Nunca se sabe, y
mucho menos en la arena de un escenario, qué puede pasar con un
personaje y su palabra. Ahí, en el presente de la acción, el juego
implica verdad escénica, pero también la ruptura de esa propia
verdad, para que se instale lo que se quiere contar y el actor
transforme la materia de ese tiempo-espacio en emoción pura. Cuando
todo eso sucede, hay teatro y del bueno. Pueden pasar cosas
especiales, como que el torrente de palabras desesperadas, imágenes
pesadillescas y neurosis varias de uno de los personajes más oscuros
que haya dibujado la pluma de Bernard Marie Koltés, el vagabundo de
El ejecutor, tome
forma en el pensamiento de un simple espectador, que estaba ahí,
indefenso, en una butaca de un teatro de Montevideo.
El espectador dice
haber visto a un actor llamado César Troncoso, un tanto exasperado,
en un árido recorrido de palabras y botellas rotas como
escenografía. Pero el espectador dice también haber estado en otro
sitio, tal vez definible como París, brumoso, sórdido, donde le
contaron varias historias que no olvidará tan fácilmente. Fue hace
muchos años, unos quince, cuando Troncoso hacía su primer trabajo
unipersonal, dirigido por María Dodera. Ya era uno de los mejores de
su generación. No había llegado el éxito en el cine ni su
destacado papel en la comedia El método Gronholm. Se
lo conocía por sus grandes tiempos en el under, en la dupla con
Roberto Suárez, y muy especialmente por el Florencio que ganara por
su perturbado personaje de Frozen.
El actor y el
personaje
Hace unos pocos
años, entre tanto ajetreo laboral con el cine después de los
numerosos premios con El baño del Papa, el productor Gustavo
Moraes le hizo a César Troncoso una propuesta difícil de declinar.
No lo pensó dos veces. Se trataba de otro unipersonal, uno firmado
por Howard Zinn: Marx in Soho. "Tiene que tener juguito
donde mojar el pan", dice el actor, fuera del escenario, cuando
se le pregunta qué lo lleva a elegir un personaje. "No sé
exactamente qué elijo, pero algo en la obra tiene que valer la pena,
ya sea el grupo, o el texto, o qué se yo. Me fijo si el personaje
está bueno y si me parece interesante lo que quiere contar".
El
equipo se completó con Juan Tocci en la dirección, un especialista
en emociones fuertes, si tenemos en cuenta que entre sus trabajos
previos destaca 4:48 Psicosis,
el durísimo texto de la británica Sarah Kane que llevara a la
escena la actriz Alejandra Cortazzo. Troncoso y Tocci trabajaron
fuerte en el armado de Marx in Soho.
El actor, entre otras cosas, se ha dejado crecer la barba cada vez
que puede programar una breve temporada (como la de este mes de julio
en La Gringa) o salir de gira por festivales (como lo hará este mes
de agosto de 2015).
"Para poder
trabajar en teatro, sin jorobar a nadie en caso de que me salgan
pelis en Brasil o en Argentina, he tenido que recurrir a la
negociación con el resto de la gente que participa en una obra",
explica Troncoso. "No quiero perder laburo afuera, pero tampoco
quiero dejar a un elenco patas arriba. Es por eso que me vino muy
bien Marx in Soho, al ser un unipersonal con un equipo que
aceptó estas condiciones... Además, claro, me gustó muchísimo el
proyecto".
"Entrar en el
discurso del personaje, de Carlos Marx, me resultó sencillo", dice Troncoso. "A
veces es interesante defender ciertos puntos de vista que no son los
tuyos, apoyar opiniones que no compartís pero que merecen ser
planteadas, pero este no es el caso. Lo que se dice en la obra yo
quiero decirlo; no necesariamente para salir a convencer gente sino
por lo menos para que ciertos temas se puedan debatir".
Palabra de
Marx
Marx está ahí, en
el escenario. En la palabra y en la acción. Es ese tipo que está
escapando de muchas cosas, que está dando una pelea que nos
interpela a todos. Vamos a verlo -los espectadores contemporáneos-
porque queremos saber algo más sobre él, sobre sus amigos, sobre la
vida política en el siglo diecinueve, sobre la vida privada. Todo
funciona, y buena parte del efecto tiene que ver con ese momento de
verdad escénica y emoción que provoca el cuerpo y la palabra de un
gran actor, que tiene ya una larga lista de grandes interpretaciones.
"El personaje que hice en El ejecutor de
Koltés y el de Frozen están
entre los que me han dado mayor placer en un escenario, sobre
todo por las zonas que permiten tocar y sostener. También Marx tiene
algo de esto. Cuando sale bien, me da mucho gusto defender a un
personaje a través de la palabra, con muy pocos efectos a
disposición".
César Troncoso está
feliz de volver a un escenario teatral montevideano, con la tupida
barba de Carlos Marx. "Dejarme crecer la barba para un personaje
no es un problema", bromea. "Afeitarme todos los días,
sí". Lo dice con el humor soterrado e irónico del personaje,
porque Marx está lejos de ser -en la obra de Zinn- un intelectual
acartonado. No es un personaje fácil. Todos sabemos algo de él,
pero más que nada de su discurso. Existe un profundo desconocimiento
de su vida cotidiana, de sus problemas económicos, de sus emociones.
Ese el gran acierto del autor y de un planteo que lo acerca al
stand-up, a un hombre que se ve interpelado a contar y defender sus
grandes verdades. Hay que verla, dejarse llevar por la magia del
teatro.
Un tal Howard
Zinn
"Una tarde,
enterado y apenado por la muerte de Howard Zinn, me puse a buscar
información, reportajes y materiales de este historiador",
cuenta el productor Gustavo Moraes. Además de comprobar que Zinn fue un
destacado historiador social, cuyos planteamientos incorporaron ideas
procedentes del marxismo, el anarquismo y el socialismo, y que desde
la década de 1960 fue un referente de los derechos civiles y el
movimiento antibélico en los Estados Unidos, Moraes descubrió un
texto teatral de su autoría, llamado Marx in Soho. "Al
leerlo, me encontré con un Marx humano, vivo en sus contradicciones,
pero comprometido y sensible -no solo con su tiempo y con la
historia-, sino también con sus amores de persona común. Creo que
Marx, después de ser vilipendiado durante treinta años por los
Chicago Boys -quienes supieron protagonizar un auge y estrepitosa
decadencia neoliberal- se resignifica. La esencia del pensamiento
marxista, cobra un vuelo y una vigencia que era difícil de imaginar
hace apenas unos años atrás. En medio de esta gran crisis
internacional y paradójico auge económico en Uruguay, creemos que
Marx in Soho es un texto y un hombre que vale la pena
mostrar".
((artículo publicado en revista CarasyCaretas, 07/2015))
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