autodestructivo, original, talentoso


// Paranoias de un anarco mediático”


Fui a preguntarle a Escanlar por aquel estudiante de Medicina de larga melena y barba que leía autores anarquistas, allá por los primeros ochenta. Fui a preguntarle por ese otro que escribía textos nihilistas y libertinos en el fanzine Suicidio Colectivo.
Fui a preguntarle a Escanlar esas y muchas cosas más, tratando de no estar demasiado de acuerdo -porque sí nomás, no sea cosa-, y me encontré con un cuarentón amable y juvenil, rodeado de libros, en el ajetreo clásico de un hogar recién formado y en el que reina un despelote absoluto. El mismo que siempre tuvo en el neurótico despacho de editor en revista Tres.
Fui a buscar algo que me sorprendiera, y tuve suerte: debajo del personaje cínico del enfant terrible encontré una desconocida dosis de transparente filosofía. Y un poco de predestinación, porque unas horas después de la entrevista caerían, una por una, todas sus fichas laborales. Pero esa es otra historia. O, para ser más exacto, la segunda parte de esta misma entrevista.

_Tuviste un año muy fuerte, sobre todo a partir de la masividad que alcanzó Zona Urbana. ¿Cómo lo viviste?
_Más que fuerte. El 2004 fue para mí un año “bisagra”.
_¿Cómo es eso de año “bisagra”?
_Eso viene de una conversación que tuve, hace años, con Elvio Gandolfo. Él decía que un tipo a lo largo de la vida tiene siete bisagras. La teoría es esa. Que somos como los gatos, y que tenemos siete chances para cambiar. A veces se cambia por voluntad propia, y otras veces los cambios se dan por circunstancias que te vienen de arriba.
_Y la de 2004 fue...
_Mi segunda “bisagra”.
_¿Cuándo fue la primera?
_Fue a los 25 años. Por ahí. Estaba haciendo lo que el mundo y mi familia esperaba de mí: buen alumno, novio fiel, etcétera. Pero todo con una insatisfacción interior que podía canalizar a través de la neurosis o de una ruptura. Por suerte la canalicé con un cambio, y no tuve necesidad de ser un médico neurótico que le gustara ir de putas y escribir poemas. Así que mi primera “bisagra” fue clarísima. Fue una ruptura importante. Mis padres esperaban tener un hijo médico, y mi novia quedó ahí, sin saber por qué me había ido. Fue salir de la normalidad para mirar a otra cosa... mirar “al otro lado del río”.
_¿Hasta qué año estudiaste en Facultad de Medicina?
_Yo entré a Medicina en el 80 y largué en el 86. Hice seis años y pico. Me quedan las clínicas.
_Creí que tu primer gran salto había sido antes, cuando te hiciste anarco al salir del colegio de curas.
_Pero esa reacción la siento natural. Seguía dentro del sistema, de las expectativas. Se toleraba que usara barba larga, que fuera anarquista y que votara anulado.
_¿Leías a Kropotkin o a Bakunin?
_Ni tanto. Lo mío iba en la línea Maslíah, Lazaroff.
_Simultáneamente irrumpe la generación rock y las revistas subte. Vos apareciste junto a Lalo Barrubia en Suicidio Colectivo. ¿Cómo fue esa historia?
_Era una revista para sacarse la leche. En ese momento, yo tenía mucha rabia de las cosas que no había podido hacer durante la dictadura, y tenía más rabia, todavía, porque el estado de cosas que se estaba viviendo tampoco me gustaba.
_Tus colegas más jóvenes y los rockeros dicen haber vivido una “primavera”.
_No hubo primavera democrática. No hubo tampoco libertad de cabeza, como proponían Restuccia y Cerminara desde Teatro Uno, y algún otro que estaba por fuera de la cultura Canto Popular. Y a los de veinte de aquel momento los veía muy parecido a como los veo ahora... como a tipos que adoptan una mentira propia, y que niegan tener una estrategia en nombre de determinados principios. Pero en definitiva la tienen. Y yo creo, en ese sentido, que fui el menos hipócrita de esa generación. Yo nunca me trabajé un punk.
_Una novela que pinta esa decepción es Arena, de Lalo Barrubia.
_Sí, pero es otra línea y otro palo diferente al mío. Lalo habla de gente un poco más joven, que como no tenía un lugar donde ir terminó recluyéndose en el Polonio. Nunca me sentí partícipe de eso. Nunca creí que el conflicto que vivíamos se solucionara abandonándose y encerrándose con un grupo de amigos para fumar marihuana y curtir hongos. Porque esa forma de vida tenía bastante de autocomplacencia, eso de que soy rebelde porque el mundo me hizo así... Para mí la salida era formarte mucho mejor y ganarle a la sociedad.
