galponeros de corazón


La épica de El Galpón, la compañía de teatro independiente más antigua de América Latina, es ejemplo para teatreros de todo el continente, entre ellos el grupo Ponto de Partida. En sus varios viajes a Montevideo, entre ellos con la inolvidable Beco - La ópera de la basura, obra premiada con el Florencio a Mejor Espectáculo Extranjero, los brasileños conocieron de primera mano una historia que siempre quisieron llevar a escena: la resistencia de los galponeros a la clausura y cierre del teatro de la calle 18 de Julio, en 1976, que los llevara a un exilio de casi una década en México y a que varios de sus integrantes que no pudieron salir del país tuvieran que generar otros grupos o vivir incluso situación de cárcel.
Voy a volver -estrenada en 2018- es el resultado de una investigación teatral de Ponto de Partida sobre la historia de El Galpón. Grandes baúles son los únicos elementos que dibujan la escena, materializando el continuo movimiento de los desprendimientos humanos, la pérdida de las raíces y el permanente deseo de volver. Sobre la idea central de espectáculo, que como siempre en los espectáculos de los brasileños incluye canciones y un tono de musical, la actriz y productora Lucía Medeiros sostiene que "el arte es uno de los pocos territorios donde los pueblos se encuentran y son iguales. Ahí no existe raza, ni preconceptos, ni límites, ni barreras idiomáticas, somos apenas seres humanos que, en el acto de crear, se reconocen criaturas de la misma especie, pares, iguales". Esto implica que los Ponto de Partida se sientan de algún modo "galponeros", inspirados por esta heroica aventura vital y artística que vivió este grupo de uruguayos en los años 70.

¿Cuál fue el punto de partida del espectáculo Voy a volver? ¿De qué manera se fueron cruzando con El Galpón, investigar en la historia del exilio en México del grupo teatral y terminar haciendo un espectáculo?
Julia Medeiros: Empezamos con el deseo de hablar sobre el tema de los refugiados. El grupo Ponto de Partida siempre busca conectarse con las cuestiones humanas más profundas y desafiantes, y en aquel momento esta temática nos inquietaba. Pero como es un tema que atraviesa toda la historia humana y territorios, y es algo tan amplio, sabíamos que sería necesario hacer un recorte, que teníamos que elegir algo que contuviera los sentimientos más poderosos del refugio, pues así, a través de las emociones, creíamos que podríamos representar expresivamente a los que se ven obligados a dejar su lugar por imposición. Entonces, un compañero nuestro se acordó del exilio de El Galpón, porque siempre fue una historia por la cual el grupo Ponto de Partida tuvo una atracción especial... incluso con el deseo de llevarla a escena un día. Decidimos, así, que el día había llegado.
¿Cómo se estructura el espectáculo? ¿Qué decisiones artisticas fueron tomando durante la creación-investigación?
J.M.: Voy a Volver fue hecho a través del proceso de creación colectiva que desarrolla Ponto de Partida a lo largo de su trayectoria de 37 años. Decidimos, entre otras cosas, que todos tendríamos que conocer profundamente la historia y sus personajes reales. Entonces vinimos todos a Montevideo para tener entrevistas con los galponeros que vivieron el período del exilio y dictadura, fuera o dentro de Montevideo, o en la cárcel. Hablamos con cada uno, por separado, sobre la historia colectiva, institucional, que es de conocimiento de muchos uruguayos, pero también, y principalmente, sobre las experiencias más íntimas y los sentimientos singulares. Fue un momento muy fuerte para nosotros -como grupo, como individuos, como ciudadanos- el hecho de conocer personas que vivieron situaciones límite. Descubrimos, entre otras cosas, que los extremos son como pares: el miedo y el coraje, la rabia y el afecto, la soledad y la solidaridad, la fuerza y la fragilidad, la falta y la generosidad -y que es posible transitar entre uno y otro en fracciones cortísimas de tiempo, sino en el mismo. Aprendimos mucho también sobre la fuerza humana, sobre la capacidad de superación, algo casi animal, como una respuesta instintiva de supervivencia, pero de una supervivencia más sofisticada también, donde el espíritu social, humano y fraternal se mezcla con el sentido de la vida cuando no es posible ni respirar, sino fuera por la fuerza del 'todos'. Es lindo, es inspirador, y en medidas distintas tiene mucho que ver con lo que pasa en Brasil en la actualidad, con lo que necesitamos buscar con énfasis y urgencia. Todo esto nos llevó a entender que a partir de situaciones es posible hablar de temas universales. Porque la lucha por derechos humanos e igualdad social es de todos, así como la búsqueda por una presencia cada vez más humanizada en un mundo donde el tema del refugio y el asilo es esencial y revolucionario. Además, el espectáculo tiene música en vivo, que es una marca de Ponto de Partida, y ninguna escenografía: solo cajas como elementos de escena y situaciones reflexivas dentro de la trama dramática. Todas las decisiones fueron tomadas para que la historia fuera honrada y llegara al público en plenitud de sentimientos.

