El disco Jessico (Pop Art, 2001) convirtió a los argentinos Babasónicos en la banda más sofisticada y sorprendente de la escena del rock latino. Los liderados por Adrián Dargelos acaban de lanzar Infame, un cancionero decididamente retro que está entre los mejores discos del año. Vale la pena, antes que nada, entender de qué se habla cuando se dice “retro”.
Desde hace un par de años, la Rolling y la NME, las revistas
que marcan la tendencia en la escena rock solo hablan del retro-rock. Strokes,
Hives, Vines, White Stripes, decenas de nombres nuevos, de bandas cuyos
integrantes apenas pasan los 20 años y visten como sus tíos reventados de los
60 y los 70. Y casi todos son buenos muchachos que cuidan su producción de
viejos peinados nuevos y ropas cuidadamente elegidas.
Al escuchar cualquier canción de estas bandas se constata la
reivindicación del riff, de la guitarra (abandonada por la electrónica y
despreciada por el pos-rock de Radiohead), y de sonidos y melodías que estaban
perdidos en viejos discos de vinilo. Si bien el retro no llega a ser un
movimiento novedoso -más allá de la paradoja subyacente en esa expresión, y no
debemos olvidar el lo-fi underground del movimiento indie y obras maestras como Tenager
of the year de Frank Black grabado en 1993 con cuatro canales-, lo que sí
resulta novedoso es que Strokes haya vendido millones por BMG, los Vines hayan
tocado el cielo con su cd publicado por EMI y que los Hives hayan firmado el
contrato más grande de la movida, de 10 millones de dólares uno encima del otro
con la casa Universal.
La síntesis retro queda explicitada de la mejor manera en
Strokes y White Stripes, las dos bandas más consistentes de la nueva ola.
Podrán encontrarse señas de Stooges, de la new wave neoyorquina en cada canción
de los Strokes, pero el resultado es increíblemente original, único, incluyendo
la extrañeza de volver al presente el gesto de club típico de los años 70. En
el caso de los White Stripes, tantos se han empeñado en colocarlos como
plagiadores de Neil Young, que no se percatan de la contemporaneidad que
explota en cada riff y en cada lirismo del dúo.
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