"Vuelvo
a mi veta roquera", dice Rossana Taddei. La frase se acerca a
una posible definición de Cuerpo eléctrico,
pero difícilmente sea 'exactamente eso' un nuevo disco que
mantiene estables las mismas coordenadas de la 'banda Taddei',
porque sigue siendo (casi) el mismo equipo, esta vez con Etchenique
en los palos, Montoro en la guitarra, Moya en el bajo y Rossana en
guitarra, voz y composición (el que no figura en el equipo
'eléctrico' es Herman Klang, pero sí está en las perillas, orfebre
de lujo, Gastón Ackerman).
No es -está más que claro- el mismo sonido de Pescando
el cielo, ni tampoco el de
Semillas. Hay un
cambio de sintonía. Hay un cambio de estado. Hay un punto de fuga de
la organicidad de MinimalMambo al sonido de banda. Hay un cambio
también en el tipo de canciones que salieron, o que fueron
convocadas, o mejor dicho se fueron ordenando en esta vuelta roquera
de Rossana Taddei, que tampoco es estrictamente rock, ni blues,
porque nada aparece muy puro que se diga en Cuerpo
eléctrico.
Dice
Taddei: "En la construcción de Cuerpo eléctrico las
canciones vinieron de diferentes formas: primero la letra, o partes
de letras; o primero la música y después la letra; o primero un riff
y después una armonía; o primero la armonía y las secuencias de
acordes y luego las melodías. Todas las combinaciones que se te
ocurran. Pero la intención desde un principio fue hacer un disco
para el lado del rock y el pop rock crudo. Hace dos años que vengo
componiendo con la guitarra eléctrica, así que las canciones de
este período van acompasadas con estas sonoridades y conceptos...
Vuelvo a mi veta roquera".
Rockola
Dejemos
a un lado, por un momento, al rock, y también a las consideraciones
introductorias sobre el sonido. Entremos al disco, por la entrada,
como se debe hacer. Play/Jugar/Escuchar. "Eso se sabe",
como bien canta Taddei, despreocupada, con cierta ligereza, en la
canción que inicia el viaje. Más que cantar, lo que hace es
deslizar palabras, casi sin esfuerzo, moviéndose a piacere
entre melodías y tonos. "Eso se sabe, eso se sabe", repite
Taddei, y deja claro en esa primera canción, y en la que viene
después, que se llama "La primera canción" y hace que
todo se confunda un poco, porque en definitiva el disco no es más
que el juego de una banda rockeando y disfrutando como el más
afiatado cuarteto de jazz.
La
banda se nota más fuerte, más vibrante, en esas dos primeras
canciones. Pero no es estrictamente una subida de volumen sino de
distorsiones, de agudos, de capas de guitarras, y también de cortes,
quebradas y fusiones que dejan entrar trazas de blues, de funk, de
rock. Tampoco es que se llenen más los espacios. Al contrario,
entramos a un disco muy blanco, luminoso, sensación que dialoga con
el arte de portada, con su tapa toda blanca, un colibrí eléctrico
en un ángulo y un cuerpo de letra eléctrico para dar el título del
disco, con letras finas, casi quebradas.
La
voz de Rossana está más suave, más baja que en otros discos. Se
deja envolver por los riffs y los climas, y aparece más más hablada
que cantada. Así ocurre en "Eso se sabe", en "La
primera canción", en "Fábrica" (un oportuno diálogo
con la voz de Mandrake Wolf, un vaivén de dos voces sobre un blues
más blanco que azul), en la sorpresiva "Limón" (tan
crudamente pop, tan sencillamente perfecta), canción que hace una
gran dupla con "Torbellino felino" (que envuelve la
fragilidad de "Limón" en una ambición más riffera, luego
explosión funk y la voz que se abre y se vuelve bien negra).
Equilibrio
El
disco recorre con elegancia eléctrica su primera mitad. Son todas
canciones cortas, como si fueran fotografías rápidas y cuando
apenas se mueve un poco el foco (o la acción), viene otra foto. Como
que se escapan, como si fueran acaso inapresables, tan eléctricas
como quebradizas. En la segunda mitad hay lugar para otras muy buenas
canciones. "Creo que volé", por ejemplo, es una canción
equilibrista, donde la guitarra y la voz caminan en un pretil. "El
vacío llenando el vacío", dice/canta Taddei en "Ilusión",
que va cerrando el disco junto con una versión de "Amandoti"
(de los CCCP, conocida en Uruguay por intermedio de Exilio Psíquico)
y la traducción al francés, al 'cuerpo eléctrico', de "Poder
sonreir".
Después
de ese final luminoso, es necesario volver a
las primeras preguntas. ¿Es una vuelta al rock? ¿Es este disco más
físico que otros? Dice Taddei: "Es muy físico y muy
metafísico también. Las canciones de este disco tienen físico,
espíritu y poesía; el nombre de este disco reúne estas partes".
(*)
En una de las canciones del disco se cita al poema "Yo canto al
cuerpo eléctrico", de Walt Whitman.
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