_Decís que fuiste el menos hipócrita... ¿Pero fuiste a parar a Punto y Aparte?
_Lo que pasa es que aquel anarco de la Facultad derivó en un liberal individualista. Si quería modificar el mundo, primero tenía que modificar el mío. Es mentira el que se trabaja un revolucionario y nunca puede cambiar ni siquiera su propio esquema.
_El que no acepta las “bisagras”, digamos...
_Claro. Pretender una “bisagra” social y no lograr “bisagras” individuales, no existe.
_¿Sentiste en este último tiempo que se acercaba una nueva “bisagra” en tu vida?... Es que no sé bien cómo funciona, porque nunca pensé en esos términos.
_No es demasiado consciente. Ya te dije: viví una ruptura el año pasado. Fue al empezar a adquirir cierta masividad, por la cual perdí tranquilidad y adquirí cierta paranoia. Una paranoia que, al final, la realidad demostró que no era fantasía. Descubrí que el enemigo puede estar al lado tuyo, o puede haber trabajado al lado tuyo diez años. Descubrí que no se puede confiar en nadie.
_Charles Bukowski dijo una vez que no se podía confiar en nadie mayor de 30...
_Y sí... Un grande, Bukowski. No es cierto que no haya lecturas que te cambian la vida. En mi caso fueron Rayuela de Cortázar, todo Bukowski y Reich.
_¿Te ves en la tele?
_Me veo.
_¿Mucho o poco?
_Me veo para criticarme, para ver si lo que creí que estaba transmitiendo es realmente lo que transmito. Pero son percepciones diferentes. Porque Zona Urbana, por ejemplo, es un programa negociado en la interacción con otras personas. Somos cuatro personalidades, y bastante diferentes. Pasa como con los Beatles, en que la suma de las partes es más que el todo, y...
_¿Entonces Las cosas en su sitio es como Simon y Garfunkel?
_¡No! Con Álvarez somos Lennon-McCartney.
_Y con Insomnio sacaste tu primer disco solista.
_Soy como Charly después de tirarse a la piscina.
_¿Lo sentís como un programa de autor?
_Totalmente. Cuando me veo, me identifico más con lo que hago en Insomnio que con lo que hago en Zona Urbana... Y está bueno, porque más allá del resultado de rating, lo concebimos como un programa de culto.
_O sea que el resultado se parece más a tus gustos privados, que suelen coincidir con lo bizarro, lo minoritario. ¿Cuándo descubriste ese perfil?
_Ahí tuve la ayuda de Forlán, Baltar y Gandolfo, para asumirme en el gusto minoritario. Y con el atraso cambiario estuvo bueno, porque pudimos consumir más cosas que venían del exterior. Así que me sentía ciudadano del mundo. Es lo que me pasa cuando voy a Buenos Aires. Apenas llego respiro una cultura impregnada con la cultura rock, en la que el taxista no tiene problema en estar escuchando Soda Stéreo... Acá todavía no llegó la cultura rock.
_¿Cómo que no llegó?
_No llegó.
_¿No me vas a decir que nunca escuchaste a Buitres o NTVG en un taxi?
_¡Pero eso no es rock! ¡Es canto popular con acordes de rock! Yo te hablo de cultura rock en serio, y este es un país en el que cuando surgen grupos como Los Tontos, o ahora Astroboy, el fundamentalismo les tira con cosas, simplemente porque no soportan a tipos que se toman las cosas más a la ligera. El uruguayo no soporta el pop, y en el fondo tampoco soporta el rock. En el país de Onetti no pueden existir culturas que estén alejadas del deseo de tomar el poder.
_¿Por qué creés que se dan estas distancias?
_Porque el uruguayo es un pueblo que participa de un engaño colectivo, como el de que Gardel nació en Tacuarembó y ese tipo de disparates propios de un chauvinismo insoportable. Y lo peor es que es un engaño en el que cae todo el mundo. Es el engaño de Maracaná, del Carnaval, de la izquierda...
_A vos sí que no te gusta nada, Escanlar...
_La película Whisky, de Stoll y Rebella, me encantó. Los discos Siempre son las 4 y Mediocampo, de Jaime, me gustan. Astroboy también me gusta. Hay muchas cosas que me gustan.
_Me estás hablando de productos artísticos, de objetos... ¿Y el país?
_Eso es otra cosa. Nada me ata a Uruguay, a un país inventado y con una supuesta identidad cultural también inventada. Pero al mismo tiempo, defiendo la nostalgia por ciertas cosas... Estokolmo, mi novela, es básicamente nostalgiosa. Habla del barrio. Pero no creo que con eso se construya una identidad. La nostalgia no es cultura. La nostalgia es pasajera, y no hace cultura.
_La última: si tuvieras que hacer un informe sobre Escanlar, ¿cómo lo titularías?
_Autodestructivo, original y talentoso... ¡Tómelo o déjelo!


