argentina contada por un demente

Los escritos de Enrique Symns reunidos en "Fantasma de luz".
Los años ochenta, por diversas razones que no vienen al caso en este artículo, fueron un lugar y tiempo de colisión de diferentes corrientes de accionar el pensamiento. Si bien una lectura sesgada, oficial, marca ese periodo con un sino de derrota casi definitiva de utopías y radicalismos, previo a la fase de "fin de la historia" posmoderna, múltiples voces disidentes, contraculturales, mantuvieron discursos y activismos que hoy serían tachados de incorrección política extrema.

En los bajofondos de las ciudades occidentales, la resaca de la lisergia y el movimiento hippie, la prédica situacionista, la literatura beatnik y el amor libre, pero también las películas de Godard y los cercanos ecos del 68 francés, dialogaron con las expresiones punk y postpunk antisistema emergentes, quienes a su vez tomaron postulados del dadaísmo mezclado con Artaud y Timothy Leary. Un cóctel claramente peligroso si se lo mezcla, además, con otros ingredientes. Más allá de matices y de sesgos particulares, los movimientos y activismos de los ochenta mostraron una explícita disidencia a una 'alta cultura' rancia y conservadora. Muchos de ellos se expresaron a través de revistas contraculturales más o menos vinculadas a un nuevo periodismo que exigía una radicalidad extrema y consignas de moverse en los márgenes, traspasar límites y coquetear con el tan deseado y oscuro malditismo.

El gran tema es que muchas de esas voces han quedado invisibilizadas, o bien se conoce muy poco de su obra. En Uruguay, sin ir más lejos, con la particularidad de que esos años fueron signados por la salida de una dictadura militar de extrema derecha, la urgencia política estuvo acompañada por algunas expresiones que se salían de la agenda y provocaron reacciones airadas de voceros tanto del pensamiento de derecha como de izquierda. Uno de los grandes ejemplos fue la aventura editorial de la revista La oreja cortada, capitaneada por poetas, performers y estudiantes universitarios, entre ellos Héctor Bardanca, Uruguay Cortazzo y Lalo Barrubia, por nombrar algunos de quienes integraron el colectivo editorial. La oreja cortada, entre otras acciones provocadoras en el campo cultural, se plantó como pionera en la lucha por la legalización de la marihuana, pero también en temas como el feminismo, la libertad sexual y una decidida defensa del individuo. También, al igual que otros fanzines alternativos de la época, se encargó de conectar con eslabones culturales que habían quedado truncados por la violencia de la dictadura, sea por la censura como por la imposibilidad de la circulación de obras 'complicadas'.

Algo similar sucedió en Argentina, que supo dar en los años ochenta -a contrapelo de una movida rock bendecida por el affaire Malvinas- un under explosivo que tiene conexiones rastreables con los 60 y los 70, y solo así se explica que algunas de sus figuras no fueran precisamente adolescentes nuevaoleros sino veteranos que ya habían pasado los 30, curtidos por vidas duras, fracasos varios, exilios in/voluntarios, formaciones culturales diversas, siempre girando alrededor del rock, la literatura, las drogas y disidencias varias que pueden fácilmente conectar a los Redonditos de Ricota con Enrique Symns y Vera Land, o a Batato Barea con José Sbarra y Omar Chabán.

La revista Cerdos & Peces, invención de Symns, uno de los veteranos de la lisergia y viajes demenciales en playas brasileñas en los 70, fue uno de los nodos de esta forma de disidencia. El periodista se sacó las ganas de llevar al extremo una línea editorial en la que convivía la crónica pura y dura con columnas incendiarias, proclamas radicales y puntos de vista tajantes. Se contaban cosas que no salían en otros medios ni tampoco en los libros, dando otra versión a los lugares comunes de la prensa. Se defendía a la delincuencia y se exaltaba la marginalidad, el estar afuera del sistema. Se defendía el consumo de drogas y todo tipo de prácticas sexuales. La poética era áspera, directa, sin vueltas. Symns desarrolló su propio personaje, y como muchos otros performers de la época no dudó en llevar su compromiso al máximo, ofreciendo de alguna manera su cuerpo a la acción militante. Llevó a cero el límite entre ficción y realidad. Y el personaje que creó se metió sin ningún tipo de filtro en sus textos, en su revista, por lo que sus escritos -los de la Cerdos pero también de sus diferentes vidas, hasta el presente, recopilados en la edición del libro Fantasmas de luz- terminan construyendo una novela rara y bastante incorrecta, con un protagonista border, excesivo, muy poco querible, narcisista y por cierto un-poco-bastante megalómano.

