la estática del movimiento



Después de los ruidos mediáticos de la inauguración y de las primeras miradas, que suelen concentrarse en lo excepcional, o por lo menos en lo más llamativo, los calurosos días de febrero de 2013 fueron un excelente momento para visitar las exposiciones de la Bienal de Montevideo.
La recorrida por la sección principal –la que se ofrece en el monumental espacio del Brou- comprueba resultados artísticos desiguales, que sumados al difícil manejo del espacio en el montaje generan una sensación levemente insatisfactoria. Más allá, por supuesto, de la excelencia de la obra del estadounidense Mark Dion, catalogando objetos del Banco, de los sutiles tratamientos de los uruguayos Ricardo Lanzarini y Yamandú Canosa, de la fineza del chino Yang Xinguang, del árbol creado sobre fragmentos de varias especies armado por la portuguesa Gabriela Albergaria y el impacto pop del video "U From Uruguay", de Martín Sastre. Lo que se ofrece en la iglesia San Francisco de Asís no compite con la curiosidad de ingresar al espacio de un edificio en estado de descomposición. En el caso del Atarazana, la propuesta de Cecilia Mattos, bien lejos de la sobredosis del Brou, traduce de manera personal y lúcida el concepto “gran sur”, en ese jinete que viaja en ese rumbo, con un acompañante inesperado: un conejo que parece salido de la factoría de Liliana Porter.
El gran golpe perceptivo se ofrece en el Anexo Zabala. Es el espacio en el que los curadores lograron el mayor efecto, concentrando más de una decena de obras audiovisuales y dos pequeñas instalaciones. La oscuridad, rota con el parpadeo de imágenes proyectadas en paredes laterales y en pequeñas habitaciones, lleva a un estado ideal para observar la muestra. Descartada la posibilidad de apreciar cada obra en su totalidad, los fotogramas de cada pieza en loop suman instantáneas apenas móviles de situaciones que dialogan con el concepto “el gran sur”: gente trabajando, más gente trabajando y/o sobreviviendo, exotismo alternado con paranoias contemporáneas, todo lejos de perfumes falsamente tercermundistas o impregnados de mensajes políticos in/directos. El sur parece ser un soldado persiguiendo un objetivo que nunca se ve, un ritual de indios oceánicos, un grupo de obreros chinos empujando, un cuarto infantil perturbado por objetos extraños. Destacan las obras de Bertille Bak (Francia), Chen Chieh-Jen (China) y Atallah-León-Cociña (Chile).

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