***
¡Paren las rotativas!”, dice la voz de Escanlar, quien me anuncia, por teléfono y casi como si no le importara, que lo acaban de despedir de Zona Urbana y que tampoco volverá a hacer radio en el programa Las cosas en su sitio.
Varios e-mails habían circulado la semana anterior por la red, tan anónimos como cobardes, señalando un caso de plagio en una crítica literaria que publicó Escanlar en el Búsqueda. La noticia corrió rápido y no tardó en llegar a la redacción de Uruguay casi Rondeau. Danilo Arbilla lo llamó a su despacho y se acordó la renuncia del periodista al semanario. Uno de esos mensajes desglosa los tres párrafos del artículo de un chileno, disponible en Internet, reescritos por Escanlar en la nota referida. Otro describe una sórdida trama que involucra a los periodistas Leonardo Haberkorn y Lincoln Maiztegui como supuestos delatores de lo que finalmente se conoció públicamente: la desvinculación de Escanlar del semanario, de Radio Sarandí y de Zona Urbana. Ese mismo lunes, la audiencia de Álvarez y Escanlar no entiende nada cuando Nacho anuncia que su colega fue desvinculado del programa por un grave error profesional. Menos entenderá el público de Zona Urbana en la noche del miércoles 13.
¿Qué fue lo que sucedió? ¿Cuál es en definitiva el delito? ¿Quiénes son los jueces? ¿Es o no culpable? ¿Tiene sentido que pague un precio tan alto? ¿Qué otras culpas colectivas expiamos en los pecados de tipos como Escanlar? ¿Por qué tantos disfrutan con el resbalón de uno de los periodistas más polémicos y talentosos de Montevideo? ¿Cuánta miseria se esconde tras las buenas maneras de tantos periodistas y simples ciudadanos? No espero que sea Gustavo quien se haga cargo de estas preguntas. Pero esta última ‘bisagra’ en su vida se parece demasiado al destierro. A la figura del arcano de la Torre. La gran crisis. Por lo que solo cabe una regeneración, un redoblar la apuesta.
Por todo eso había bastante más para hablar. Después de la zona. Después del fatídico minuto quince de fama. Y sin tapujos.
­_¿Esperabas este golpe?
_“Vivo sin saber de dónde viene el tiro”... ¡Ey!, eso ponelo entre comillas, porque ya lo dijo Herbert Vianna. En parte es así; vivo esperando algún que otro golpe. Pero seguro que no lo esperaba de este modo.
_¿Estás caliente con que te echaran de Búsqueda?
_Con ellos no. En absoluto. Pero conmigo sí, porque voy a extrañar. Ya estoy extrañando.
_¿Lo hiciste por falta de tiempo o porque no habías leído todo el libro?
_Increíblemente, no lo hice de manera consciente. Sí leí el libro, sí me gustó. Obviamente, fue por una mezcla de falta de tiempo, boludez, no saber decir que no, no saber estar ausente.
_¿Cuál es el límite entre cotejar distintas fuentes y cometer plagio?
_Es muy difuso y subjetivo. Si lo hace un enemigo o un competidor, es plagio. Si lo hace un amigo, es intertextualidad. En periodismo y en literatura, a diferencia de la música, no hay una medida objetiva para evaluar si algo es plagio o si es otra cosa.
_Es verdad. La música tiene otras reglas estipuladas. Tu error sería un sampleo no autorizado, ni siquiera un remix. Aunque a Rod Stewart no le fue muy bien con aquel juicio que le entabló Jorge Ben.
_No te olvides de Michael Jackson cuando plagió a Albano, o John Lennon con Chuck Berry. Hasta el propio Himno Nacional no se salvaría de un escándalo.
_Hablando de mitos uruguayos, el propio Batlle y Ordoñez echó de El Día al historiador Alberto Zum Felde por traducir una nota del francés y firmarla.
_Ey, que yo no llegué a tanto... Fueron apenas dos párrafos, y ni siquiera textuales... Pero sí, una vez hice una nota sobre grandes plagios, así que me acuerdo de algunos ejemplos ‘literarios’: Pablo Neruda plagió a Rabindranath Tagore, Vicente Huidobro a Julio Herrera y Reissig...
_Decías que fueron sólo dos párrafos...
_Y lo peor es que terminé escribiendo la copia mejor que el original... Pero me gustaría hacer a mí una pregunta: leer el diario en las mañanas de la radio, ¿no debería considerarse plagio? Bueno, pero es una práctica aceptada. Como la de copiar las solapas de un libro para recomendarlo como lectura de verano, o reescribir el press-book de una película para armar la cartelera de cine.
