ese asunto del color


dos aproximaciones posibles al libro "El color pharmakon", de Fernando López Lage.

pretexto (apoyo textual para presentación pública):
Fernando me invitó a ser uno de los presentadores de su libro El color pharmakon y acepté al instante. Sin pestañear, sería la imagen correcta. Sin dejar entrar la mínima duda ni el temor -por cierto real, si lo hubiera pensado unos segundos- de no estar a la altura de las circunstancias.
No pinto. No sé nada de color. No tengo idea de teorías sobre el color. Y si me aprietan, ahora mismo, incluso luego de haber leído el libro, puedo errarle feo en temas tan simples como los colores complementarios o la importancia de tipos como Goethe en este asunto .
Sin embargo, y esto lo sabía cuando recibí la invitación, la lectura de un ensayo siempre es removedora y positiva. Por un lado, permitía un poco de descanso entre tantas ficciones y autoficciones de las que soy algo más que adicto, y por otro lado presentía que este libro podía darme vuelta la cabeza, o mejor dicho explicarme algunas cosas que tenía más o menos desconectadas entre sí en mi rol de turista del 'maravilloso mundo del arte (contemporáneo)'. De hecho, fue lo que pasó. Puedo decir que El color pharmakon es un libro mapa de buena parte del arte contemporáneo uruguayo, pero también una historia del color y de sus connotaciones políticas en el arte universal, y que Fernando tiene la inteligencia de plantear al color pharmakon como una herramienta, un arma, una posición, una necesidad, y otras tantas posibilidades, pero con la certeza de que es indefinible, aunque no precisamente abstracto... digamos que es algo que por suerte tampoco podré definir, porque eso viene a ser el pharmakon, un misterio, pero no un misterio a resolver sino un misterio provocador y con la singular capacidad de perturbar el presente, más allá de contextos espacio temporales... Y ya me fui adonde no quería ir, que es a tratar de explicar algo que no requiere explicación, porque si sigo este camino lo que hago es oscurecer algo que está más que luminoso en las páginas del libro.
Dije que es un mapa. Lo es. Y como lector hice mi propio trayecto, o mejor dicho mis propias conexiones, sobre todo en la segunda mitad del libro, cuando Fernando sale de su inspirado personaje de docente, de la formulación de un mapa y un contexto general, para entrar en su propia historia. Fernando empieza a contar entonces sus propias vivencias, en un tono de autobiografía que envuelve a historias compartidas que tienen que ver con la resistencia a la dictadura, con ciertos enfrentamientos generacionales, con el taller de Hugo Longa, con la creación del Fac y con otras tantas historias alternativas que me fueron envolviendo y emocionando, no tanto por ser comunes, sino por ser esclarecedoras, luminosas, combativas y con la certeza de que ciertas intuiciones, y vueltas en el aire que dieron y dimos tantos jóvenes de los 80 y de los 90 no fueron en vano sino que forman parte de esa gran cosa que podría llamarse conspiración pharmakon, si se opta por la posibilidad de que deje de ser un color para iluminar otras trincheras del arte como la música, la literatura, las artes escénicas.
No pinto. Ya lo dije. No sé nada de color ni de teorías sobre color. Es cierto. Pero también es cierto que el color es una preocupación, es parte del lenguaje y entiendo que fui afectado por el pharmakon, por suerte, desde hace muchos años. Las pinturas de Juan Uría, tal vez fueron mi primer contacto, o desacomodo, a lo bien aprendido de Torres García y otros pintores más o menos tradicionales y figurativos que están allí desde mi infancia. Una vez entré a la colección Engelman Ost y vi por primera vez obras de Hugo Longa. Me estalló la cabeza. Ahora me lo explica todo Fernando en su libro, pero recuerdo la sensación de sentir que esas obras eran algo así como el punto de partida de muchas otras cosas que me interesaban, que me gustaban; desde los collages de Dani Umpi a las pinturas de López Lage, o lo que producían artistas como Sergio Porro, Agustín Sabella, Paula Delgado, las fotos de Carolina Sobrino y tantos otros ejemplos, y las conexiones que fui haciendo también tenían que ver con el Cuarteto de Nos, y con otras tantas cosas de las que podríamos hablar mil años.
Un momento central de la historia que cuenta Fernando es cuando se refiere al impacto que le produjo una obra que vio en la sala del Notariado, una obra de su profesor de Matemáticas, un tal Alfredo Torres... ¡Compartimos un maestro, Fernando! Porque Alfredo escribió años en Posdata y fui su editor, lo que me permitió aprender muchísimo de arte, del oficio de la crítica, o más bien del ejercicio de conectar o dar pistas sobre una acción artística a través de la palabra.
No hace muchos años empecé a escribir sobre exposiciones de arte. No puedo dejar de reconocer la influencia de Alfredo, también la del Darno y sus columnas en Posdata, la de mi 'padrino' Raúl Forlán... Pero me fui otra vez de tema, o de asunto, así que aprovecho para irme a lo más personal, a la inquietud que tuve hace un par de años por meter en la portada de Los ojos de una ciudad china una obra cien por ciento pharmakon, o sea una pintura de Fernando López Lage... Conexiones, en fin, que se aclaran un poco más con este libro im-pres-cin-di-ble.

