La resistible ascensión de Arturo Ui, de Bertolt Brecht, en un montaje de El Galpón en su temporada 2017 es todo un acontecimiento. Por la pertinencia de un texto altamente político y que alerta sobre el avance de la derecha política en la región y en casi todo Occidente. Y por la circunstancia de que la dirección le fue encomendada al legendario galponero Villanueva Cosse.
Faltan
todavía unos pocos días para el estreno de La
resistible ascensión de Arturo Ui.
Villanueva Cosse, esta vez en el rol de director de escena, espera
que llegue la hora del ensayo en la cafetería de El Galpón. No
parece particularmente nervioso por los avatares de un montaje que
involucra a un elenco de veinticinco actores y un importante
despliegue escenográfico. No puede ocultar, sin embargo, que vive un
momento más que intenso. Es el cierre de una rica historia como
galponero, en el teatro donde aprendió el oficio que se le volvió
razón vital, imprescindible. Es, también, un ajuste de cuentas con
uno de los textos emblemáticos del teatro político de Bertolt
Brecht.
Villanueva
Cosse representó dos veces al personaje Arturo Ui. La primera fue en
1965, dirigido por Atahualpa del Cioppo. La segunda fue en 1972, en
tiempos políticos turbulentos. Esa vez lo dirigió Ruben Yáñez, y
no fue una obra más para el actor: ganó el premio a mejor actor en
el Florencio y también por la crítica argentina, circunstancia que
le abrió las puertas en Buenos Aires, ciudad a la que emigró y
donde encaminó una formidable carrera como actor y director en el
prestigioso Teatro San Martín.
Hace
un par de años empezó a germinar la idea de hacer un último
trabajo en El Galpón. Lo invitaron y sintió que de alguna manera
implicaba cerrar un círculo. Le ofrecieron primero el protagónico
de El
padre,
en un montaje local de la obra que con dirección de Veronese se
convirtió en uno de los últimos éxitos de taquilla en Buenos
Aires. El proyecto se truncó. La directiva de El Galpón volvió a
proponer: le plantearon que él eligiera una obra para dirigir.
Respondió que eligieran ellos, porque a decir verdad se sentía con
los "figurines atrasados" para elegir un texto. A los pocos
días lo llaman para dirigir La
resistible ascención de Arturo Ui. "Dudé,
dudé, dudé mucho en aceptar", se sincera el veterano teatrero.
"Pensé que la obra quizá podría haber envejecido, pero enseguida me di cuenta que es absolutamente actual. Pensé
también que no entrara en la apetencia actual del público, en un
tiempo en que la gente está tan frustrada que no quiere que le
restreguen su frustración en la cara... Y eso es, precisamente, lo
que tiene Brecht. Así que dije que sí".
¿Qué
pasó cuando volviste a leer el texto de Brecht?
Pasó
que me reencontré con la potencia teatral de Brecht. Eso es lo más importante.
¿Y
qué fue lo que te removió, a vos, teniendo en cuenta que habías
participado como actor en esa obra, en dos ocasiones?
La
resistible ascensión de Arturo Ui
me removió a volver a pensar en una época de mi vida, y por otro
lado me removió el bichito de la inquietud politica, que nunca me
abandonó. ¿Cómo explicarlo? Me pasó, hace unos días, cuando me
pidieron que contara por qué la elegí, para un texto de promoción
del Teatro, que sentí que no podía hacerlo. Primero que nada les
dije que no fui yo el que la eligió, que en todo caso les toca a
ellos explicar las razones. Y a eso se agrega, además, que yo me voy
dando cuenta de las razones a medida que voy haciendo el trabajo.
Porque siento, entre otras cosas, que lo otro sería forzar la
retórica para encontrar cosas que se prometieron, de antemano,
encontrar. No sé bien qué decirte. Porque tampoco creo que hacer
esta obra sea 'necesario', ni creo que el teatro sea una fuente
inagotable de revoluciones. Sí creo, en todo caso, que es un tábano
que pica las ancas de determinados caballos, que provoca a
reflexionar, a ir más allá del editorial de un diario. Y que pone
al espectador, durante dos horas, en contacto con una ficción, una
parábola, una alegoría, una parodia de muchas cosas que le pasan al
mundo. Entonces, puedo sí decir que descubrí que una de las cosas
que más me angustian, en el presente, cuando hacemos el ejercicio de
la democracia, es ver cómo vota la gente y con qué entrega se
brinda a sus verdugos. Me hace acordar a los mártires cristianos,
cuando bajaban a la arena con una adrenalina brutal, para entregarse
a los leones. Ese masoquismo extremo es el mismo que encontré en la
obra de Brecht al volver a leerla y trabajar sobre ella.
¿Las
historias se repiten?
Es
la tragedia humana. Brecht escribe la obra en menos de un mes, cuando
estaba por irse de Dinamarca a Estados Unidosy el ejército alemán
avanzaba en toda Europa. Es una obra de apuro, de urgencia. Es una
obra desesperada. Y aunque no estén las mismas condiciones
históricas ni esté Hitler; y aunque tengamos asimismo una lectura
muy simplificada de la Segunda Guerra Mundial, porque Alemania
todavía gozaba de mucha simpatía en Occidente cuando Brecht escribe
la obra, ahora, tantos años después, la hacemos, sabiendo que el
capitalismo salvaje, cuando se ve acorralado, sabe echar mano a
dictaduras, a sistemas fascistas. Hay un poema de Borges que dice
"los astros y los hombres vuelven cíclicamente; los átomos
fatales repetirán lo urgente". Es terrible constatar eso. Es la
tragedia humana, eso de tropezar dos veces con la misma piedra. Los
animales eluden, pero el hombre parece que no aprendiera.