No se trata de odiar o amar a un tipo como Symns. Jugar ese juego sería inútil y una verdadera tontería. En cada uno de los lectores de Fantasmas de luz, en todo caso, está la decisión de cómo experimentar sus escritos, aunque no precisamente debería hacerse la lectura desde una moralina contemporánea que no haría más que provocar una grieta frente a cosmovisiones por fortuna anacrónicas pero que sí deben descubrirse o redescubrirse. Porque, paradójicamente, escritores como Symns hay muy pero muy pocos y tienen una rara capacidad, más allá de sus fines o de lo discutible de sus acciones: son los que escriben lo que no se suele escribir. Así de sencillo. El valor de este libro no está precisamente en sus valores, que son altamente cuestionables (puede acusarse y argumentar con éxito una profunda misoginia de Symns, o altas dosis de pedofilia, por ejemplo), sino en los cuestionamientos constantes que hace el escritor de su entorno, de sí mismo y de la sociedad, en este caso la argentina, que se parece tanto a la nuestra.

La publicación de Fantasmas de luz debe verse también en el contexto de su propia desventura personal, la de un hombre que vive en un desbarranco constante desde hace por lo menos treinta años y que no logra hacer pie ni empatizar con los que viven de día. Y eso es parte medular de lo que termina 'narrando' Rodolfo Palacios como editor (fue quien se encargó de prologar, recopilar y darle orden a los diferentes artículos, escritos y poemas), al presentar al principio los textos más potentes en lo ideológico y las crónicas más distanciadas, para dejar paso, desde la mitad del libro hacia adelante a textos con una autoficción recargada y que se regodea en la caída física y moral.

Entre la inocultable 'chismografía' que recorre parte del libro, inevitable en un personaje que fue arte y parte del under porteño de los 80, se encuentran muchas y variadas referencias al Indio Solari (una amistad rota que nunca se recuperó del todo), a Omar Chabán (lo defiende a morir), a Miguel Abuelo (se cruzaron a golpes un par de veces), a Luca Prodan (lo reivindica), entre otros, y si bien se disfrutan esos apuntes pintorescos, lo mejor y más disfrutable está en los personajes anónimos, en dealers y yonquis, en prostitutas y laburantes que habitan las decenas de pensiones donde fue a parar en reiteración real, así como también en amigos y amigas, poetas desconocidos y un largo etcétera que incluye dos inspirados textos dedicados a dos de sus héroes, uno a Charles Bukowski y el otro a Hunter Thompson.

No quedan dudas que el personaje que Symns arma en sus escritos tiene muchísimo de Bukowski y de Thompson, y esa conexión es la que en buena parte explica que la marca dejada por la Cerdos & Peces sea tan importante para los que se formaron leyendo la revista. Se recupera en el libro el texto "El mundo contado por un demente", publicado en el año 2005 por la revista La Mano. Se trata de un perfil sobre el célebre periodista gonzo. Symms afirma, entre otras cosas, que Thompson es uno de los escritores más importantes y quiźa menos leídos de los Estados Unidos. Y agrega, en otro momento de la crónica: "Mi propio destino como periodista y el rumbo de la revista que yo había concebido a principio de los 80 estuvieron entrañablemente unidos no solo al estilo de escritura inventada por él, sino también por la legendaria postura existencial que caracterizó su proceder en los años 60. (...) Thompson quizá sea el primer disidente toxicológico que convirtió su disidencia en una forma de vida".

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