Cuando
lo llaman cantante, el uruguayo Dani Umpi recuerda que antes del
primer disco (Perfecto, Contrapedal Records, 2005), publicó
dos novelas. Cuando lo definen escritor, pide que no olviden las
performances que protagonizó como integrante de Movimiento Sexy. Y
si lo adjetivan de artista, es posible que se declare producto de la
crisis financiera del 2001, como un fan que quiso ser estrella y lo
consiguió. En poco más de dos años logró ser el uruguayo más
famoso en Argentina –aunque no tanto como Enzo Francescoli o China
Zorrilla- y sus canciones están conquistando por igual el corazón
de las quinceañeras rioplatenses y de quienes han tirado los discos
de rock a la basura. Estrella o anti-estrella, artista o
anti-artista, Dani Umpi suele presentarse en vivo acompañado de tres
abuelas de barrio vestidas para una fiesta y dos guardaespaldas que
adornan sus descacharrantes juegos coreográficos. En el disco, uno
de los mejores del año y con un diseño espectacular de SSC, tuvo
como invitados –entre otros- a Ale Sergi de Miranda, Sergio
Pángaro, Paco de Astroboy, Renzo Teflón y el comediante Carlos
Perciavalle.
((Lo que sigue son fragmentos de entrevistas realizadas con Dani Umpi, para las revistas Zona de Obras (España) y Rolling Stone (Argentina), allá por el año 2005))
¿Te definís como cantante, escritor
o artista plástico?
Los
rótulos nunca son buenos, pero me defino como artista. Es medio feo
estar en una discoteca, que te pregunten “qué sos” y responder
“artista”. Me da vergüenza. Si alguien me dice eso me da risa,
pero es así. Y como me preguntás para una revista... sí, soy
“artista”.
¿Cómo te sentís manejando
diferentes lenguajes al mismo tiempo?
Me siento muy
cómodo, muy libre. Siento que soy coherente. Viví con mucha
angustia el hecho de hacer varias cosas a la vez, porque se suele
premiar la insistencia en un solo ámbito. Estar en varios lugares
genera desconfianza, pero una vez que se demuestra que lo estás
haciendo en serio y que hay gente que le gusta lo que hacés, eso ya
no importa. Todo tiene sentido.
¿Cómo comenzó todo? Me refiero a
lo de cantar, lo de empezar a dar shows y terminar grabando un
disco...
Nunca tuve la
fantasía de ser cantante. Fue muy sorpresivo. Yo había preparado
una serie de discos para una muestra de arte actual, en Montevideo.
Uno de ellos era un disco de Jaime Roos, cantado en inglés por mí,
con mi voz horrible. Eso se difundió sorpresivamente gracias a las
copias domésticas. Fue instantáneo. Y se me antojó comenzar a
cantar. Empecé a cantar en vivo, haciendo covers disparatados, lo
que está recopilado en el disco Atracción que saqué con los
cartoneros, y después terminé componiendo mis propias canciones.
¿Cuál fue el camino para llegar a
la edición de Perfecto?
Fue muy raro, pero
se encaminó cuando me encontré con mi productor, Gabriel Turielle,
que confió en mí y decidió satisfacer mis caprichos. Se la jugó y
el disco salió como yo quería... Por eso se llama Perfecto.
La otra persona que fue fundamental en todo ésto es Daniel Anselmi,
el productor artístico, con el que tuvimos gran química e
inspiración. Anselmi es un productor maravilloso. Confío ciegamente
en él.
Por la cantidad de amigos que
aparecen, el concepto lo hace similar al Maldito Raphael...
¡Qué bueno que me
digas eso! Yo amo ese disco. Me lo sé de memoria. Se juntaron dos
artistas que yo admiro mucho de España: Raphael y Carlos Jean.
