El asesinato del médico comunista Vladimir Roslik, muerto por torturas en el batallón número 9 de Fray Bentos en abril de 1984, es el punto de partida de Roslik y el pueblo de las caras sospechosamente rusas.
Julián
Goyoaga, uno de los fundadores de la productora Raindogs, se prueba
en el formato documental con Roslik y el pueblo de las caras
sospechosamente rusas. Es un trabajo que le demandó varios años
y numerosos rodajes en San Javier, pueblo donde vivió y fue
asesinado, sobre el final de la dictadura, el vecino Vladimir Roslik.
De hecho, su muerte adquirió un inesperado valor simbólico, al
tratarse de la última víctima bajo golpes y torturas producida poco
después de su detención ilegal, en abril de 1984.
San
Javier no es un pueblo más del interior uruguayo: su historia e
identidad están íntimamente ligadas al grupo de familias y colonos
rusos que lo fundaron a principios del siglo XX, lo que hace que la
película de Goyoaga se centre no solamente en la tragedia de Roslik,
sino en el escenario de un pueblo que adquiere un protagonismo -en
algunos momentos incómodo- en la historia.
Goyoaga
decide reconstruir la historia y también conocer y contar las vidas
de Mary y Valery, la viuda y el hijo de Vladimir Roslik. Ellos son
los protagonistas de un relato que utiliza, además de la herramienta
del reportaje, varios momentos en los que se reconstruye la historia
real a través de la animación, técnica en la que se ha destacado
la productora Raindogs, responsable de la premiada película Anina.
***
¿Por
qué elegiste contar el asesinato de Vladimir Roslik y qué
circunstancias te llevaron a investigar en el presente de su familia?
El
proyecto nace con un tratamiento documental que un grupo de personas,
entre los que estaba la sobrina de Vladimir, Valentina Bugaiov,
estaba desarrollando sobre la muerte de Roslik. Cuando nos
involucramos nosotros, lo primero que hicimos fue viajar a Paysandú
a conocer a Mary y a Valery, la viuda y el hijo de Vladimir. Nos
planteamos buscar un camino que se distanciara de un mero enfoque
periodístico sobre el caso. Buscamos una mirada desde el tiempo
presente. La motivación fue saber cómo Valery, que tenía solo
cuatro meses de edad cuando perdió a su padre, fue asimilando su
historia familiar y la del pueblo de San Javier. También entender
cómo ha vivido Mary el haberse convertido involuntariamente en una
figura pública y cómo fue que dedicó a luchar durante más de 32
años contra el olvido.
¿Qué
particularidad tiene esta historia entre tantas aproximaciones que se
han hecho, desde el documental y el testimonio, sobre lo que sucedió
en la dictadura?
La particularidad está en la mirada desde la cual se cuenta, en
dónde se ponen los acentos dramáticos, en la singularidad del
propio cuento: un crimen absurdo en un pueblo de 2000 habitantes
fundado por emigrantes rusos. La particularidad está en acercarse a
lo que nos dejó la impunidad.
¿Qué
se va a buscar a la hora de hacer un documental: la verdad, una
representación de lo real, una historia que no ha sido contada?
Lo
que se busca es una cierta aproximación a una verdad, una
particular mirada de lo real, lo que lleva a contar con otro lenguaje
–el del cine– una historia que ya había sido contada de otras
maneras.
En
definitiva, ¿qué encontraste y qué encuentra el espectador de la
película?
El
espectador encuentra una película sobre nosotros y las cuentas
pendientes que cargamos en relación a nuestra historia reciente.
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"El
documental es un género en pleno desarrollo en Uruguay, que nos ha
dado muy buenas películas. A veces escucho, no sin sorpresa, cómo
alguna gente diferencia películas de documentales, como si solo las
ficciones fueran películas. Aunque muchos lo ignoren, los
documentales también son películas que pueden ser tan entretenidas,
emotivas y necesarias como las mejores ficciones". (Julián
Goyoaga)
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