la mejor banda



La prehistoria oficial del rock del Río de la Plata, vivida con adrenalina, inocencia y gran creatividad bajo el influjo directo de la explosión beat, omitía habitualmente mencionar en su justa medida la obra de Los Mockers. No es momento de buscar razones, pero es muy cierto que Los Shakers pudieron desarrollar una obra más extensa (por lo menos un par de años más tocando y grabando discos) y que ninguno de los integrantes de Mockers continuó viviendo en Uruguay. Años atrás, el sello inglés Big Beat reeditó la obra completa de Shakers, en un verdadero acontecimiento editorial.
El cantante Polo partió a Europa después de un par de proyectos que se truncaron. El teclista Esteban pasó por Delfines y años más tarde se tomó un avión a España. El batero Beto fallecía en los primeros 70 en un accidente de moto. El guitarrista Jorge se radicó en Buenos Aires. Y, por último, el bajista Julio se embarcó y actualmente vive en Canarias. No quedó nadie en Montevideo para reivindicar directamente la historia, ni siquiera quien contara de las “hazañas” particulares de Esteban Hirschfeld (figura clave del rock español de los 80 a bordo de los Gabinete Caligari, por ejemplo). Tampoco quien se hiciera eco de las posteriores reediciones de Mockers y de la consideración de la crítica especializada que los ha señalado como “la mejor banda de rock de Sudamérica de los 60”, por esas mismas canciones que este mismo año el sello español Munster recupera –con la remasterización digital de Hirschfeld- en la edición de Complete Recordings.
El nuevo disco no es el primer intento de recordar la aventura Mockers, pero este 2003 parece ser una muy buena ocasión. En primer lugar porque la actual invasión retro permite acercarse más fácilmente al sonido de la época, sentirlo más familiar y contemporáneo. No es menor tampoco que la inclusión de un fragmento de una canción en una escena de la película 25 watts también haya ayudado a potenciar la pequeña “fiebre mocker”. Pero lo más importante es que el trabajo de Hirschfeld en el tratamiento sonoro lleva a que aquellas primitivas grabaciones en dos canales adquieran una energía más cercana a la original.
Los Mockers, realmente, son inigualables, y aquí no importa iniciar un tonto clásico de época con Shakers. Por algo la memoria de algunos músicos los guardaba en su justa medida (si no pregúntenle al mismísimo Charly García o a cualquier veterano de los sesenta de Montevideo o Buenos Aires). Polo, a la medida del bocón Jagger, nos transporta al beat en su versión más cruda, y el cuidado melódico –al igual que en el caso de Shakers- los revela como grandes creadores de canciones rock. Si bien la vida creativa de los Mockers fue muy corta, alcanza ese año 1966 para verificar el progreso de una banda que ya insinuaba un gusto por la sicodelia y por la oscuridad que transitaban entonces los Stones.
El disco, editado por el sello español Munster y que incluye grabaciones de incursiones televisivas de los Mockers (increíbles haciendo una versión de ‘Paint it black’), tiene distribución en Uruguay y se convierte en una de las recomendaciones del año. Más allá de la nostalgia, duele reconocer que en los locos 60 la cultura montevideana podía darse el lujo de tener bandas de primer nivel en un género que recién daba sus primeros pasos en la industria y en la subcultura juvenil.

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