Es uno de los discos
más exquisitos y potentes del año. Gonzalo Deniz reinventa el concepto Franny
Glass, mezclando su identidad indie con una revisión de la mejor canción beat
montevideana.
Hace algunos años tuve un inquietante deja vu sonoro. Sonaba una hermosa canción en la radio. Me detuve a
escucharla atentamente. Me pareció raro que los Belle and Sebastian cantaran en
francés. No eran ellos, ciertamente, se trataba de una versión de una de las
grandes canciones de Mateo en la voz de Diane Denoir. ¡Una vieja grabación de
1968! Un ejemplo de que los vasos comunicantes musicales suelen dar vueltas y
giros insospechados.
¿Qué pasa entonces cuando un joven montevideano, fanático de
los Belle and Sebastian y Magnetic Fields, alguien que pateó el tablero del
indie local con su proyecto Franny Glass, se decide a combinar su neo folk
austero y luminoso con timbres y armonías en la sintonía de viejas canciones de
El Kinto y más cercanas de Fernando Cabrera? Ese es el plan y la reinvención
2011 del cantautor Gonzalo Deniz, el muchacho detrás de Franny, quien junto con
su amigo español Xoel López (productor artístico y compadre musical en El podador universal) se mandó un disco
que hará historia y producirá saludables e inquietantes deja vu en los oídos que busquen novedades pero con raíz, con
identidad impura.
El fraseo de “Los daños”, la canción que abre el tercer
disco de Franny Glass, explicita la admiración de Deniz por Fernando Cabrera.
El juego queda claro. En la segunda, “A través de mí”, se cuela el toque
distraídamente genial del mejor Mateo. Las interferencias se suman, le dan un
nuevo espesor y color a la poética folk del cantautor. Su decir se lleva a las
maravillas, enmarañado en un mapa sonoro que deja pequeñas joyas como “La casa
abandonada” y “Me acuerdo de Felipe”, esta última una canción que está entre
las mejores del año. “Lo que buscaba con este disco era vincular el trabajo que
venía haciendo en mis dos discos anteriores con un sector de la tradición
musical uruguaya ya casi extinto”, cuenta Deniz. “De solistas o bandas como El
Kinto, que tenían mucho de los Beatles, pero con ritmos más regionales, con el
objetivo de encontrar un sonido que, si bien no es único, sí tenga una mayor
cuota de identidad”.
El podador primaveral resulta
entonces un disco casi perfecto, luminoso, que funciona como vaso comunicante
entre varias generaciones. El tratamiento sonoro que logra Deniz permite
recomponer una línea clave de la canción urbana montevideana, ubicándose Franny
Glass como un científico obsesionado por sintetizar la química de Mateo y
Cabrera. Al escuchar estas nuevas canciones el deja vu se va diluyendo, como debe ser, en una experiencia nueva y
sumamente agradable.
El disco fue grabado en Buenos Aires, al igual que el mítico
Mateo solo bien se lame, con cuarenta
años de diferencia pero una similar actitud de libertad y frescura. “Lo
grabamos en casa de Xoel”, recuerda Deniz. “Durante una semana nos levantábamos
temprano, desayunábamos y nos poníamos a grabar hasta casi la noche. Así fue
durante los siete días que duró la grabación... sólo paramos para comer,
dormir, jugar al fútbol y brindar por el año nuevo”.
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