Un
encuentro internacional de graffiteros y muralistas, autogestionado por un
colectivo que apuesta al desarrollo del arte urbano y la cultura hip
hop, le cambió la cara a la barriada montevideana de Goes.
En tres
días cambió el barrio. Una práctica habitual en grandes ciudades,
de literales asaltos a espacios urbanos, llegó a Montevideo para
concentrar el arte graffitero en unas pocas manzanas de Goes, de un
lado y el otro de General Flores, a pocos metros del renovado Mercado
Agrícola. Eso sí, deben marcarse un par de diferencias a
experiencias subvencionadas similares en ciudades españolas como
Barcelona o Zaragoza: Muta Montevideo fue
un proyecto autogestionado, con un apoyo mínimo del gobierno
municipal, que todavía no parece “registrar” a una movida de
artistas urbanos que llevan años trabajando en espacios urbanos,
principalmente en barrios del Oeste como Cerro, La Teja y Prado,
proponiendo al graffiti como un arte, una forma de expresión urbana.
Érika
Carzul y César Bahamonte, ambos integrantes del colectivo En
Montevideo Nunca Pasa Nada, son dos de los organizadores y voceros de
Muta Montevideo. Se les
ocurrió la idea, sumaron a dos o tres amigos y arrancaron. Tuvieron
el apoyo primero del Centro Cultural Terminal Goes (CCTG):
“Hablamos con vecinos, comerciantes del barrio, buscamos todo tipo
de apoyo, monetario, material, humano y moral”, enumera Érika.
“Muta Montevideo salió
adelante por convicción y sobre todo por amor. Los artistas
invitados pagaron su pasaje, los artistas de acá dieron alojamiento
a los que vinieron de afuera, la comida fue hecha por amigos o con
ayuda de los comercios del barrio, lo mismo la plata para los
materiales y la pintura fueron empresas que se coparon con la idea y
un apoyo de Capitalidad”.
Muta
Montevideo largó el viernes 22
de noviembre. Se dejó bien claro el circuito de las acciones (muros,
fachadas), se armaron los andamios y se repartió el material en el
CCTG. Acompañando el trabajo de los graffiteros se sumaron vecinos y
gente que llegó de otros barrios, enterada de la movida a través de
las redes sociales. La música en vivo estuvo a cargo de Wild
Band, Kif y Jaime Roots. El registro del evento lo realizó el
colectivo Entrelazando. “Fue muy lindo ver a tanta gente caminando
por el barrio, mapa en mano, descubriendo los murales y parándose a
contemplar”, cuenta la joven gestora. “Hubo gente de todas las
edades, preguntando mucho, sobre técnica, estilos e interpretando
las pinturas”. ¿El balance? Según Érika, en cuanto a
organización y lo estrictamente artístico se superaron con creces
las expectativas que ellos tenían. “Todos los que participaron son
gente que aman pintar, que no les importa nada, se juntan con lo que
tienen y pintan. El domingo algunos terminaron sus obras bajo
lluvia”.
De
acá y de allá
David de
la Mano es un artista español que mantiene desde hace dos años una
intensa relación con Montevideo. Va y viene. Muta Montevideo lo
encontró otra vez en el Río de la Plata y fue uno de los
principales animadores de la movida. Compartió muro con los
argentinos Irene Lasivita y Pelos de Pluma, y el uruguayo Alfalfa,
uno de los más reconocidos graffiteros montevideanos. “Si
bien no soy experto en arte uruguayo, se puede apreciar un aumento
considerable en cantidad y calidad de artistas urbanos”, destaca
David. “Salta a la vista que el arte urbano vive un momento dorado
en muchos países del mundo y Uruguay no es excepción... Un enorme
abanico de técnicas y estilos diferentes conviven en los muros de
Montevideo”.
La
tradición graffitera local -especialmente en lo que tiene que ver
con murales- cobró especial impulso a partir de las acciones de Kncr
Crew, colectivo con base en el Cerro en el que se formaron artistas
como Min8, Raf y Poshy, entre otros. A ellos se fueron sumando nuevos
nombres como Crew del Sur y otros tantos especialistas en tags,
bombas y piezas relacionadas con la cultura y estética hiphop. Otro
perfil, de murales figurativos, apareció en las calles con los
murales del belga Obes y hace algunos años con el sostenido trabajo
de Alfalfa y cultores de otras técnicas urbanas como el stencil y el
sticker.
Uno de los nombres más recientes que aparecieron en paredes
de Montevideo es Malandro, firma de la artista maragata Lucía Pérez.
A ella le tocó compartir muro con Henruz, un gran artista chileno
que le contó que una vez -mientras estaba trabajando en un muro- se
le acercó un hombre que lo acusó de ser un enviado del Diablo. “A
mí lo máximo que me pasó fue que me tiraran agua mientras pintaba,
para que me vaya”, recuerda Malandro. “Es siempre una aventura
ponerse a pintar en la calle, nunca sabes que sucederá”.
A pesar de
eso, tanto David de la Mano como Malandro coinciden en que Uruguay es
un lugar bastante ameno para pintar. “En Montevideo tampoco hay
muchos impedimentos con la ley”, agrega Malandro. “En otros
países se hace más difícil y los artistas callejeros suelen ser
perseguidos”, precisa el español, quien destaca lo saludable de
propuestas como Muta Montevideo:
“El encuentro fue una fiesta para los vecinos de Goes, y un lugar
de encuentro y escaparate para todos los artistas participantes”. Y
concluye: “Montevideo es un lugar idóneo para pintar; no
solo por la cantidad de muros disponibles, también por la enorme
sensibilidad de muchos de los vecinos con respecto al arte urbano.
También es fácil pintar y hay libertad, que no son características
menores (ni obvias), sobre todo cuando has estado en otras ciudades
donde está prohibido y multado”.
Mano
española
“Pintar
murales es una responsabilidad que trato de ejercer con esmero y
respeto. También es un medio que utilizo para comunicar, para
expresarme y también para explorar y desarrollar mi trabajo como
artista. Otro atractivo del trabajo en la calle es que maneja
variables únicas, como el contacto directo con la gente, la textura
del muro, el cambio de la luz solar, las inclemencias del tiempo, la
escala. El arte urbano es una experiencia única, y un derecho, algo
que merece la pena promocionar, que mejora y hace de la ciudad un
lugar más vivible”. (www.daviddelam.blogspot.com)
Graffitera
“El
primer muro que pinté fue un regalo que le hice a mi viejo, un
dibujo hecho por él cuando era adolescente. Un día lo llevé sin
decirle nada, y cuando vi la cara y su emoción, me dije 'tá! tengo
que seguir pintando'. Ahí me dí cuenta lo mucho que quería hacer
esto... Para mí pintar un muro es regalarlo. Lo expongo en la calle
para que sea público. Deja de ser 'mío' y pasa a ser de la
ciudad... De chica consumí, gracias a mi madre, muchos museos. Me
aburría mucho el clima que se generaba, el caminar de las personas,
el silencio, el no poder acercarse a las obras. Me parecía medio
absurdo eso de coleccionar y encerrar en un lugar las obras de arte.
La calle me parece más libre, cada uno puede desarrollarse con
menores cotas. No quiero decir que no las haya, existen pero no te
limitan tanto”. (www.malandromio.tumblr.com)
((Artículo publicado originalmente en revista CarasyCaretas))
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