Andrea di Candia opera en los
relatos que se abren con la partida de su abuelo, desde esos últimos
días en que las visitas se hacen difíciles, cuando la biología lo
vuelve todo más complicado, aunque su abuelo es de esos que deciden
partir: "Mi abuelo no está enfermo. Solo decidió que noventa y
pico de años son suficientes y declaró que no quiere vivir más. Es
tan lógico su planteo y tan insoportable". Pero en simultánea
a esa provocadora decisión, que implica dejar de comer, dejar de
tomar agua, empiezan a emerger otros "alimentos": los
objetos, los recuerdos, las voces de otros tiempos, los propios
rincones de una casa que fue primera y última morada de una
existencia entrelazada con una historia que va más allá en el tiempo:
la bisabuela Angélica y el bisabuelo Humberto, que llegaron a
Montevideo siendo niños, en 1890. Venían de Italia, escapaban de la
guerra y del hambre.
La partida avanza,
a tientas, sin apuro, por los rincones de un pasado brumoso que lejos está de ser una invención entrañable. La suma de los relatos del abuelo
y los que la narradora viene escuchando desde su infancia, muchos de
ellos contradictorios y/o complementarios, va dibujando las alegrías
y fracasos de los que no están -en particular las tías abuelas,
todas ellas marcadas por tiempos difíciles y por la deriva de una
familia de inmigrantes italianos en Montevideo.
Una
historia familiar como la que expone Di Candia, al ser convertida en
relato, en libro, permite compartir su carácter privado e íntimo
con la comunidad, en un punto muy equilibrado de la autoficción. La partida cuenta
del ir y volver de una familia en particular, pero asoma como uno de
esos eslabones siempre necesarios para la construcción de la memoria
colectiva: está la geografía montevideana, están también los
gestos y las formas de la vida cotidiana en la primera mitad del
siglo veinte, en un retrato que tiene mucho que ver con el trazo y
las pinceladas de Petrona Viera -elección para nada caprichosa de
una obra suya en la portada del libro-, ya que la pintora es una de
esas tías abuelas que la autora rearma en esas últimas
conversaciones con el abuelo.
((reseña publicada en CarasyCaretas, 08/2015))
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