EL TIGRE DE MAO Y EL CASCABEL
El cineasta Jean Luc Godard y el músico australiano John Cage,
dos referentes claves de los explosivos años sesenta, tuvieron un inesperado
encuentro en Paris durante un ciclo de performances que Cage realizó en la
capital francesa. En un principio, Godard grabó un par de conversaciones con la
idea de publicarlas en la revista Cahiers de Cinema, pero debido a ciertos
enfrentamientos que mantuvo el cineasta tras el estreno oficial de su filme
"Week End" -en 1968- con el editor de Cahiers, los originales
quedaron en el olvido. En un reciente viaje a París, el crítico de arte
argentino Julio Sánchez (también periodista de La Maga), llegó a los
manuscritos ya olvidados por Godard, y éste se los cedió con el fin de
publicarlos en el Río de la Plata por cuenta de la "Comisión de
Homenaje a John Cage y Conchita López".
Aunque no existen detalles del lugar y fecha
exacta de la entrevista, podríamos suponer que ambos estaban en una habitación
pequeña, enfrentados alrededor de una mesa redonda, con una lámpara en vaivén
formando extrañas sombras en las paredes. Una escena similar sucedió en el
filme "Alphaville". Vemos entonces a Jean Luc limpiando obsesivamente
sus lentes y a Cage, el célebre creador de las neo-zarzuelas, por momentos
creativamente desconcentrado.
Godard:
John, a la vez que quedé asombrado por la primera de tus performances y ya
sabía de tus antecedentes, me sorprendió que recibieras apoyo institucional por
parte del gobierno francés... teniendo en cuenta la posición y actitud de casi
todo el medio artístico después de las revueltas estudiantiles y obreras de
mayo.
Cage: Fui invitado por el gobierno anterior.
Godard:
Pero De Gaulle hace como veinte años que está en el poder.
Cage: ¿Vamos a hablar de arte o de política?
Godard:
Van mezclados. Hablando de actitud, claro. En mis películas, por ejemplo, no
busco precisamente quedar bien con...
Cage: ...¿Acaso pensás que mis performances
reivindican cualquier forma de poder? Nunca pensé que fueras tan stalinista.
¿Realmente viste alguna de mis 31 performances en base a la temática del zen?
Godard:
Bueno, tendré que serte franco; varios colegas, incluso mi director de
fotografía, no aguantaron y dijeron que lo tuyo era una especie de
"evasión pequeño-burguesa". Pero yo, que me quedé hasta el final, fui
sorprendido gratamente por esa misma repulsión, que la considero violentista
pese a su pasividad... además había una chica muy guapa, no sé si la viste...
que decía venía de Nueva York, que había estado con Warhol...
Cage: A la primera parte de la pregunta, te
contestaría lo siguiente: hay tanta gente cuerda en el mundo que condena mi
locura y yo sin embargo nunca cuestioné su cordura... Sobre la segunda parte,
te diré que le dicen Beavis ("Conchita") y usa ropa interior negra.
Godard:
Tenés todos los vicios intactos, pese a tu edad.
Cage: Es el zen... y no preocuparme tanto por
los monigotes que mueven la política.
Godard:
Seducir en el arte es todo un tema y tu creación parece manejarse
equilibradamente entre la frialdad y la seducción. Te veo oscilar entre lo
conceptual y la necesidad imperiosa de acercarte al público.
Cage: De tu frase anterior sólo me quedo con
una palabra: oscilar. Oscilar, oscilar, ir hacia adelante, ir hacia atrás,
equivocarse, acertar. Intento ser sincero, no es que intente no equivocarme.
Godard:
¿Sincero?
Cage: Básicamente desde el título,
"Visión turística del Zen", esta serie de performances no intenta
nada más que el posible acercamiento de un occidental a aspectos que me
deslumbraron de Oriente.
Godard:
¿Cómo es el camino de un músico culto a desarrollar caminos más osados,
vinculándose incluso a las viejas vanguardias? Supongo que debe haber habido
una ruptura interior.
Cage: Ante todo siempre fui un desatento.
Desatento no es lo correcto, sería como cuando uno no está concentrado en una
idea o estás lejos de ella. Siempre estoy mirando desde dentro y desde afuera
lo que está ocurriendo alrededor mío y cuestionándome la dirección hacia dónde
iba lo que hacía. A veces me quedaba totalmente afuera de mis propias obras y
otras veces quedaba atrapado por semanas o meses sin poder salir ni siquiera en
sueños de una obsesión...
