La edición de Papeles de Juan Morgan, libro que reúne la obra narrativa del poeta
Julio Inverso (1963-1999), es uno de los últimos acontecimientos editoriales en
Uruguay. El esfuerzo de Editorial Hum está acompañado del riguroso trabajo de
investigación del profesor y poeta Luis Bravo.
Luis Bravo
debutó como investigador literario casi por azar, siendo muy joven, ordenando y
catalogando la obra poética de Íbero Gutiérrez, poeta asesinado a los 21 años
por el Escuadrón de la Muerte y que dejó una obra urgente y lúcida, afiebrada
de un beat mucho más honesto y salvaje que los mejores ejemplos de poesía
urbana de finales de los sesenta. Las pesquisas de Bravo continúan en un
segundo personaje, también fallecido joven, de un poeta llamado Julio Inverso
que se suicidó en 1999 dejando –entre otras gemas- varios cuadernos inéditos de
una prosa no carente de urgencia y ansiedad pos-beat.
Hace un par de años, editorial Hum publicó Obra Junta, libro que reúne la poética de Íbero y que profundiza el
trabajo hecho para Arca en 1985 por la dupla Bravo-Oreggioni. Posiblemente
aquel libro alentó al editor Martín Fernández a lanzarse a la aventura publicar
la obra completa de Julio Inverso: poesía y prosa. El círculo se cerró con el
trabajo de Bravo, a esta altura uno de los referentes en la investigación
literaria uruguaya. De esta conjunción sale Papeles
de Juan Morgan, un libro que se convierte en esencial para empezar a
catalogar literatura uruguaya de la posdictadura. Y la sorpresa de constatar
que la narrativa de Inverso –en su mayoría inédita- asoma como una obra potente
y removedora.
***
¿Cómo fue el trabajo de recuperar
–investigar, recopilar y finalmente publicar- la prosa de Julio Inverso?
Mi trabajo
consistió en darle una mirada al conjunto de la escritura édita e inédita de
Julio Inverso, y a partir de allí realizar una lectura literaria para su
comprensión, dándole una organicidad ante el futuro lector. Ante la motivación
editorial de Martín Fernández (Estuario/Hum) comenzamos a juntar los materiales
que cada uno tenía, más otros inéditos que, amigos de Julio como el poeta
Eduardo de Souza, habían acercado. Tal el caso del valioso manuscrito Morgan el inmortal (una novela psicodélica).
Esta, que es el principal aporte de entre las narrativas de este volumen, fue
cedida de entre los papeles personales de Fabiana López Gravina, pareja de
Inverso allá por 1993, cuando esta versión está datada.
¿Cuál es el valor del texto Morgan el inmortal?
Es muy
valioso porque ese cuaderno mecanografiado, aunque incompleto según los números
de los capítulos, fue la pista para seguir el derrotero de muchos de sus textos
datados en fechas posteriores. Ahí la pesquisa arrojó una hipótesis que aún sostengo,
y es que esa novela fragmentaria, con una gran mixtura textual, es el primer
intento del poeta de trasvasar los límites de la poesía en prosa para
experimentar con un tipo de narrativa, a
todas luces muy poética. Esa “novela psicodélica” resultó ser, según lo fui
comprobando, el genotexto (el manuscrito primario) que dio origen a buena parte
de los cuentos que finalmente él mismo reunió bajo el título Vidas suntuosas, con el que obtuvo el
primer premio del concurso de narrativa de 1996 (IMM), que permaneció inédito
hasta que Daymán Cabrera lo publicó en 2004. En ese tipo de hallazgos es donde,
me parece, hay un aporte sustantivo del proceso mediante el cual el poeta
Inverso hace sus primeros intentos en cultivar una narrativa que, sin perder el
espíritu poético que le caracteriza, logra encontrarse con otro rumbo de su
propio arte.
Tu trabajo continúa, y de alguna manera
finaliza, lo que había comenzado el investigador Marcos Wasem y el editor
Daymán Cabrera...
El aporte de
Marcos Wasem es algo que quise rescatar y que menciono en el prólogo, puesto
que es preciso saber que fue él quien primero se enfrentó a darle un orden a
una cantidad de materiales inéditos. Es decir, estamos ante un mediador
inicial, aunque eso no se note ni sea hoy posible saber qué opciones tomó en su
momento, puesto que ni él mismo recuerda mucho aquella labor. Pero no todos los
materiales que ahora se publican pasaron por sus manos; además de los inéditos
ya mencionados, está el ejemplo de Papeles
de un poseído, que le alcanzó de mano a Miriam Cueto, madre de Julio, el
escritor Ruben D’Alba. Un libro, para mí y para muchos lectores, de los más
removedores de toda su escritura, por su alcance autobiográfico, apenas
ficcionalizado, como para remontar de la mera crónica confesional o del diario
íntimo, un libro valiente que aún mantiene en vilo por su energía eléctrica y
transgresora.
¿Qué relación juega la narrativa, con la
poesía que fue publicando mientras vivía?
