El
escritor argentino César Aira realiza en Las
aventuras de Barbaverde un homenaje a los grandes héroes del comic. Cuatro
divertidas historias que tienen como centro la ciudad de Rosario y permiten el
desarrollo de la clásica imaginería del novelista. Edita la casa Mondadori.
Difícilmente, salvo algún fanático ensimismado, pueda encontrarse a alguien que tenga la
capacidad de versar con erudición –y sin fallos- sobre la prolífica obra del novelista
nacido en Coronel Pringles (Argentina) en el año 1949. Desde hace tres décadas
publica un libro atrás de otro, en editoriales pequeñas y grandes, a veces en
tiradas limitadísimas, o bien formando parte del imperio Mondadori, como años
antes lo fue de Sudamericana. Ha publicado más de sesenta libros, en su mayoría
novelas, pero no faltan los ensayos (es especialista en Alejandra Pizarnik, por
ejemplo) y obras teatrales.
Una verdadera máquina de escribir, de
parir historias que si bien tienen en común una extrema libertad y una
imaginería extrema, no encadenan ninguna línea unificadora en cuanto a posibles
temáticas o determinada novedad formal. El secreto de Aira estriba en lo más
simple: escribe muy bien (como pocos en la narrativa de ficción contemporánea)
y sus novelas suelen estar en el inmenso campo fértil que se abre entre el
ensayo y la literatura más bizarra de folletín. Hay otros no tan pequeños
detalles: en varias de sus novelas suele aparecer César Aira como personaje y,
especialmente, las historias suelen contener argumentos fantásticos y en
algunos casos deliberadamente delirantes. Así sucede en La guerra de los gimnasios (ni más ni menos la batalla encarnizada
de dos bandas de musculosos, incluyendo un galán de televisión atormentado por
su falta de neuronas y ejércitos de ninjas y otros personajes que destruyen un
barrio porteño) y también en El misterio
de Rosario (la llegada de un cataclismo permite el desarrollo de una
aventura pos académica con largas disertaciones sobre filosofìa, metafìsica y
filosofìa), dos novelas bien distintas y de diferentes épocas de Aira pero que
coinciden en ese gusto por el exabrupto y la desmesura de lo cotidiano.
Podrían citarse otros tantos ejemplos
–citar a la memorable Embalse o a la
más cercana Parménides- pero siempre
sucede lo mismo: leer una novela de Aira suele producir un raro extrañamiento,
el de estar en tiempo presente leyendo algo nuevo, en la peligrosa frontera de
lo ridículo y lo genial. Es un raro, así como lo fueron los cercanísimos Felisberto
y Levrero, como también lo fue Roberto Bolaño. Tiene algo también de
Fontanarrosa y también de Maslíah, como si todos fueran integrantes de una
misma conspiración, la de hacer literatura desde un inesperado surrealismo de
notorio tinte sudamericano.
El libro 2008 de César Aira, como la
mayoría de sus novelas, es un libro especial para el verano. Se llama Las aventuras de Barbaverde y es, ni
más ni menos, que un inspiradísimo homenaje a los personajes de los grandes
comics del siglo pasado. Como no puede ser de otra manera, todo sucede o parte
de Rosario, la ciudad literaria de Aira (aunque varias novelas tengan como
centro al barrio porteño de Flores), de donde procede el protagonista, Sabor, un
aprendiz de periodista que tiene dos misiones: ayudar a Barbaverde a salvar el
mundo y tratar de conquistar el amor de Karina. Desde la primera página suceden
maquinaciones que solo parecen poder salir de la mente de Aira: desde una
inevitable colisión entre la Luna
y un salmón gigante hasta un rayo que convierte a juguetes infantiles en
objetos reales. Lo inverosímil, además de adaptarse a la estrategia “comic”
planteada por Aira, permite al igual que en otras novelas del autor abundantes
giros ensayísticos que incluyen ácidas críticas al consumo, reflexiones acerca
de la naturaleza del presente y una divertidísima sátira a las muñecas Barbie.
Como sucede con los escritores de obra
tan prolífica y elogiada –no en vano Aira está considerado uno de los grandes
de la literatura contemporánea en nuestro idioma-, siempre aparecen los
fanáticos que dicen que se debe empezar por tal o cual novela. En el caso de
Aira se puede empezar por cualquiera. Pero cuidado: con moderación y con cierto
handicap, porque suele ser difícil entrarle, sobre todo para lectores más
serios.
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