¿Sabías que en un momento hice un proyecto para la Fundación
Martín Sastre, que consistía en que Carlos Jean me produjera el
disco? Por suerte eso no llevó a ningún lado, porque no tendría
este disco en la mano. Me encanta mi disco. Lo escucho todo el
tiempo. Soy mi cantante preferido.
Como artista, en Movimiento Sexy
preferías la provocación y la radicalidad de lo conceptual... Llama
un poco la atención que te hayas dedicado a publicar novelas y
discos.
Es que yo soy muy
clásico. No entiendo por qué a veces me tratan de rupturista o
vanguardista. No soy nada de eso. Me hace sentir incómodo, sobre
todo cuando generalizan, cuando me cargan el peso de una generación
y esas cosas. Yo soy como una señora con cartera. Leo
best sellers. Mis libros son muy clásicos. No puedo ser
rupturista; para eso están César Aira, Washington Cucurto, Gabriela
Béjerman... Yo soy una vieja chota. Desconfío de la modernidad. La
modernidad es traicionera.
¿Cuál es el valor que le das a la
palabra?
No soy para nada
apocalíptico. No creo que la palabra pierda vigencia. No entiendo de
qué hablan cuando se refieren a eso. La palabra sigue siendo
fundamental, sigue su dinamismo, mutando siempre, cambiando las
cosas.
¿Cuánto tienen que ver el sexo, las
relaciones y la amistad en tus creaciones? Porque tu obra, en cierta
medida, parece un blog...
Todo lo que vivo y
me rodea influye. Como tengo una formación plástica y universitaria
estoy lleno de vicios. Por eso decidí volverme más intuitivo y
descontracturado, sin tener que justificar todo lo que hago ni hacer
un ejercicio intelectual para justificarlo. En el arte siempre hay
que presentar statments de todo, todo se racionaliza. Eso no
me interesó, preferí volverme caprichoso, impreciso. Por eso los
afectos ocupan un lugar muy importante en todo lo que hago. De hecho
sólo hablo de eso, de los afectos.
Nunca me olvido de una canción de
Maxi Angelieri, esa que preguntaba “¿en qué pensás cuando lo
hacés?”... ¿Vos en qué pensás, Dani?
Pienso en los
sentimientos. Trato de racionalizar los sentimientos. Me encanta ser
cursi. Lo disfruto mucho, me divierte y me deja triste. Me inspiran
la vida doméstica, los líos con los novios, los problemas de mis
amigos. Todo eso. Hago las canciones mientras cocino.
¿Y
sos de cambiar de recetas?
Tengo una
sensibilidad muy de zapping. Tengo que cambiar todo el tiempo. Soy
como de los noventa, pasado de moda. Creo en el dinamismo, en la
duda, en probar todo el tiempo. Soy inconforme.
¿Cuál es tu frase perfecta?
“Te amo más que a
mi misma muerta”, decía la chica de la peli Matador, de
Almodóvar. No sé por qué, pero siempre me gustó esa frase. La
repetía. En realidad nunca la entendí. ¿Qué quiere decir? Ni
idea.
***
***
Al
principio de todo, tu actitud sobre el escenario era paródica,
kitsch, hasta irritante. De la acción de un artista conceptual
interviniendo la escena musical, pasaste hoy al rol de divo, de
cantante pop...
Es verdad. Caí en mi propia trampa, pues al principio uno de los
principales atractivos de mis presentaciones era que cantaba
horrible. Podría decir que si desafinaba me aplaudían más. Pero
para hacer las cosas mal, primero hay que saber hacerlas bien, así
que comencé a aprender técnicas y de repente me encontré que mi
voz tiene mucha personalidad y no se parece a nada.
A esta
altura lo que hay que preguntarte es cómo se construye una estrella.
No sé cuál será mi acierto; quizás sea el mostrarme como una
metáfora de la crisis, un festejo rimbombante del patetismo y las
pequeñas miserias. Muchos tienen de mí una imagen glamorosa, pero
es errónea. El glamour que yo pueda tener es plancha, ni
siquiera llega al vintage. Siempre seguí la lógica del “es lo que
hay, valor”.
