El estreno de Casa de muñecas
conmovió a Europa, a partir de
su estreno en Copenhague, en el año 1879. Nora, la protagonista,
abandona a su familia en la última escena. Esta dolorosa decisión,
de ruptura y dignidad frente a las mentiras de su marido, llevó a
que la opinión pública de la época defendiera al hombre y
condenara a la rebelde. Se llegó al extremo de que en Alemania fuera
cambiado el final de la obra.
La
obra tuvo asimismo muchos defensores, entre ellos Eleanor Marx -hija
de Karl-, primera traductora al inglés de la obra y quien la
introdujo -con el apoyo de Bernard Shaw- en el mundo anglosajón.
Casa de muñecas se
convirtió en una de las más representadas del siglo XX y en emblema
de las luchas feministas. Colocó a su autor, Henrik Ibsen, entre los
autores clásicos, considerado uno de los padres de la dramaturgia
moderna y maestro del drama realista.
El coreógrafo uruguayo Martín
Inthamoussú es un gran admirador de las obras de Ibsen y en especial
de Casa de muñecas. "En
sus obras no solo hay una provocación por el tema, sino que también
funcionan como marco para entender la sociedad desde una perspectiva
corporal. Ibsen es movimiento anotado como citas, una especie de
mirada, un gesto, una pausa, una sonrisa de los personajes".
Nora es la versión de
Inthamoussú: una pieza de danza que muestra a la protagonista de
Casa de muñecas en diferentes épocas y tiempos. El
coreógrafo convocó entonces a seis bailarinas -Nicolasa Manzo,
Daniela Pássaro, Lucía Rilla, Andrea Salazar, Jesica Schapira,
Mariana Torres-, a la actriz Alejandra Wolf y a la dramaturga
Marianella Morena. "Todas ellas componen las mujeres
contemporáneas reales, lo que llevó a investigar sobre las
distintas posibilidades y, especialmente, en las diferentes
realidades, en un contexto latinoamericano que sigue siendo
patriarcal", señala Inthamoussú.
Nora
x Nora
Las bailarinas convocadas por
Inthamoussú, cada una con su personalidad creadora, habitan
diferentes lenguajes y estados propios que en el conjunto enriquece y
le imprime diversidad y versatilidad a la obra. "Me lleva a un
lugar que conozco y reconozco como persona y bailarina dentro del
personaje", dice Mariana Torres. "Ese lugar tiene que ver
con un lado íntimo e instintivo, con una Nora que arriesga y busca,
que es poderosa por ser dueña de sí misma. No es que sea insensible
o desapegada, pero sabe que como mujer se necesita desestructurar
para rearmar; perder para alcanzar".
"Fue un proceso: buscarla,
reencontrarme con momentos de mi vida y ver lo que soy hoy, los
tiempos históricos que viví", agrega Andrea Salazar, quien da
cuenta que cada una es y se siente una Nora diferente y eso le aporta
muchísimo al trabajo de equipo. "Es muy rico ver y compartir
las diferentes maneras de ser Nora", complementa Daniella
Pássaro. "Trabajar con las distintas
mujeres-bailarinas-artistas con las que compartimos este proceso,
enriquece mi proceso creativo y personal".
"Desde
el comienzo la propuesta me pareció desafiante y atractiva",
puntualiza Lucía Rilla, "porque implicaba contruir un personaje
desde lo real, lo auténtico y lo cotidiano, ya que Nora está
presente en todas las mujeres y en todos los tiempos". Y agrega:
"Nora nos ha acercado a cada una de nosotras a nuestra propia
intimidad, un rincón en el que no siempre hurgamos y nos detenemos a
conocer. Me refiero a intimidad como el terreno de lo emocional y lo
instintivo más profundo, el terreno donde se aloja nuestra identidad
y nuestra espiritualidad".
La
mirada de Inthamoussú
El
punto de partida fue Casa de muñecas,
trabajar desde las diferentes lecturas o interpretaciones de cada
bailarina sobre el personaje de Nora. "Investigamos sobre
los distintos arquetipos de mujer, sobre las distintas valoraciones a
la mujer y el significado de lo femenino", cuenta Jesica
Schapira. "Lo que nos provocaba la historia de Nora en cada una,
descubriendo las distintas Noras en nuestra vida y en la historia".
Todas coinciden en la intensidad
del proceso de creación y en el rol de Martín Inthamoussú como
coreógrafo. "Martín demostró siempre tener muy claro
lo que quería lograr con la obra y con cada una de nosotras, pero al
mismo tiempo nos dejó libres en cada instancia creativa para que
desplegáramos nuestras alas", dice Rilla.
El
trabajo de introspección caló muy fuerte en cada una de las
integrantes del elenco, especialmente en el caso de Pássaro: "Como
mujer me encontraba en momentos fuertes de mi vida cuando el proceso
comenzó, y en ese sentido fue más rico el pararme frente a ésta
Nora de fin del ante siglo que también podría ser yo... Desde los
primeros ensayos el planteo fue removedor, conmovedor y movilizante".
Otra de las bailarinas que se ha sentido muy movilizada en el proceso
creativo fue Schapira: "Interpretar a Nora me ha hecho repensar
a cada instante si lo que vivo es lo que elijo vivir, en la
importancia de ser genuino con lo que se hace en la vida y sacarse
las máscaras que la sociedad nos invita a ponernos".
Ibsen, según Inthamoussú,
permit hablar de un tema central hoy en América Latina: el papel de
la mujer y su implicación en la vida social y política. "¿Cuántas
Noras tenemos aquí? ¿Cuál es el estado real detrás de Casa de
muñecas y lo diferente o no que es hoy? ¿Ha cambiado el mundo
en la forma en que vemos las mujeres desde el punto de vista de
género?". Estas y otras preguntas son las que busca poner en
juego el coreógrafo en Nora,
su último espectáculo, estrenado en
la sala principal del Solís, con el apoyo musical de la Orquesta
Filarmónica de Montevideo, interpretando obras de Pons, Lockhart y
Guardia.
En
movimiento
"Sinceramente, creo que el
objetivo de esta obra es revelar cómo el medio ambiente determina el
comportamiento humano y el movimiento humano. El público no debe
sentirse separado de la danza que ve en el escenario sino conseguir
sentirse implicado. Por esa razón, en mi propio trabajo personal, me
gusta proyectar implicaciones humanas y transformar la danza en un
mensaje político y social, que va más allá del virtuosismo de la
danza". (M.I.)
((artículo publicado en revista CarasyCaretas, 03/15))
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