publicarla. Para peor la novela tuvo una distribución casi nula y creo que recién ahora estaría empezando a aparecer por librerías... Carlota, que ya tenía empezada desde 2004, y que me decidí a terminar en 2007, tuvo azarosamente, como suele pasar, cierta visibilidad y muy buenas reseñas. Eso me animó a escribir Las arañas de Marte, muy rápido, en dos meses”.
Hacia fines de 2012, Espinosa recibió un nuevo estímulo: Las arañas de Marte fue elegida como el libro de ficción de ese año por la crítica. Habrá más, por suerte.

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