Hay
un impulso fortísimo, muy intenso, que en algún momento parece
volverse bastante más que una necesidad o un simple capricho de
cantante. No puede explicarse de otra forma el desvío tanguero de
tantos intérpretes que vienen de otro 'palo', para el caso
rioplatenses, muy especialmente de nombres que durante años, a veces
hasta un poco más de media vida, habían hecho carrera o transitado
los caminos del rock (también sin ir más lejos hay buenos ejemplos
en la escena tropical, o en la del canto lírico).
Esta
tendencia de cambio de género de cantantes no refiere precisamente a
la tanguez, ese borde en el que se mueven cancionistas como Fito
Páez, Lisandro Aristimuño, Malena Muyala o Garo Arakelian, que por
cierto cantan y lo hacen muy bien, todos ellos ejemplos disímiles y
siempre excluyendo de la lista los resbalones tangueros de Andrés
Calamaro (desatinos tan memorables que está la tentación de llegar
a ser acaso defendibles). La referencia es directamente a cantantes,
y ahí la lista se acorta -si vamos a los casos más sonados- a
Daniel Melingo, a Mónica Navarro, a la recién iniciada carrera de
Gabriel Peluffo, y también a la voz aguardentosa de Omar Mollo, un
veterano metalero, hermano de Ricardo (el de Sumo y Divididos), que
encontró y desarrolló su veta tanguera lejos de Buenos Aires,
después de radicarse en Europa escapando del desastre de la
Argentina del 2001. Mollo se puso a cantar, a grabar discos de tango; dejó
salir una voz y un estilo de alta expresividad en sintonía con las
formas y maneras del Polaco Goyeneche, de alguna manera un puente
inevitable entre bohemias callejeras porteñas.
El
punto de inflexión en la carrera de Mollo se da con el disco
Tangamente
(2015), ganador de un merecido Gardel y nominado al Latin Grammy.
Consolidó con ese éxito una década de grabaciones y de encontrar creciente receptividad en escenarios europeos y también de Buenos Aires.
El éxito obtenido le permitió publicar Rescatados,
un disco que reúne sesiones de grabación inéditas, colaboraciones
junto a otros artistas, temas de culto y versiones en vivo de
actuaciones memorables. Si bien la selección es irregular en sonido
y en formatos de acompañamiento (desde orquestas a tríos o piano
solo), o incluso mezclas defectuosas que llegan a perjudicar la voz
de Mollo, el disco gana por emoción y por potencia de cantante. Hay
versiones clásicas (excelente en "Sur", también en
"Malevaje" y "Malena"), y no faltan el abordaje
fronterizo de "Muchacha ojos de papel" de Spinetta, de "Los
ejes de mi carreta" de Yupanqui o el "Tanguito pa' mi país"
compuesto por Chizzo de La Renga. Hay tango. Hay un muy buen
cantante.
((artículo publicado en revista CarasyCaretas, 07/2018))
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