memoria punk


Se cumplen 35 años del "río de libertad". De aquella imponente manifestación antidictadura se viene hablando, y mucho, en estos últimos días de 2018. Es un buen signo de reafirmación democráctica, que cobra importancia coyuntural ante la perspectiva de que algunos se atrevan a cruzar, en el discurso político y en la acción, a un otro lado peligroso, operando con ideas falaces como la de "sacar los militares a la calle" para controlar la seguridad pública, o lisa y llanamente apelando a fake news y a cínicos negacionismos con la idea de emular el éxito electoral que tuvo Jair Bolsonaro en Brasil.
La foto del "río de la libertad", del multitudinario acto celebrado en el Obelisco en el año 1983, sigue quedando por lo menos incompleta si nos dejamos llevar por la simplificación: acto de masas-elecciones al otro año-retorno a la democracia. No hubo final plenamente feliz en la épica de la caída de la dictadura, como indica esta lógica de pensamiento. Lejos estuvo de ser así. Esos años fueron bastante más complejos y duros, y se vivieron en un contexto de país militarizado, circunstancia que continuó unos cuantos años más, y hoy está más que claro que el eufemismo "retorno democrático" o "transición" hizo lo posible por ocultar -entre otros temas relativos al no desmantelamiento del aparato represivo del estado- que se trató de una democracia tutelada que nunca detuvo la práctica de razzias, prohibiciones y represión hacia los más jóvenes.
En este contexto es que cobra especial relevancia, como constatación de un estado de ánimo generacional que lejos estuvo de ser simbólico, la obra musical Montevideo agoniza. En una lectura simple, el disco de Los Traidores se entendería como un grito trasnochado, una disidencia de "rebeldes sin causa", si se piensa en que la fecha de publicación es el año 1986. Pero esa es una lectura errónea, que incluso en la época se llegó a instalar desde una intelligentzia cultural, de izquierda, un tanto maniquea. Fue en todo caso una lúcida mirada desde la canción, sin ningún tipo de maquillaje, sobre lo que en realidad pasaba en la calle. Emblema de una generación, Montevideo agoniza no fue tampoco una única y rara fotografía sintonizada en un gris que explicitaba decepción política y signos de percibir ausencia total de futuro y utopías: se sumaron instantáneas musicales de Los Estómagos, Los Tontos, Guerrilla Urbana, Cross y la potencia gráfica de la portada de Cerca del fuego, único disco publicado por ADN para mostrar que el gris y la decepción eran -en todo caso- una percepción colectiva. Aquello del "estamos mal, estamos mal", que cantaban los Neoh 23.
No debe tampoco olvidarse la relevancia de publicaciones como G.A.S, fanzin alternativo que comenzó a darle espacio a jóvenes ilustradores, entre ellos Pedro Dalton, y un poco más tarde la aparición de revistas como Vagón, Smog, Café a la Turca, que si bien no tenían una impronta punk como G.A.S., cobijaban a iustradores y guionistas inspirados mayormente en la revista Fierro, con  estéticas que remitían a la contracultura y a universos distópicos y poco agradables. Entre estos nuevos ilustradores estaba Daniel Turcatti, quien además de dibujar y publicar sus primeros trabajos en Vagón, se subía al escenario como guitarrista y cantante de la banda Neanderthal, banda de la "familia" sónica de Buenos Muchachos y Chicos Eléctricos. Turcatti, que siempre se mantuvo incondicional al estilo de Robert Crumb, figura estelar del comic underground, este año 2018 publica, en dupla con el guionista Jorge Rodríguez, una novela gráfica-histórica sobre esos años.
Partagás es otra de esas fotografías necesarias, sin pelos en la lengua, que todavía escasean para contar ese otro lado del relato no-tan-feliz. Es una historia ambientada en Montevideo, en el invierno de 1984, que tiene como protagonistas a un grupo de punks y se centra en la historia de amor entre el hijo de un general (Luis Alberto) y la hija de una militante de izquierda desaparecida (Luci). Están todos los condimentos del tópico "mucha policía, poca diversión": embole, estrategias para salir del embole, rock, fumo, playas de Rocha, hongos, deseos imperiosos de irse a la mierda, todo mal, traiciones, persecución, brigada de narcóticos, violencia.
El escenario principal es Montevideo (áspera y decadente, como lo fue la Montevideo de los 80) y la banda sonora incluye a Los Estómagos y Los Traidores. Hay espacio -más allá del territorio ficcional donde se juega la tragedia en plan Romeo y Julieta, para que Turcatti, en blanco y negro, trazo realista y decididos aires de viñetas underground, haga numerosos guiños a sus amigos y cogeneracionales, y también a lugares como el legendario Partagás, local de maquinitas de Pocitos que fue lugar de reunión de los punks de Viejo Pancho y alrededores.
La importancia de Partagás -más allá de sus aciertos técnicos y literarios, que se sobran para colocar a esta novela gráfica con particular destaque en la producción local- radica en lo que se viene afirmando, en presentarse como una de las foto de las que faltan para armar el puzzle emocional de un tiempo que dejó uno de los mayores niveles de represión y de emigración juvenil. Hoy, que los niveles de libertad individual son incomparables respecto a los años 80, estos retratos duros y sin concesiones son la evidencia de que el "río de libertad" se defiende con mayor eficacia si se exhibe la fotografía completa y se exigen de una vez por todas explicaciones para que no vuelva ocurrir -por ejemplo- la falta de respuestas que tuvo Luisa Cuestas, que bien puede proyectarse -en la ficción de Partagás- en la tragedia vivida por la abuela de Luci. Porque Partagás es, ante todo, una novela contra la impunidad y la represión, mientras suena -eso sí, siempre implacable y en tiempo presente- 'Montevideo agoniza' o cualquiera de las canciones de Los Estómagos.


No comments:

LAS MÁS LEÍDAS