A partir de trabajar con El Galpón, ¿entraron también en contacto con otros artistas y creadores montevideanos?
J.M.: En los días que estuvimos en Montevideo, encontramos gente muy politizada y acostumbrada a tener la utopía en el orden del día. Pero tuvimos muy poco tiempo desde la investigación de campo hasta el estreno, por lo que nos concentrarnos en El Galpón, pero también en Galeano y Benedetti, que son los otros uruguayos exiliados que elegimos para el espectáculo. Leímos la obra completa de los dos, buscamos todo el archivo de el Galpón y también de la dictadura uruguaya y de otras dictaduras latinoamericanas, además de la lectura de filósofos universales, como Kant, que ha escrito sobre los refugiados y sus “receptores”. O sea, desafortunadamente, no tuvimos aún la oportunidad de aproximarnos más a la escena actual uruguaya. Pero queremos hacerlo.

Otra de las particularidades de la historia de El Galpón, más allá de la circunstancia del exilio, es el hecho de la construcción colectiva de un teatro, desde sus inicios como compañía de teatro indendiente. ¿Cual es la gran enseñanza que les deja a ustedes la historia galponera?
J.M.: Sí, la colectividad es algo muy fuerte en la historia de ellos, tanto que incluso contrariaron una característica muy marcada de los refugiados que es la individualidad, pues, si es difícil sobrevivir solo, alcanza con pensar cuando te ves obligado a buscar soluciones para todos. Eso es como un pacto de vida, y yo sé que buscaron, y buscan siempre reafirmarlo. Pero hay otra cosa que es muy destacada, que és su vocación para la luz, para la poesía, para el teatro y la música. Nos contaron que en los momentos más difíciles lo que los mantuvo vivos fue el arte, la posibilidad ser alguien 'encantado', aunque fuera a veces. Esta enseñanza es muy fuerte, y puede pasar con el arte o con la espiritualidad, con los hijos, con el verdadero amor, porque siempre es necesario tener algo que garantice amplitud a la vida.

¿Cuáles considerás que son los principales hitos de esa historia, desde la mirada de ustedes?
J.M.: ¡Hay muchos! El paso por la Embajada de México en Uruguay, la salida del país, el retorno al escenario, el contacto con familiares y amigos en Buenos Aires, la vuelta a Montevideo, pero también muchos pequeños momentos individuales que yo no puedo contar para no estropear la sorpresa. Es una historia que daría para libros, películas, documentales y mucho más.
¿Se sienten galponeros brasileños?
J.M.: ¡Qué pregunta bonita! En los hechos, no sé si és correcto afirmar eso, pues tenemos algunas diferencias estructurales importantes, pero somos muy parecidos en la devoción al arte, en el colectivismo, en el relacionamiento muy próximo y consistente con el público... no importa, ciertamente somos galponeros de corazón, más que hermanos.

((artículo publicado en revista CarasyCaretas, 05/2018))

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