¿Y cuál es la clave para llegar a
ser una estrella en Uruguay?
Uruguay es raro. Si te hacés el crack, marchaste. En ese sentido yo
soy muy uruguayo promedio, porque la gente arrogante y soberbia, por
más talento que tenga, inmediatamente me saca de quicio. Por eso
trato de mostrar siempre mis defectos y hacer de ellos una virtud.
Cuando Jorge Rial me criticó y dijo que lo que yo hacía era
horrible, funcionó increíblemente a mi favor, no sólo
legitimándome aún más entre los que me seguían y abriéndome
puertas a otra gente que no me conocía, sino provocando un mecanismo
netamente uruguayo: la gente no paró de felicitarme, como si hubiera
obtenido un logro. Si Jorge Rial me hubiese elogiado seguramente, me
dirían “Dani, estás cayendo bajo”.
Es una
regla muy perversa...
Total. Y aún no me doy cuenta si lo que hago es marcar una
diferencia o simplemente confirmarla, pues el trato de “divo” que
tengo en Uruguay surge precisamente por presentarme como el
anti-divo, el más freak de los nerds y, para colmo, gay. Es difícil
que acá se aplauda a un cantante pop uruguayo hecho y derecho, y lo
que sucede conmigo es una parodia de todo eso, una parodia cada vez
más generalizada. Por momento parece que acá es todo al revés.
Por momentos yo también sigo esa lógica, pero no me gusta porque en
el fondo es un mecanismo de resentimiento. Prefiero pensar como
Sophie Ellis-Bextor cuando dijo que la gente que se irrita contigo
demuestra, sin pretenderlo, que te aprecia.
¿Cómo
fueron tus primeras presentaciones, cuando todavía pertenecías a
Movimiento Sexy y se largaron a una gira de boliches haciendo de
Abba?
Eran los inicios de Movimiento Sexy, pero aún no nos considerábamos
un grupo como tal. Hicimos una especie de tour de ABBA, con Paula
Delgado, Julia Castagno y Martín Sastre. Yo era el rubio. Imaginate.
Tenía una guitarra blanca, una peluca rubia y mucha base. Cantamos
en algunos boliches y fiestas. Hacíamos playback, unas coreografías
muy precarias, y al final le tirábamos purpurina a la gente. Era muy
divertido. No tenemos ningún registro en video de eso. Las fotos son
siniestras y me encantan. Luego todo se me fue un poco de las manos.
Eso fue cuando aparecieron tus
parodias a Jaime Roos y empezaron a circular las copias piratas de
‘I’m loving you’ ...
Empezó con una muestra, en la que presenté una colección ficticia
de discos. Uno de ellos era North, en el que yo cantaba en
inglés todo el disco Sur de Jaime Roos. Otro era una larga
lista de temas folklóricos uruguayos, en versión tecno, para bailar
en discotecas. Dentro del mundillo del arte la obra no tuvo más
repercusiones que algunas sonrisas, porque era muy graciosa, pero
esos discos comenzaron a copiarse rápidamente y el chistecito
comenzó a circular en varios ambientes a una velocidad que me
asombró mucho. Quise regalarle uno de los discos a Jaime Roos y me
dijeron que ya lo tenía. Entonces me dije: “tengo que hacerlo en
vivo”. Curiosamente la primer presentación la hice en Buenos
Aires, antes que en Montevideo, nada menos que como telonero de
Sergio Pángaro, artista que siempre admiré profundamente y que
ahora es un gran amigo, en el Morocco. Luego volví a Montevideo y
presenté un show en Pachamama totalmente en playback con muchos
amigos, patinadoras, coreografías y un montón de bizarradas que
nunca pude superar. Desde entonces Pachamama fue, por un tiempo, el
lugar en donde hice todo lo que se me antojó y mucha gente comenzó
a conocerme. Un día vino mi amiga María antes de salir a escena y
me dijo “¡Dani! Está lleno de gente normal!”. Desde entonces
nunca supe cómo convocar a la gente porque el público comenzó a
ser muy variado, desde punkies a señoras de cincuenta años con sus
amigas.
