La
caza nupcial, fechado en 1992 y
publicado por el sello argentino Último Reino, es uno de esos libros
que en una primera lectura pone en entredicho las formas y
maneras habituales de una época. Sin embargo, el intenso poemario de Eduardo Espina ha logrado
atravesar el tiempo, pese a tanta intemperie y silencio. Posiblemente
la pátina invisible del culto lo lleve a resultar imprescindible a
la hora de redefinir un contexto -las salidas de las dictaduras, el
final de las oscilaciones entre abstracción y poesía social, la
sinergia de las emigraciones políticas o no- desde poéticas más
arriesgadas y acaso más cercanas a los pliegues de tiempos
"barrosos", como los definirían Néstor Perlongher o
Reinaldo Arenas, dos de los ávidos lectores en sus
primeros pasos en la poesía.
El
mítico sello argentino que labró el prestigio de Marosa di Giorgio
y muy especialmente de Perlongher, le abrió espacio a este segundo
gran libro de Espina, continuador del festín de lenguaje que
iniciara diez años antes en Valores personales,
este sí definible como poemario maldito que apenas circuló pero le
alcanzó al poeta para hacerse un nombre entre el emergente linaje
neobarroco.
Ambos libros tuvieron el sino de
la distancia, sumidos en los recovecos y rincones en los que suelen
pervivir tantos de los grandes (e invisibles) textos de la mejor
poesía. Las buenas bibliotecas están repletas de estos tesoros que,
cada tanto, se resignifican o vuelven en antologías, publicaciones
en revistas o en estudios críticos que invitan a nuevas lecturas y
relecturas.
La
peripecia vital de Espina ahondó esta situación de invisibilidad.
Afincado en el mundo académico, en Texas, desde los primeros años
ochenta dedicó toda su energía a la investigación y a la docencia.
Entre sus trabajos y publicaciones destacan ensayos literarios que
explicitan sus deudas hacia el modernismo (sobre todo, Julio Herrera
y Reissig), acercamientos a una filosofía urbana acaso posmoderna,
temas tan caros a sus columnas periodísticas (La condición
Milli Vanilii o el más cercano
Las ideas hasta el día de hoy),
o la evidente necesidad de un puente personal con su tierra en el
ensayo Historia Universal del Uruguay.
No
es que la poesía quedara en segundo plano, ni mucho menos. Siguió
publicando algunos libros dispersos, varias plaquetas, pero sobre
todo en un nivel de revistas internacionales y académicas de escasa
o nula circulación en Montevideo. Hubo sin embargo un punto de
inflexión en El cutis patrio (2006),
libro que tampoco se publicó en Montevideo, pero sí en México y también del otro lado del Río de la Plata, en un sello de
alto prestigio alternativo: la porteña editorial Mansalva.
El
desmadre barrococó de
Valores personales y
La caza nupcial se
vuelve en El cutis patrio más
transparente y menos abigarrado, configurando otro gran momento de la
poética de Espina. Es un libro poderoso, de alguien que entiende al
lenguaje como herramienta para traducir el mundo y filtrar a partir
de él experiencias, historias y tiempos.
Estos tres libros conforman la armadura de la antología La imaginación invisible y por ende de la obra poética de Eduardo Espina. Funcionan como trilogía y dan cuenta de una de las plumas más intensas y rigurosas de la última poesía uruguaya. Pero la edición no se queda en ordenar viejas glorias sino que arriesga la publicación de una no menos excesiva y cercanísima obra inédita que reúne dos libros: Mañana la mente puede y Todo lo que ha sido para siempre una sola vez, este último una serie de textos escritos a partir de la muerte de sus padres.
Estos tres libros conforman la armadura de la antología La imaginación invisible y por ende de la obra poética de Eduardo Espina. Funcionan como trilogía y dan cuenta de una de las plumas más intensas y rigurosas de la última poesía uruguaya. Pero la edición no se queda en ordenar viejas glorias sino que arriesga la publicación de una no menos excesiva y cercanísima obra inédita que reúne dos libros: Mañana la mente puede y Todo lo que ha sido para siempre una sola vez, este último una serie de textos escritos a partir de la muerte de sus padres.
Hay en estos textos reciente de
Espina la constatación de sacarse el velo, del poeta neobarroco
coqueteando con la autobiografía, dando paso a una voz personal, sin
el filtro de los juegos de lenguaje y con la aparente necesidad de
contar. Siempre, eso sí, desde un extremado lirismo, el de los
mejores fotógrafos del idioma, armado de palabras, maestro en el
arte del "casi entender" (como define Pope al estilo de
Espina), dejando de lado el universo de la razón para llevar al
lector a un "campo abierto, impredecible y rico en
oportunidades".
((reseña publicada en la revista CarasyCaretas, 06/2015))
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