Godard:
Parece, más que un juego de palabras, un juego extraño de creación, un
laberinto por cierto muy narcisista.
Cage: Es que nunca quise ser un gran músico.
Sólo quiero ser un artista. Todo artista es narcisista. Pensá en el viejo aquel
que armó todo a su imagen y semejanza.
Godard:
Pero hay momentos en que nos involucramos con otras personas. ¿Cómo maneja
Narciso a sus músicos, a sus actores? ¿O son meras piezas?
Cage: Cuidado que el pez puede morir por la
boca. Una vez leí en una entrevista que decías que los actores son precisamente
engranajes; los ponías al mismo nivel que un rollo fotográfico o un spot.
Incluso te calificaron de fascista. Si bien el cine no es mi fuerte, el
distanciamiento brechtiano en tus películas...
Godard:
¿Brecht? Si sucede así, no me di cuenta.
Cage: Veo que te llevás a los tropezones con
tu Narciso... ¿No hay mucho Brecht en como plantás a Anna Karina de espaldas o
en el intercalado de carteles?
Godard:
Perdón, creí que yo era el entrevistador. O sea, no me toca hoy ser víctima.
Soy tu victimario, John.
Cage: Para los orientales no sería tan clara
tu aclaración. ¿Quién es el perseguidor? ¿El Cortázar al que le robaste el
cuento "Autopista del Sur" para la película "Week end"?
Godard:
¿Leíste la traducción al chino o en australiano?
Cage: ¿Tenés alguna pregunta más?
Godard:
Tengo varias. Ahora te voy a hacer una que me sugirió Anna: ¿Te has dado cuenta
de lo desventajoso que es ser enano y miope?
Cage: ¿Tenés un espejo?, te respondería
Swift. Jean-Luc, ¿no íbamos a hablar de Arte?
Godard:
¿De Arte? ¿Tenés idea desde cuándo arte se escribe con minúscula?
Cage: No.
Godard:
Creo que fue tu adorado Tristán Tzara, que sin duda copió tal idea a Balzac.
Cage: Tus gafas y tu pequeñez me recuerdan
los peores momentos de Breton, siempre tratando de ordenar el caos, de
encontrar los límites, siempre mezclando arte con política... sus bajadas de
pantalones con el partido comunista francés. ¿Y tu carnet del partido, Jean
Luc?
Godard:
Sabes bien que no tengo, que no confío en sus objetivismos revolucionarios y en
su burocracia. Parece que no estás bien informado: hacer cine político no
significa ser izquierdista, ni mucho menos pro-soviético.
Cage: Un español solía decir que quería hacer
arte de frontera, creo que fue Machado; es difícil mantenerse en el filo de una
hoja de afeitar pero tiene su atracción. Sobre todo si ésto se intenta a ciegas
sin tener claro hacia dónde se va, sin tener claro de dónde se viene, sin tener
claro si hay algo más allá del filo, sin tener claro incluso si el filo existe
y todo ésto no es tan sólo un texto oriental mal traducido.
Godard:
¿Y por qué tanta luz blanca en tus performances? Pareces alumbrar, iluminar y
sin embargo tus palabras resultan una obsecuencia por la oscuridad.
Cage: Oscura fue la definición que hasta hace
poco la mayoría de los críticos hacían de mi obra. Por eso tal vez el exceso de
luz de ahora, los lentes blancos, los ojos cegados, limitados, atrapados,
pendientes de la luz o deslumbrados. Siempre llevándola, cargándola,
maldiciéndola.
Godard:
¿Desde cuándo te sedujo definitivamente lo oriental?
Cage: Desde que comí mi primer trozo de
"tofú".
Godard:
¿Y los sonidos de Oriente, tan extraños para un occidental?
Cage: A los músicos les entrego para que
improvisen una breve frase que apunto a veces en el recorrido desde el Hotel
hasta el lugar de la performance. Tienen absoluta libertad y aunque el germen,
la semilla, la tomo de Oriente, todo su crecimiento y desarrollo queda fuera de
mi. Incluso en ocasiones ofrezco la oportunidad de no tomarla en cuenta o de
desarrollarla negándola. Es otra forma del juego, un azar condicionado y libre
que tal vez me salve.
