¿Qué
decisión o decisiones debe (o puede) tomar un artista cuando se le
propone el montaje de una muestra monográfica en uno de los
principales museos de la ciudad? El montevideano Luis Alonso, fotógrafo
de ejemplar trayectoria en el periodismo gráfico y con una
consistente obra en fotoarte –una sostenida serie de exhibiciones
individuales, presencia en muestras colectivas y reconocimientos–,
decidió elaborar un montaje en el Museo Nacional de Artes Visuales
(MNAV) que narre varios de los momentos o situaciones creativas que
lo tienen ocupado desde los primeros años de la década de 1990. Una
retrospectiva sería el término correcto, aunque no se trate estrictamente de eso; vendría a ser una colección personal, en
todo caso, que posibilita un sugerente juego de miradas.
Así nace
Inconclusa,
una obra abierta y en construcción, pero enfocada en la memoria
personal, en la introspección, porque las decisiones del artista no
operan en torno a búsquedas, a nuevas propuestas o conceptos, a
riesgos estéticos, sino al arduo trabajo de volver a mirar, a
redefinir, para encontrarse –seguramente– con la certeza de lo
inconcluso, de lo no terminado. En definitiva, es la búsqueda de una
posible identidad. De hecho, las obras que presenta Alonso pasan por
tres momentos de su producción, o más bien de las imágenes que dio
a conocer públicamente en las series ya exhibidas El
viaje (1994),
El
estado del tiempo (2002)
y Tiempo
(2012).
***
Ante la
presunción de que Alonso es un artista que ha manejado diversas
técnicas y ha probado diversos temas, lo que vendría a ser una de
sus particularidades como artista, emerge, en la posibilidad empírica
del gran formato, de la experiencia de observar con atención las
imágenes de Inconclusa
en la galería superior del MNAV, una conexión, un sello autoral.
Esto implica que la decisión de investigar en su obra, de montar
Inconclusa,
dialoga
e interpela a la propia materia de investigación, agregándose las
reflexiones operadas por el paso del tiempo: hay en la exposición
una inevitable mirada después de la mirada, porque hay también un
presente, del artista seleccionando lo que muestra y del espectador
haciendo su viaje en el museo.
El tiempo no
es, en la obra de Alonso, una mera circunstancia. Es uno de los
grandes temas. Tal vez el principal. Alcanza con recorrer la muestra
y ver los espacios abandonados y decadentes (el viejo Hipódromo
antes de ser reciclado, o la literalidad de sus relojes intervenidos
digitalmente), pero el gran tema también está en cada una de las
composiciones, ya en el retrato despojado de toda nostalgia de lo que
fue (algo inapresable, pero que tienta a Alonso, quien hace poesía
con pequeños detalles que pueden mirarse como cicatrices de la
ciudad), ya en el paisaje cotidiano (sus fotos a bordo de ómnibus
son más que relevantes). Y después, algo que no es menor: la mirada
después de la mirada.
Si ya operaba
una reflexión sobre el tiempo en el presente de cada clic, la
distancia y el desfasaje de Inconclusa
permiten
nuevas y enriquecedoras miradas: sobre cada foto, sobre el artista
(el adulto que selecciona sus fotos juveniles y que percibe que el
juego irónico del antes ha mutado en la sabiduría de percibir lo
perdurable), sobre la ciudad que expone capas y capas de tiempos y
paisajes, muchos de ellos contradictorios y en conflicto. Todo esto
hace destacar la decisión de Alonso en Inconclusa
por
revisar su obra, pese a que –en puridad– no esté mostrando algo
nuevo. (¿Es importante, acaso, la novedad?). De algún modo, también
es síntoma de algo que parece ser generacional. Tres muy buenos
fotógrafos de la misma generación (nacidos hacia finales de los
60), como lo son Alonso, Pablo Bielli y Magela Ferrero, coinciden en
estos días con tres muestras monográficas en las que la imagen
parece estar definitivamente en crisis: Alonso en su viaje al
archivo, Ferrero en plan autoficcional y alejada –incluso– del
hecho de fotografiar, y Bielli construyendo ficciones, interviniendo
las fotografías con su propia grafía.
***
¿Qué reflexiones se fueron
generando a la hora del montaje? ¿Qué otras lecturas o relecturas
te ofrecían esas mismas fotos que sacaste en otro tiempo y que
también fueron exhibidas en otros ámbitos y contextos?