_¿Están relacionados los posteriores despidos en Sarandí y Zona Urbana con el de Búsqueda?
_No están relacionados empresarialmente. Sí lo están porque son consecuencia del mismo acontecimiento.
_¿Cómo se enteraron?
_Por el e-mail que anduvo circulando, y por mí.
_¿Quién creés que está por atrás de los e-mails que circularon?
_No sé. Pero es alguien mucho más cercano a mí de lo que creo. No es que sea paranoico. Es que la realidad me obligó a serlo. Ahora, aclaremos, tiene todo el derecho de hacerlo. Yo le di el cachón.
_¿Llegaste a leer el e-mail que involucra a Haberkorn y Maiztegui?
_Me lo envió Lincoln, abatido y disgustado, asegurándome que nada de eso era cierto. Le creo: ni él ni Leonardo serían capaces de acciones tan ruines como ir a hablar con alguien para que me eche del lugar en que trabajo. Ese es el problema de Internet: deja en libertad de acción a tipos cobardes y calumniadores, que ni siquiera tienen la dignidad de dar su nombre cuando inventan cosas en un e-mail que la gilada después compra.
_¿Qué sentiste cuando tus excompañeros de Zona Urbana te pidieron la renuncia al programa?
_Un vacío en la boca del estómago.
_¿Quién te lo dijo?
_Prefiero que lo que pasó ese día, entre nosotros, quede así.
_¿Existe algún otro motivo para el alejamiento?
_No. Creo que es realmente una falta grave, sobre todo cuando estás acusando a otras personas de corrupción, doble discurso u otras faltas éticas.
_Podría especularse con un cierto desgaste de tu relación profesional con Ignacio Álvarez, por ejemplo.
_La relación estaba desgastada. No lo niego. Pero éramos como Wyoming y Segura en Muertos de risa: inseparables a pesar nuestro. La química todavía funcionaba. Además, quizá el desgaste se sintiera más en radio que en televisión. Ahora, si seguíamos mucho tiempo más juntos, podíamos haber terminado matándonos el uno al otro, como Segura y Wyoming...
_¿Quién te comunicó la desvinculación de Sarandí?
_Ligia Almitrán. Fue triste para ambos.
_Supongo que aún es temprano para reflexionar, pero qué es lo que te da vueltas en la cabeza estos días...
_Lo peor es la sensación de estar perdido, de no poder confiar en nadie. H hay mucho hijo de puta carroñero dando vueltas por ahí. El problema es que no te das cuenta quién es quién. Hoy solo puedo confiar en los que me llaman sin necesidad de hacerlo... No sé, el 2004 estuvo lleno de sorpresas y ataques inesperados muy difíciles de manejar. Hablo de la fama, de Fasano, de mis viejos enfermos, de tardes perdidas en los juzgados, de amigos que dejaron de serlo. Fue demasiado... Y ahora se vino todo esto.
_Pero entre tanta popularidad, paranoias y desventuras, te estás olvidando que pasaste por el Registro Civil...
_Sí, me casé con Eleonora... Es que el problema, precisamente, es con lo que te cae de arriba, lo que está más allá de la voluntad. Y ahí entra la enfermedad de mis padres, por ejemplo. El gran problema es que esos problemas te dejan en un estado de soledad bastante importante. De ahí viene el tema de generar algo que perdure, que no es, obviamente, escribir libros, hacer periodismo y salir en la tele.
­_¿De qué estás hablando?
_De formar una familia, de buscar un nivel afectivo fuerte.
_Y por eso el viejo anarco se tomó en serio un rito al que siempre le escapó...
_Sí, porque aprendí a valorar la importancia de ciertos ritos. Y el casamiento, por ejemplo, permite que perduren ciertas seguridades... Pensándolo desde mi lado, a mí me gustaba y me gusta ver las fotos del casamiento de mis viejos. No sé por qué, pero hay algo que nos lleva a eso y está bueno sentirlo. Y también me gustan las fotos de mi casamiento. 

(Publicada originalmente por la revista FREEWAY)

1 comment:

Diego Recoba said...

Lindísima nota Gabriel, recién la leo, no la conocía. Abrazo

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