¿Cómo
viviste esos shows? Me acuerdo que una vez entraste a escena, en
calzoncillos, aupado por Tabaré Rivero.
Mis shows eran una especie de Ozzy Fest del cuarto mundo. Tengo
videos increíbles en los que canto junto a Tabaré Rivero, Samantha
Navarro, los Astroboy y Max Capote. Canté con casi todos mis amigos
como si fuéramos grandes estrellas. Llovían papelitos todo el
tiempo. Era divino. Luego cerró Pachamama y todo se descentralizó.
Por un lado comencé a hacer muchos toques junto al guitarrista
Adrián Soiza, por muchos boliches de Montevideo y también en Buenos
Aires. Aún lo seguimos haciendo y es lo que más se conoce de mí:
versiones disparatadas de temas, unas especies de mushups criollos
con mezclas delirantes. Todo acompañado con mi puesta en escena y
los excesivos cambios de vestuarios, que combinan ropa de alta
costura con harapos.
¿Qué
fue lo que –en definitiva- te llevó a cantar?
Todo lo que venía haciendo era muy cerebral. Cuando comencé a
cantar piré porque podía hacer cosas más espontáneas, era muy
divertido y encima a la gente le gustaba. Y después, mi camino, es
exactamente al revés que los cantantes: comencé
versionando y recién ahora estoy mostrando mis propias
composiciones. A esa rareza agregale que, a diferencia del resto de
las bandas que muestran todo una vez que lo tienen armado, yo fui
armándome y creciendo a la luz de todos. Fue como un reality show,
una Operación Triunfo bizarrísima
en plena crisis uruguaya. Estoy muy contento.
Y de ‘premio’ hasta te ganaste
tener tu propio disco...
El paso lo di junto a Daniel Anselmi y Gabriel Tourielle, integrantes
de un grupo con el que siempre simpaticé: Psimio. Ellos se
convirtieron en mis productores. Estoy muy contento porque me
consienten muchos caprichos y confían en mí como persona y como
producto. Eso es bárbaro, porque a veces siento que me tratan como a
una mascotita.
¿Cómo
fue la conexión con Anselmi como productor artístico?
Yo conocía sus producciones anteriores y me habían gustado mucho:
el primer disco de Astroboy y el de latejapride*, más una avalancha
de remixes que hizo y que iban desde Cursi hasta el Sexteto
Electrónico Moderno. Pero lo decisivo fue que cuando llegó a la
reunión para hablar del disco; antes de decir una palabra y
presentarse me mostró una foto. Estaba él de niño, vestido de
rojo, patinando, abrazado a una compañera y agregó: “hacíamos
una coreografía de Raffaella Carrá”. En ese momento me di cuenta
que él iba a ser el productor de mi disco y no me arrepiento.
Haberme mostrado esa foto me llegó al alma. Anselmi comprende
perfectamente mi universo, cosa que es muy difícil de encontrar en
la vuelta. Aparte él es chancho y yo soy tigre; es imposible que
esto salga mal. Tuvimos enrosques musicales parecidos, por ejemplo,
los dos nos compramos el disco Under The Pink, de Tori Amos,
en una mesa de ofertas increíble que hubo hace años en Palacio de
la Música.
A esta
altura, me parece que una de tus facetas esenciales es la de ser fan,
la de perseguir artistas y discos...
Pero mirá que no exagero; aquella mesa de ofertas fue histórica.
Había discos magníficos a precios insignificantes, lanzados ese
mismo año. Uno sentía que debía comprarse todo antes de que se
avivaran y subieran los precios. Fue una demencia. Me gasté todo mi
sueldo en discos que después en realidad no me gustaron tanto y los
vendí en CD Warehouse a más de lo que había pagado. ¿Me explico?