Inverso
cultivó ese magma como principio creativo y reconoció en los grandes escritores
que admiró -Kafka, Dostoievski, Proust- que, acaso, lo que habían hecho era
escribir poesía en el formato de la prosa narrativa. En su escrito sobre Kafka,
queda claro que consideró al escritor checo como un poeta inclasificable: “su
carácter de poeta, que desborda toda clase de encasillamiento”. No es casual
que la mayoría de los narradores de sus novelas y cuentos sean a su vez
“poetas”, ya sea Morgan u otros. Como sus queridos y muy bien leídos autores
románticos -Novalis y Nerval, principalmente-, Inverso va en busca de la
restitución de la prosa, incluso de la novela, al más mágico y conmovedor
lenguaje de la poesía.
¿Qué lecturas te provoca la edición de Papeles de Juan Morgan? Porque más allá
del estilo y de los juegos prosa-poesía, la noción de automitificación lo
acerca a posibles papeles dispersos de los real visceralistas de Bolaño...
Lo que
provoca la lectura de Papeles de Juan
Morgan es algo que la crítica y los lectores, es de esperar, puedan
enunciar. Al parecer, hay quienes se preguntan porqué nos ocupamos de un
escritor de los años 90, en lugar de algún escritor de la generación surgida en
el siglo XXI, es decir, de la actualidad. En lo personal, considero que nuestra
literatura sufre, desde hace ya demasiados años, de una carencia crítica y de
investigación que no permite hacerla visible, ni comprensible, ni querible para
nosotros mismos, ahondando así ese buraco de identidad que los uruguayos
padecen estructuralmente. Por tanto, traer al ruedo la literatura de autores uruguayos
de relevancia artística, como es el caso de Julio Inverso, me parece un aporte
para una sociedad como la nuestra, que “desprecia cuanto ignora” de sí misma.
No creo que su literatura se trate de una automitificación, sino de una
vivencia trepidante que, atiborrada de visiones propiciadas tanto por las
drogas como por la literatura y el arte, conforma un magma vital cuya poética
desafío a la vacuidad neoliberal, como lo hizo la línea visionaria romántica y
simbolista contra la burguesía triunfante en la Francia finisecular. Y creo que, a la larga, su diamante brillará
para quien quiera verlo, aunque por ahora sólo sea un puñado de cultores los
que sostengan la validez de su arte. Muchos han comparado la intensidad
autoficcional de Inverso con la obra visceral y antirretórica del chileno
Bolaño. Es una analogía válida y literal ya que, con diferencia de edades,
ambos escribían desde lo vital y contra lo establecido como “literatura” en sus
respectivos contextos, sin haberse leído entre sí, como es obvio. También
pienso que si Inverso fuera Bolaño, y Bolaño fuera Inverso, es decir si les
cambiáramos los itinerarios y los papeles, hoy estaríamos hablando de Inverso y
no de Bolaño, porque los uruguayos, insisto, suelen negar y tirar a menos a sus
propios artistas, mucho más que lo que lo hacen otros latinoamericanos,
inclusive los chilenos.
A vos te ha tocado, por distintas razones,
rastrear en la vida y la obra de dos poetas muertos a temprana edad... Íbero
Gutiérrez y Julio Inverso. ¿Qué parentesco
podés asociar entre ambos?
La
oportunidad de conocer la obra inédita de Ibero Gutiérrez (1949-1972),
asesinado por el “escuadrón de la muerte” cuando apenas tenía 21 años, es algo
que siempre agradezco a Laura Oreggioni que, siendo yo joven, me invito a trabajar
juntos en torno a la misma, en 1985. Fue un trabajo de cinco años, una
experiencia en la que aprendí a investigar, ya que aquí no teníamos ninguna
orientación para esa línea de trabajo en el ámbito literario. Una gran
diferencia es que de la época en que escribió Ibero -entre 1965-1972-, a quien
no conocí personalmente, yo tenía referencias que conectaban con mi
adolescencia y con la violencia social que se había vivido en el país por esos
años. A Inverso sí lo conocí, y aunque no fuimos amigos, sí participamos
conjuntamente de una época que, en un ensayo sobre la poesía de la generación
de los 80, caractericé como la de “la movida contracultural”, entre 1986 y
1993; él se formó en ese período, mientras salía a grafitear los muros con la
“Brigada Tristán Tzara”, pero recién
comenzó a publicar a partir de 1992, cuando la movida transgresiva ya tocaba a
su fin. Por eso creo que su línea gótica es la que asume las sombras del festín
dionisiaco que la movida había gestado a despecho de la moralina anacrónica con
la que el régimen castrense había pretendido castrarnos. Hay varios puntos de
contacto entre la estética contracultural de Ibero, gestada a mediados de los
sesenta, con la movida gestada a mediados de los ochenta, algo que
históricamente se explica por el corte abrupto que la dictadura realizó, que
funcionó como un paréntesis en el que se congelaron experiencias vitales y
artísticas que no tuvieron posibilidad de florecer en los setenta pero hicieron
eclosión en los ochenta, con las adaptaciones correspondientes, claro. Los
jóvenes Gutiérrez e Inverso son “conductores poéticos”, según la frase de
Novalis, que transmiten con nitidez experiencias poéticas que habrán de
adelantarse a sus respectivos contextos, y que llaman la atención por haber
dedicado enteramente sus breves vidas a dejar una buena cantidad de inéditos de
valor literario.
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