Godard:
Un poco de jazz, tal vez.
Cage: Free jazz zen, diría y con el apoyo de
tu gobierno francés.
Godard:
Ah, veo que te molestaste por lo del principio.
Cage: Para nada, sabía que me aguijoneabas para
que perdiera de algún modo el control.
Godard:
¿Pero no te arrepentís de nada de lo que has dicho ahora, o en otras
entrevistas o manifiestos... o tu firma en apoyo de Fidel Castro?
Cage: Inútil sería arrepentirme; como
intentar no contradecirme en la próxima nota, en el próximo manifiesto o en mi
apoyo a Cuba.
Godard:
John, alguna vez dijiste estar aburrido de la tontería europea y
norteamericana, ¿qué ciudad o lugar te gustaría para exiliarte de tal
aburrimiento?
Cage: Melbourne. Nací allí, allí vuelvo
siempre y tal vez alguna vez regrese definitivamente. También me gustaría
viajar más por Sudamérica. Y no me digas que ésto es muy beatnik.
Godard:
Sí, es un poco exótico.
Cage: Lo prefiero a Tánger. Me repuganaría
encontrarme con el charlatán de Burroughs.
Godard:
¿Publicarás tus poesías, o las mantendrás siempre inéditas?
Cage: Creo que cada vez seré más adolescente,
tal vez por eso mismo escriba más poemas con la sola intención de enamorarme. Y
sin ninguna intención de publicar: sólo una copia, o a lo sumo varias para
repartir, como lo hice en Italia hace algún tiempo. La intención es que muy
pocas personas los lean. Es otra forma de narcisismo o como ya me han dicho, la
forma más extrema de vanidad.
Godard:
Una especie de dispersión en el tiempo y espacio. Y el libro tal vez pueda
armarse por el azar.
Cage: Eso me recuerda a una profecía, a una
cosa extraña que me dijeron en un café de París el otro día: una gitana leyó
mis manos y me advirtió que las piezas del puzzle se armarían pocos tiempo
antes de fin de siglo. No sé, no puedo entender, pero quizás se refería a mis
poemas.
Godard:
Eso es una evidencia más de la religiosidad en tu arte.
Cage: Seguro, es fascinante, pero haré lo
posible para que eso no suceda. Me gusta desafiar a las predicciones; por lo
tanto dispersaré aún más mis textos. Hasta que no haya probabilidad ninguna de
unirlos.
Godard:
Una especie de lucha eterna contra el destino.
Cage: Como el personaje que hacía Belmondo en
"Sin aliento". ¿Qué coincidencia, no? Sabía que teníamos algo en
común. No te lo dije antes, pero soy un admirador total de tu obra.
Godard:
¿Será que estamos actuando el mismo argumento?
Cage: Sí, pero en las tomas de la poesía yo
entro de espaldas.
Godard:
¿Pensás que estos tiempos que estamos viviendo son liberadores?
Cage: No, se podrá avanzar en el terreno de
la libertad individual, en cierta sensibilidad que tiene que ver con las
fronteras del cuerpo. Pero todo ésto de la cultura joven, de las drogas, de
estallidos contra el poder, de las comunidades, no son más que un buen
espectáculo. La performance más brillante de los sesenta. Después volverá la
rutina de siempre.
Godard:
Quizás cuando el hombre pise la Luna.
Cage: A propósito, ¿quién pensás que llegará
primero, Jean Luc?
Godard:
A mi me agradaría ver a un chino plantando la bandera de Mao. Sería un buen
chiste.
Cage: Si, yo a los soviéticos no les veo
futuro tampoco en ésto. Aparte sería muy feo, quedarían como culpables ante la
civilización de haber derrumbado una de las más grandes ilusiones poéticas. La
luna... la luna... ¿por qué tanta ambición en llegar a ella?
Godard:
Capaz que confundieron como siempre metáfora con realidad.
Cage: O ética con estética.
Godard:
Claro, habría que citar a Einstein, cuando dijo que Dios no juega a los dados.
Cage: Es extraño, cada día queda mejor citar
a Einstein.
Godard:
La última pregunta por hoy, John, ¿quién le saca el cascabel al tigre?
Cage: Sería una respuesta que no te serviría
para nada.
...
(continuará)
(traducción: Gabriel Peveroni)
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