En fin... el hecho es que ambos nos compramos ahí un disco
fundamental en nuestras vidas: Under The Pink. Hubo un año en
el que sólo escuché Tori Amos. Ambos piramos más con Tori que con
Björk. Para algunos era como Menudo o Parchís, Picasso o Dalí,
Tinelli o Pergolini... ¿Viste que Tori tiene cuatro letras? por eso
me puse Dani.
Con
ese detalle me mataste... tengo una teoría elaborada sobre eso, y el
grupo que más me gusta es Pulp.
Yo tengo a Xuxa, Yoko... Y a Abba.
Y no te olvides de Blur, Devo, Muse.
Y no te olvides de Blur, Devo, Muse.
Y Maná.
Puajj!!
Siempre hay excepciones.
¿Te
gusta el fútbol?
¡Y eso! No, no me gusta, y eso que vengo de una familia de
futbolistas. Mi padre era jugador de fútbol y mi tío es director
técnico. Cuando chico, mi padre estaba en la vuelta con el equipo de
baby fútbol de la cooperativa de viviendas donde yo vivía, y yo
andaba en la vuelta, siempre... Pero recién el año pasado aprendí
lo que era el área.
De todos modos, lo que describís en
las novelas Miss tacuarembó y Aún soltera, es un
tanto decadente... ¿Qué es Tacuarembó?
Es de donde vengo yo y le debo mucho. Es un pueblo con cosas lindas y
cosas feas. Las dos calles principales son flechadas y de noche la
gente pasea por ellas dando vueltas como una calesita. A mí me gusta
sentarme en la Plaza Colón y contar las veces que pasa un moto por
elmismo sitio. Algunos pasan quince veces. Es muy fuerte. Hay muchas
zapaterías. Mi tío era el jefe de policía.
***
DE OTROS LADOS:
***
DE OTROS LADOS:
Sobre
el “under” uruguayo:
"Una vez los Motosierra dijeron algo muy sabio y que era más o menos
así: que en el Uruguay no había under, que se llamaba under a un
loco que se sube a un escenario a hacer cualquier pelotudez y lo
aplauden dos mamados. Algo así. Creo que tiene razón. Creo que en
Uruguay no existe el under, todo es under y oficial a la vez. Somos
pocos. No es difícil llegar a los principales escenarios, programas
de tv o lugares de exposiciones más importantes, con un mínimo de
rigor, constancia, seriedad y tiempo para perder en la vuelta
haciendo lobby barato. Que esos lugares no pinchen ni corten en el
resto del mundo es otro problema. La gente cool y los onderos son un
poco traicioneros. Hay que tener cuidado. Para empezar, siempre te
van a garronear, desde la entrada hasta el disco. Puede ser que les
gustes dos meses, pero al tercero te van a ver sólo para criticarte
o afanarte piques hasta que puedan agarrar otro gil que los
entretenga un rato más. En mi caso, yo sentía que al principio les
interesaba y me apoyaban, pero cuando empecé a salir en la tele,
tomando mate con Omar Gutiérrez, o cuando la Tota Santillán me
improvisó unos coros, incluso cuando canté con Tabaré Rivero, o
cuando defiendo a la cumbia, ahí se dieron cuenta que yo era medio
plancha. Igual, nunca me tiran abajo, por las dudas. Son terribles,
incluso con ellos mismos. Una cosa genial que crearon fueron los
tea-dance, que después dejaron de hacerlos porque ya no tenían onda
pero la idea era bárbara. Me deja triste que muchas bandas insistan
e insistan en presentarse a un público que no les dará bola. Yo
odio los grupitos, los ghettos. Me parece que todo es enorme y que
hay miles de personas a las que les puede gustar lo que hacés y no
sólo esos cuatro que están pescando lo nuevo. Un día hice clic y
en lugar de dejar los flyers de mis toques en boliches de onda
comencé a dejarlos en las facultades, en las fotocopiadoras, los
cibercafés, las canchas de fútbol cinco y las panaderías. Me di
cuenta que hay lugar para todos y para todo, que uno tiene que salir
a buscar su público. Es tonto, pero mientras todos estaban en esa
demencia de irse porque acá era un embole, yo me di cuenta que el
mundo es enorme y ni siquiera había salido de un barrio de
Montevideo”.
