La
historia de Teatro Cachiporra se remonta al año 1973, cuando Javier
Peraza y Ausonia Conde deciden emprender la aventura de contar
historias a través de títeres confeccionados por ellos mismos. Se
respiraban tiempos difíciles. Eran muy jóvenes y sentían la
necesidad de decir cosas, de sumarse a la resistencia contra la
dictadura, y también de buscar -a través de la fusión del arte
dramático y la confección de muñecos- una forma de sobrevivir y de
llevar adelante una casa y una pareja creativa.
¿Por
qué eligieron la técnica del títere? Ausonia responde que además
de ser una forma de la escena, "había que decir cosas, en esos
momentos tan urgentes". Al empezar a investigar, fueron
encontrando que los títeres y los muñecos son un ejemplo milenario
de expresión y de arte. "El títere es sugerencia", dice
Javier. Y agrega: "Son anteriores al teatro corporal. Son
símbolo en estado puro, y es por eso que los niños los manejan
inmediatamente". Aprendieron el oficio en la marcha, siguiendo
los lineamientos de titiriteros argentinos como Otto Freitas y Javier
Villafañe, continuadores de una tradición independiente que se
entronca con la experiencia en títeres de un grande como Federico
García Lorca.
A
más de cuarenta años de la fundación de una compañía que devino
en una aventura familiar en la que están involucrados sus hijos y
familiares directos, Teatro Cachiporra sigue estrenando espectáculos,
investigando en el arte del títere. Este invierno de 2017 presentan
uno de esos títulos que suponen un desafío, un hito, un punto de
inflexión, nada menos que una versión de Don Quijote,
la célebre novela de Cervantes. "Hace muchos años que viajaba
en nuestra imaginación el emblemático personaje de la Mancha",
dice Javier. "Es un emprendimiento difícil dada la dimensión
de la novela y su complejidad. Sin embargo, siempre fue nuestro
objetivo conseguir a través de los muñecos un poco de la esencia,
la suficiente como para que la puerta de la lectura fuera abierta por
los niños y también por los adultos".
***
Cachiporra
surge en momentos difíciles, en la necesidad de "decir",
de expresar el malestar de tiempos difíciles. ¿Cuánto de esa
necesidad inicial estuvieron y están presentes en los más de 40
años de vida de la compañía?
AC:
El arte verdadero no puede dejar de ser político en el sentido
amplio de la palabra. Siempre es un diálogo entre el que representa
y el espectador, que también crea acorde a su experiencia y
sensibilidad. Los temas son comunes a todos los que participamos de
la misma sociedad, y el objetivo en todo caso es hacer de este mundo
un lugar mejor, encontrando nuestro lugar de constructores.
¿Cómo
trabajaron la adaptación y qué técnicas decidieron utilizar para
contar las historias que narra Cervantes?
JP:
Lo primero fue encontrar la esencia, el contenido, y a partir de eso
proyectarlo sobre el "ahora", de modo de hacer una historia
creíble en nuestro tiempo. Luego adaptar el texto, conservando la
belleza del idioma, y adaptar lo que fuera necesario para hacerlo
comprensible. Lo que tiene que ver con las técnicas fue la elección
de la más adecuada para cada momento de la historia. En la obra se
utiliza la técnica de sombras, pero también hay teatro negro,
títeres de guante, de varilla y de mesa.
De
alguna manera, los contemporáneos seguimos peleando contra molinos
de viento y todo tipo de enemigos...
JP:
La historia del Quijote es la historia de seguir adelante hasta el
absurdo. La convicción y la voluntad pueden llevar los ideales hasta
el infinito. Es una virtud de una parte de la humanidad que nunca se
detendrá y es por eso que cuando alguien cae, viene detrás otro que
tomará su espada.
¿Cómo
se plantea Cachiporra ante desafíos como el presente, y el de seguir
adelante como grupo?
AC:
Cachiporra siempre trabajó bajo la premisa de plantearse primero qué
contar y luego decidir cuáles son las técnicas más apropiadas para
transmitir de la mejor manera las ideas. El teatro de animación
ofrece posibilidades infinitas de expresión. En este sentido, es
apasionante descubrir que siempre hay más por delante en lo que
tiene que ver con la investigación del lenguaje. Por esa razón
siempre estamos abiertos a lo nuevo. Seguramente éste es el
ingrediente más apasionante de nuestra profesión.
¿Qué
es lo que define al títere, lo que lo hace insustituible?
JP:
El títere, como arte escénica, tiene mucho contacto con el teatro
de actores, pero también tiene diferencias muy fuertes. El actor es
un artista que trabaja a partir de su propio cuerpo, y con el
titiritero pasa totalmente lo contrario; o sea, los titiriteros
tenemos que proyectar personajes en cosas inanimadas personajes
AC:
El títere, si no está manipulado por un actor no es un títere, es
un trapo. Para que ese títere viva tiene que existir el titiritero,
que tiene que transferir sus sentimientos a su mano, y de su mano al
objeto, o al elemento. El cuerpo del titiritero tiene que estar
trasladado a eso que estás exponiendo en ese espacio escénico. Y
por otra parte, el títere es un símbolo que está en el aire y
llega a todos lados. Eso para mí es el títere. Es una síntesis
total de una cantidad de cosas.
JP:
Los títeres empiezan a funcionar cuando uno, y además el
espectador, entran en el juego de creer que está vivo, y eso es una
cosa absolutamente mágica... Y es fuerte lo que pasa cuando abrís
la valija donde están los títeres, que están todos ahí, y algunos
que hace tiempo que no salen. Los mirás y parece que te están tipos
diciendo, cuándo me toca a mí, no puede ser que esté tanto tiempo
acá sin hacer nada...
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