Luis
Alonso:
A la hora del montaje ya no te generan nada, porque estás muy
aburrido de verlas en las diferentes etapas del proceso, y todo
parece una porquería; ya estás anestesiado y es difícil que te
generen nuevos sentimientos. Pero después que está todo montado, la
cosa cambia, y ya más tranquilo pude ver todo desde otra
perspectiva. La primera relectura que hice fue sobre el tiempo que ha
pasado; darme cuenta de que son fotos de otra época, lo que se nota
en la vestimenta de la gente, en los lugares y en la propia estética
de las fotos. Confirmé,
también, la vigencia de estas imágenes, que en los 90 tuvieron una
estética más contemporánea que ahora. Pero hay una cosa que es
fundamental. Si en mi recorrido creativo he hecho cambios estéticos
importantes y cada tema tiene su estética, su técnica propia para
lograr el ambiente que pretendo, lo que me valió varias críticas de
gente muy reconocida, de aquí y del exterior, que aconsejaban a que
me dedicara a profundizar en uno solo de esos temas, en el desafío
de mostrar todo junto, de verlo montado, realmente me impactó...
Sentí que todo estaba conectado de alguna manera, más allá de las
diferencias y de las especificidades.
¿Qué
estabas fotografiando en los años 90? ¿Qué buscabas? ¿Cuáles de
esas cosas siguen estando más que presentes en tu identidad como
fotógrafo?
L.A.: Son
todas preguntas difíciles, pero creo que, de alguna manera, traté y
trato de tener una mirada crítica sobre el mundo que me rodea, en un
intento por mejorarlo, por mostrarle a la gente lo que no quiere ver,
y de hacerla pensar. Actualmente trabajo en un tema con imágenes de
estudio sobre objetos muy gastados, viejos y deteriorados por el
tiempo; objetos que en algunos casos me han acompañado casi toda mi
vida. En tiempos en los que todo se usa y se tira, en los que sólo
lo nuevo vale, trato de darles valor a las cosas que perduran en el
tiempo.
¿Qué
implica para vos el tiempo? ¿Fotografiarlo? ¿La utopía de
detenerlo? ¿Defender lo que perdura?
L.A.: En
realidad, lo que intento es darle valor al paso del tiempo, algo que
creo que no es valorado en los tiempos que corren. En
lo personal, me gustan los lugares abandonados. Desde niño siempre
fueron guaridas que me protegían del mundo exterior, y siento un
cariño especial por los objetos que me acompañaron siempre, desde
la ropa vieja que queda más cómoda hasta las relaciones afectivas
que están curtidas por las discusiones, los reencuentros y el
tiempo, que las hacen inalterables. Lo nuevo se puede manchar,
romper, nos puede decepcionar; con lo viejo y roto eso ya no pasa.
L.A.:
El arte es un reflejo de la sociedad. Hay una pérdida de valores en
todos los niveles socioeconómicos y culturales. La gente ya no
persigue un ideal. Hoy en día, en las artes plásticas, alcanza con
tener una buena idea y mandársela hacer a otro, y esto no lo puedo
entender. A mí me gusta hacer todo, influir en cada detalle de mi
obra, al punto de lo imperceptible. Algunos artistas sienten que
quien se esfuerza perfeccionando una técnica es un gil, ya que no es
necesario para triunfar en el mundo del arte. Sigo creyendo en el
trabajo bien hecho, en dedicar mucho tiempo a perseguir una ida y
generar mucho material para sólo mostrar lo que es realmente
bueno... Sigo creyendo en la fotografía pura.
Hay en
Inconclusa
un
evidente homenaje a la foto analógica. ¿Cuánto te cambió la
mirada la irrupción de lo digital (si es que te la cambió)?
L.A.: Para
los fotógrafos que nos formamos trabajando de forma analógica, lo
digital fue como una película nueva, algo a lo que ya estábamos
acostumbrados, porque en nuestra formación experimentamos con muchos
tipos de películas que ofrecían diferentes resultados. La
fotografía digital abrió la puerta de nuevas posibilidades
creativas y técnicas. Entre otras cosas, me permitió, en esta
muestra, remasterizar los originales analógicos para lograr las
excelentes copias digitales que realizamos con Darío Invernizzi. Por
otro lado, mi último trabajo, Tiempo,
es todo digital y hubiera sido imposible de otra manera. Los
problemas técnicos son los mismos en analógico que en digital, pero
los límites de lo posible pueden ir un poco más allá... aunque
terminás enfrentándote a los mismos problemas de siempre.
((artículo publicado en la revista CarasyCaretas, 03/17))
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