Sobre
parte del público:
“La gente confunde carisma con trabajo. Piensa que uno se sube al
escenario, hace el primer bolazo que se le ocurre y ya está. Te
juzgan dentro de ese parámetro: o sos un artista genial o sos un
idiota. Nunca ven que estás laburando. Eso es así porque la gente
sigue creyendo en la inspiración como un don de unos privilegiados,
siguen creyendo en la genialidad del artista. Entonces, o te
sobrevaloran, o te subestiman. Es una trampa porque por un lado te
permiten hacer cosas que a otro le prohibirían, pero por otro, ni se
molestan en ver que vos estás elaborando algo. No hacen un mínimo
esfuerzo interpretativo y es como dice Muntadas, “la percepción
requiere participación”. Por eso, yo desde un primer momento le
puse un rol al público, fue como si dijera, “Ok, yo juego a que
soy el divo, pero ustedes jueguen a que son fans”. Si falta una de
las cosas nada tiene sentido, es como jugar al solitario. Yo los mimo
mucho y a veces soy una pesadilla. Tengo unos treinta “cuadernos
viajeros” con fans, algunos lo utilizan como diario, otros como un
cuadro. Escriben unas páginas, me lo pasan y yo escribo otras y así
vamos armando cosas juntos. Otra cosa que hago es visitarlos uno por
uno. Voy una tarde a sus casas, charlamos y les saco dos fotos: un
retrato y una foto del rincón de su casa preferido. Además tengo
una ficha de cada fan. Si no fuera artista creo que sería un serial
killer. Soy sumamente obsesivo, pero no puedo hacerle mal a nadie:
soy como Charles Atlas antes de la mutación: un alfeñique de 44
kilos”.
Sobre
Alaska, Adicta, Miranda! y Leo García...
"Alaska es la cantante por excelencia. Es superior a Madonna y todas
esas porque es verdaderamente vanguardista, siempre está un paso
adelante. No es oportunista, es pionera. Es imposible hacer un
revival de Alaska o tratarla como algo retro porque estuvo vigente
todos estos años, nunca cayó. No se pude decir lo mismo de muchas,
ni siquiera de Cher. Mirá lo que te digo.
Toto de Adicta es de los cantantes que más me emocionan. Lo escucho
y me derrito. Lo mismo me pasa con Francisco Bochatón y con Cristian
Aldana, aunque no tengan nada que ver. Una vez compartimos el
escenario en Buenos Aires y así como terminé de cantar corrí a
sentarme en el piso, con el público. En un momento cantó una
versión de "22:33" de Bochatón y yo sentía que me moría.
A Miranda! Los admiro muchísimo, en todos los sentidos. En primer
lugar porque hicieron los mejores discos que se han hecho en la zona.
Son muy profesionales, talentosos y son muy sabios. Todas sus
canciones tienen moralejas. Yo escucho sus discos y aprendo cosas de
la vida, em ayudan a resolver problemas cotidianos o a entenderlos
mejor. Con Fangoria me pasa algo similar. Han sido muy bondadosos
conmigo y los aprecio pilones.
A Leo García realmente comencé a disfrutarlo a partir del segundo
disco, que me pareció excelente. Me gusta mucho verlo cantar, es muy
fresco. Las letras que le hace Pablo schanton me encantan. Es uno de
mis compositores preferidos. Pablo Schanton, Shakira y Rita Lee hacen
letras buenísimas".
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