***
Es
inevitable que en la conversación se haga referencia a Macri, ese no
tan inocente aprendiz de Arturo Ui que gobierna Argentina, y a otros
vanos asuntos del presente: las ficciones construidas por los medios,
la noche política de Brasil, el ascenso de personajes infames como
Donald Trump. Y tan pronto como la aventura de un café largo
facilita uno o más desvíos en la charla, mientras pasan y saludan
Estela Medina (saliendo de un ensayo), Héctor Guido (el Arturo Ui
del montaje galponero 2017) y tantos otros, Villanueva Cosse elige
citar al maestro Atahualpa del Cioppo para certificar sus reflexiones
más o menos brechtianas: "El mundo está demasiado confundido
como para aportar mayores confusiones... Eso ya lo decía Atahualpa",
dice, y hace una necesaria pausa. Y agrega: "Estamos hablando
nada menos que de Brecht, del autor de Galileo,
que es una de las obras cumbres del pensamiento del planeta".
Punto y aparte.
¿Qué
implica, para vos, volver a hacer La
resistible ascención de Arturo Ui,
esta vez como director?
Uff...
Pero no lo digo de fastidio, sino por tantas otras cosas: hay ansias
de superación, un poco de disconformidad, melancolía, y también el
hecho de revivir las esperanzas de ese momento. Todas esas cosas me
unen con las primeras cosas que hice. Pienso que esos últimos años
en Montevideo fueron muy plenos. Nosotros, y me refiero al conjunto
de la gente, tenía hambre de hacer cosas.
¿Y
qué enseñanzas tomaste de Atahualpa (del Cioppo) y Ruben (Yáñez),
que
fueron quienes te dirigieron en su momento?
Mirá,
a Atahualpa y a Ruben los tengo en mi memoria como actor. Te puedo
hablar desde la actuación, que era el planeta que yo pisaba en esos
años. Lo que recuerdo es que Atahualpa era una especie de líder, de
patriarca. Pero no de viejo sabio, sino por su actitud, por su humor
soterrado, por mostrar un conocimiento de la vida importante, y más
que nada porque cuando él se liberaba de sus ataduras ideológicas
empezaba realmente a dirigir. Imposible olvidar la experiencia de
verlo dirigir Tres
hermanas,
de Chejov. Nunca vi a un hombre hablar tan profundamente, y con tanta
verdad, del ser mujer, de la condición femenina. Y de Ruben, por
ejemplo, me acuerdo más que nada de la cosa didáctica. Era
literalmente un profesor. Tenía un sistema muy organizado. Me
acuerdo cómo me apoyaba para encontrar el personaje... Porque tuve
un primer Arturo Ui, el que hice con Atahualpa, en el que no me sentí
conforme. Lo decía bien, sí. Tenía además una voz muy potente. Y
sabía también que mi apariencia imponía. Pero yo sentía
íntimamente que en el personaje no aparecía del todo el horror, lo
siniestro. Quizas aparecía lo impresionante, lo agresivo, pero no
todo lo que hay detrás y lo que lo hace en definitiva complejo.
Porque un personaje como Arturo Ui, si odia al otro, y después lo
manda matar, puede llegar a ser justificable, pero hay que ver qué
pasa si al mismo tipo que manda matar, antes lo saluda con una
sonrisa. Hay una frase que dice Arturo Ui: "Cuando falta la fe,
todo se acaba". En un ensayo, Ruben me dijo que todo estaba ahí,
en esa frase, porque muestra a un personaje que cree. "Ahí está
el personaje", me dijo, y eso me ayudó a encontrar las
contradicciones.
¿Cuál
fue la gran crisis que viviste durante este último montaje? Porque
no hay montaje sin momentos difíciles, sin algún conflicto...
He
tenido algunas crisis, por supuesto. Esta obra es muy complicada,
porque cuesta mucho llegar al meollo de ciertas cosas. Es un texto de
Brecht, así que está más que presente la lucha contra el teatro
burgués, contra el suspenso; está el distanciamiento, y están
también las contradicciones del propio autor, que son muy lindas de
detectar y trabajar... Está también lo real: el trabajo con 25
actores. ¡Y todos tienen horarios distintos! No es fácil. Pero me
saqué el gusto. Me saqué las ganas. Como diría Arturo Ui... ¿quién
dice lo contrario?
Nacido
en Melo en 1933, Villanueva Cosse inicia su formación teatral en la
compañía El Galpón, en los años 50, en la época de oro del
teatro independiente. Uno de sus grandes maestros fue Atahualpa del
Cioppo, quien lo dirige en Tres
hermanas
de Chejov y en otras obras. Antes de radicarse en Buenos Aires,
forzado por una prohibición de la dictadura uruguaya, obtiene el
Florencio a Mejor Director por Arlecchino
de Goldoni en 1969 y Mejor Actor por La
resistible ascensión de Arturo Ui
de Brecht en 1972. Por el mismo personaje es galardonado en Argentina
con el premio Talia a Mejor Actor Extranjero en 1973. Fundador e
integrante de Teatro Abierto de Buenos Aires, grupo independiente
emblemático de la resistencia al gobierno militar argentino,
protagoniza la multipremiada Príncipe
azul.
En las últimas décadas desarrolla una intensa carrera como
director, en el San Martín de Buenos Aires, con destaques en Luces
de Bohemia
de Valle Inclán, El
inspector
de Gogol y Marat
Sade
de Weiss.
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