la niña libertina
diferentes capas de asuntos relativos a la mercadotecnia, a conductas esnob de editores y periodistas, dificultan la lectura de una novela iniciática, fuertemente perturbadora, escrita por una tal melissa panariello a sus dieciséis, como modo de exorcisar sus primeras experiencias sexuales entre los catorce y los quince. enfoque similar a la exitosa película a los trece, pero en este caso sin drogas y mucho sexo, sin ambiente de pandilla y un fuerte coqueteo con el mundo adulto.
por ello, antes siquiera de hablar sobre lo eminentemente literario, vale dejar en claro algunas que otras sensaciones. cien cepilladas... expone, desde la palabra, el diario íntimo de una chica italiana de un pueblo de la catania (región de sicilia más dada pintorescamente a la mafia y no a modernismos metropolitanos), y es por ello un duro puñetazo a conservadores y moralistas, especialmente aquellos que suelen cerrar los ojos ante este tipo de escritos iniciáticos y confesionales. el punto extremadamente sexual lo hace tal vez más complejo, generando absurdos debates sobre si es porno o erótico el género, dudas que solo conciernen a lectores machistas y morbosos. porque ella misma, melissa p., que siendo menor no pudo firmar con su nombre completo la primera edición, aclara inteligentemente que su libro guarda la estructura de un libro para niños (no se equivoca en lo más mínimo en su transposición a mitos de lobos y brujas), y que no está arrepentida de lo que cuenta, que según ella afirma apenas un diez por ciento alcanza la categoría de ficción.
entonces, definida como diario íntimo, como autobiografía novelada, la lectura no difiere de otros libros emblemáticos por el estilo, que generan tanta curiosidad como interés en conductas diferentes y hasta heroicas en algunos casos. ya mencionamos la cercanía con a los trece, pero también debe citarse el diario de zlata, la niña croata que escribió sus vivencias durante el sitio de sarajevo o el notable desde mi cielo, testimonio novelado de una violación a los catorce, narrado con elegancia y convicción por alice sebold desde su propia experiencia. pero podría ser, en ese abrir de historias juveniles, de casi niños o niñas, la peripecia de un sicario colombiano. la diferencia está, seguramente, en el poder provocador del sexo, y de que la chica vive en un pueblo periférico de un primer mundo que suele esconder conflictos tan terrenales como la búsqueda desesperada del placer entre modelos de consumo frustrantes y hasta vulgares.
melissa p. es la niña libertina, y sus relatos no esconden, en lo más mínimo, la exacta percepción de la adolescencia pura, esa que se vive entre los catorce y los dieciséis, en la que la curiosidad y la necesidad de ingresar en el mundo adulto suele llevar a experiencias radicales, vividas con apasionamiento y en ocasiones sin ninguna clase de reglas. como modo de exorcisar su peripecia singular, que la llevó a ser la lolita de un profe de matemáticas y la amante clandestina de varios adultos, prefirió escribir su historia, exponerla. y son esas historias la que develan la otra cara: la de la dureza del aprendizaje, la de la frialdad y la desesperación por encontrar algo diferente más allá de la superficialidad del sexo o los riesgos que van en aumento, incluyendo experiencias sadomasoquistas y hasta una violación provocada.
a los lectores conservadores parece preocuparle poco esa verdadera zona oscura del relato, mientras se obcecan en la calidad porno o no de los escritos. también los hay quienes, en el otro extremo, critican el carácter moralizador de cien cepilladas es probable que se equivoquen, porque –en esencia- si el libro encierra una redención final (melissa p. la alcanza al enamorarse y formar pareja con un chico de su edad), lo es por motivos literarios (así se cumple la fábula infantil de aprendizaje) y por coherencia del personaje (más allá de todo, a los diecisiete el camino es otro, tan lejano, diferente y tempestuoso como el pasado que se narra).
en definitiva, cien cepilladas es un libro provocador, que abre al lector la posibilidad de sumergirse en un tiempo perdido, quizás uno de los más turbulentos de la experiencia humana.
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