The
Singles permite realizar un repaso de la carrera del dúo
británico integrado por Alison Goldfrapp y Will Gegory. Un viaje
sonoro que comenzó en 1999 y es protagonista de la movida
electro-clash y el retorno al synth-pop.
La voz de
Alison es casi perfecta, o lisa y llanamente perfecta, sin entrar en
comparaciones con otras voces irrepetibles y geniales. En el campo
del pop sobran los ejemplos, pero sobre todo en aquella movida del
trip-hop –con centro vital en Bristol, primeros años 90- cuando la
exaltación de las máquinas, en viajes retro con aires a bandas
sonoras de films de la nouvelle vague, exigió la compañía de
notables cantantes.
Así
aparecieron divas de bajo perfil, porque la voz era un registro
sonoro más y la calidad de artista se la llevaba el deejay en el
arte de combinar el frío de los sintetizadores y percusiones
hipnóticas. Entre las varias dueñas de registros magnéticos,
aterciopelados, aunque sin las afectaciones de Björk, destacó la
estudiante de arte londinense Alison Goldfrapp.
Si en
Portishead se lucía Beth Gibbons, el bajo perfil vocal en el
proyecto Tricky corría por parte de Alison. Después de dejar su
exquisita marca en el disco Maxinquaye, acompañó otros
colectivos electrónicos, entre ellos Orbital, hasta formar en 1999
su propio grupo, un dúo electrónico con Will Gregory al que dieron
el nombre de Goldfrapp.
La química
entre Alison y Will lleva una década de desarrollo, alternando
caminos entre el electro-clash más discotequero y viajes de
neosicodelia sintetizada, de alguna manera el ying y el yang del pop
electrónico de las últimas dos décadas. Esa dualidad les ha
permitido mantener una carrera exitosa en la escena pop alternativa,
aunque también duras críticas de quienes los preferían en los
caminos más oscuros, arties y lounge del impecable debut Feelt
Mountain del año 2000.
The
Singles sirve como repaso de la banda que inspiró a Madonna en
uno de sus últimos discos. Es un viaje además por distintas maneras
de abordar el synth-pop, desde canciones sofisticadas como “Lovely
Head” hasta el dulce pistero de “Black Cherry”.
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