texto (borrador casi final de artículo para ser publicado):
Hay libros en el campo del arte que se vuelven algo más que necesarios, que se convierten en esenciales por la particularidad de construir relatos que antes estaban en situación de invisibilidad, o bien porque resultan poseedores de la virtud luminosa de redefinir mapas. El color pharmakon, de Fernando López Lage, genera ambas sensaciones, en un vaivén que juega entre teoría y práctica, entre un tono inicial de ensayo hererodoxo sobre el color y un desarrollo posterior que se vale de la mirada autobiográfica para exhibir la práctica y deriva de redes generacionales vinculadas en tiempo y escenario a la posdictadura. Es un libro que propone un mapa de los años 80, porque allí tiene su centro y también su punto de fuga.
López Lage es, primero que nada, un artista de los que entienden el arte como un territorio problemático y a problematizar. No es el arte, en su vivencia y práctica, una zona de confort, ni tampoco un espacio de catarsis relativa al tiempo de ocio personal. López Lage es un pintor cuya obra se reconoce por una paleta de colores fuertes, que se escapa de lo figurativo y también del plano, que condensa un discurso político y generacional, y que logra hacer convivir la práctica creadora con la docente, articuladas ambas en la acción grupal y colaborativa a través del fac (Fundación de Arte Contemporáneo). Es un artista que conecta además una fuerte disidencia al mito torresgarciano y que a grandes rasgos se muestra como activista de una familia de artistas que a lo largo de tres décadas ha dejado señas claras y una posible identidad 'pharmakon'.
El color pharmakon no debe ser leído como un ensayo técnico. Tampoco su lectura define con claridad la propia esencia 'pharmakon'. De hecho, esta esencia se muestra como intangible y resbaladiza, en una condición de misterio a resolver pero nunca dicho, en todo caso de posible sobreentendido generacional que parte de coincidencias no precisamente artísticas. El plano teórico, como ya se dijo la primera parte del libro, transita diferentes planos (la teoría del color de Goethe, por ejemplo; la importancia capital del pop art y de la figura de Andy Warhol en el siglo XX), dejando claro que la historia del arte puede ser vista y analizada desde una perspectiva -obsesiva y recurrente- sobre el color. ¿Qué sabemos del color? Todo y nada. ¿Qué podemos decir de él? Que las decisiones que toman artistas y público terminan siendo políticas, con influencias coloniales o no, muchas veces expiando asuntos relativos al poder, a distintas formas de discriminación o de racismo puro y duro.
En la segunda parte del libro es cuando López Lage abandona el tono docente, más o menos especulativo, y se decide por un bienvenido discurso autobiográfico. Es una muy buena decisión, que el lector agradece, porque el ingreso a la práctica artística y vital de López Lage conecta con un tiempo y espacio definido. El centro se desplaza a la figura de Hugo Longa, pintor que López Lage coloca en el lugar de mito y que no hay dudas de que articuló una obra donde el color se muestra vibrante, explícito y tantos otros adjetivos que condensan una posible acción 'pharmakon'.
A partir de la obra de Longa, y también de su discurso como maestro de jóvenes pintores, es que empieza a expandirse esta práctica que dialoga con referencias que se vuelven inmediata zona de conflicto en los debates de la posdictadura y en la izquierda cultural. El planteo liberador de Longa, expresado sobre todo en el color (definible en un plano político como anticolonial, antieuropeo) se mezcla con ideas punk, con el popart, con la posibilidad performática y de salir del cuadro, y también con la necesidad de discutir mitos históricos y resignificar, por ejemplo, el episodio de Salsipuedes, icónico del exterminio indígena en Uruguay. Es una coctelera en la que entran desde las pinturas de Sergio Porro y las canciones de El Cuarteto de Nos, hasta la frontalidad discursiva del grupo Movimiento Sexy. Y, por supuesto, la mayoría de las decenas de artistas que pasaron por el fac, empezando por López Lage, que además de desarrollar una de las obras claves de la generación de la posdictadura tuvo la honestidad de compartir sus ideas y su praxis en un libro que es de lectura imprescindible para todos los interesados en las movidas culturales, en las rupturas y en los relatos alternativos.


No comments:

LAS MÁS LEÍDAS