La
leyenda, o más bien el relato despectivo de ciertos letrados de la
generación del 45, tipificó a José Parrilla como un poetastro que
repartía tarjetas personales con la inscripción “Profesor de
Amor”, un dandy que se creía Rimbaud, publicó tres plaquetas de
versos y se marchó a Europa para liderar una extraña secta llamada
Esterismo. Al lado del poeta ubicaron a Cabrerita, un pintor naif y
un poco loco al que tampoco tomaron en serio.
Los
relatos posteriores tienen varias derivaciones y, sobre todo, ese
aire de leyenda que fue alimentado por quienes siguieron el rastro de
Parrilla. El poeta Mario García, por ejemplo, compañero de tertulia
del Yatasto, la cara b del Sorocabana, se encargó de mantener viva
la llama del “esterismo”, que puede ser definida como la
corriente creativa primigenia de este poeta que entregó varios de
los versos más intensos de los primeros años 40. De hecho, es
probable ubicar a Parrilla como un poeta del cuarentaycuatro, urbano
y surreal, apasionado y disidente, seguidor –además de Rimbaud- de
una obra mayor de la literatura rioplatense: nada menos que El
pozo de
Onetti. Debe anotarse que Ester se llama la prostituta de la novela y
que La
llave en la cerradura,
por ejemplo,
puede
leerse como una derivación onettiana.
El
hecho es que Parrilla se fue. No volvió nunca más. Poco y nada se
supo de sus andanzas en Valladolid, Barcelona, París y Niza. Alguna
habladuría, alguna que otra mención burlona de los mismos letrados
de la generación del 45. Se alimentó la versión de la secta, o sea
el misterio, lo no investigado, los cabos sueltos, y esos librillos
que hasta la bienvenida edición de Yaugurú de hace un par de años
solo podían consultarse en la Biblioteca Nacional. Así fue
creciendo el malditismo de Parrilla, a un costado también de la
historia que empezó a recuperar el legado y la obra de su amigo
Cabrerita, el pintor.
El
nombre de Fernande Dalezio empezó a escucharse hace muy poco. Ella
armó una exposición en París, reivindicando el “esterismo”, el
legado de Parrilla y de ese grupo del que ella formó parte en los
años 50 y 60, a ambos lados de los Pirineos. Esa misma exposición
cruzó el océano para reencontrar a Parrilla con la ciudad en que
escribió sus primeros versos y delineó las bases del “esterismo”,
no solo como una licencia poética sino como ideología, filosofía
de vida, que lo fue llevando a convertirse en un maestro tan
excéntrico como fermental.
“Tal
vez hubiera sido mejor mantener el misterio”, dijo Dalezio, el día
de la inauguración en Punto de Encuentro, dejando abierta la duda
sobre la pertinencia de mostrar el relato expositivo de la
Retrospectiva
Esterismo:
pinturas, dibujos, caligrafías, publicaciones y una serie de notas
publicadas en diarios que añaden, sin proponerlo, más voltaje al
misterio Parrilla.
(continuará)
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