sin fronteras

Apenas unos días después de finalizar una extensa gira argentina que lo llevara por escenarios de las provincias de Neuquén, Córdoba, Santa Fé, La Pampa y Buenos Aires, el cantautor uruguayo Jorge Drexler conversó extensamente con Posdata Folios sobre la actual situación de crisis que vive la región y expuso su posición respecto a la guerra abierta entre Occidente y el fundamentalismo islámico. El músico uruguayo más destacado fuera de fronteras afirma no comprender cómo se ha llegado a una situación de tal deterioro en países como Argentina y Uruguay. (Por G.P.)

La aldea, el mundo y los componentes culturales del deterioro:

Conversar con Jorge Drexler sobre música es un placer. En una reciente charla que mantuvimos frente al micrófono de XFM nos lanzamos a hablar sobre un posible tecno-folk rioplatense y terminamos sin querer polemizando sobre los factores del parricidio perpetrado por la generación de García y Spinetta en relación al tango. “Me parece que nos estamos yendo al...”. No llegó a terminar la frase. “Al carajo”, le dije. Sonreímos. Tanda. “Horas/ colgados como dos computadoras”, sonaba de cortina.


Las urgencias promocionales y el duro trajín impuesto por la casa discográfica dificultan en ocasiones el mantener una buena charla. Drexler está ansioso por salir del libreto. Se le nota. El precio es alto cuando se está por llegar al Disco de Oro, cuando se pelea un lugar de privilegio en grandes mercados como España y Argentina, pero bastó un mail que recibiera en su refugio en las sierras de Castilla requiriéndole una columna a ser publicada en Posdata Folios, para obtener la promesa de una entrevista sin guión previo y -en lo posible- evitando el abordaje de temas musicales. Dos son los motivos: el primero escapar a la tentación de irnos al carajo y el segundo exponer algunas de sus inquietudes. En esencia, el pensamiento de un artista que en sus años de exilio en España ha sabido equilibrar las tentaciones del mundo con la nostalgia por la aldea, que ha sabido conciliar las inevitables crisis de identidad en vibrantes canciones, demuestra una madurez que lo obliga a no dejar pasar ciertas falacias ideológicas de una cultura, la uruguaya, enferma de unanimidades.

Pocos días antes del show que diera en el Plaza el pasado jueves 13, se apareció por la X y de ahí lo seguí por los pasillos de un par de canales y un par de emisoras de FM. Entre nota y nota promocional comentamos acerca del libro de Fernando Savater que me recomendara vía mail, ése en el que el filósofo español llama a la lucha frontal de la comunidad civil contra el terrorismo de ETA. También hablamos de música -es inevitable- y me señala que entre los tres mejores shows que disfrutó en los últimos años uno fue en Montevideo, el de Fernando Cabrera con su cuarteto. El tour terminó en el patio del IPA, en plena Aguada, un jardín interior bastante más deteriorado que cuando lo conocí hace unos cuantos años. El lugar era ideal. Conversar con Jorge Drexler sobre temas que no tienen que ver con la música también es un placer.

...

El 2001 ha sido un año difícil para la región, no sólo para Uruguay. En ese contexto sigue sin resolverse el problema de la identidad nacional, que posiblemente sea una de las claves para entender el deterioro a que se ha llegado colectivamente en casi todos los planos. ¿Cuáles son tus ideas respecto a este debate que se dio intensamente en los primeros años ’90? Me interesa especialmente porque varias de tus canciones hablan de eso, e incluso ya desde la estructura musical están planteadas revelando un choque creativo entre los signos de la aldea y los del mundo.

Ese es un tema que me interesa muchísimo, que ocupa siempre parte de mi pensamiento. Y es así como decís, porque lo de la identidad se relaciona con diferentes aspectos: por un lado está mi identidad personal, por otro la identidad de este país y también la identidad de mi música, que está ligada a su vez con las dos anteriores. El tema aparece en los textos de varias de mis canciones, diría que es una constante en mis primeros discos. El hecho evidente es que en toda esta región los países son muy nuevos. Y no lo digo solamente por las respectivas actas de independencias. Nuestras naciones, nuestros países, son en definitiva poblaciones nuevas, en su mayoría llegadas históricamente hace muy poco. Doscientos o trescientos años es apenas un fin de semana en la Historia, a diferencia de los países europeos, donde en ellos ves los movimientos originales, los lugares desde donde surgen los componentes por los cuales se generan las identidades de aquí. A esos componentes hay que agregarle lo africano, que ha tomado relevancia en los últimos años, y en menor medida lo indígena. La música uruguaya y también las costumbres uruguayas se han africanizado más de lo que se piensa. Lo veo como un proceso muy saludable, como otro tipo de desoccidentalización que se permite Uruguay. Es un fenómeno que suele pasar, porque la cultura negra tiene un poder de impregnación muy grande, y en la música -sobre todo- termina ocupando espacios mayores que respecto a lo porcentual étnico. Y luego no hay que olvidar el componente indígena, que siempre se solapa, que siempre se evita, básicamente a raíz de una mala conciencia nacional que existe respecto a ese tema. Siento que queremos creer que aquí nunca hubo indios, que eran muy primitivos y después se evaporaron, que no quedó nada. Entonces, seremos muy europeos y todo.... pero vas a una fiesta uruguaya en Madrid y te das cuenta que hay algo más que la suma de italianos, lituanos y españoles; es claro, es muy claro. A veces nos comparamos con Bolivia con una superioridad implícita, a veces explícita, idiota siempre, prejuiciosa, y creemos que el Río de la Plata es simplemente una colonia de europeos que han tomado un montón de costumbres, cuando gran parte de las actitudes y de las costumbres están muy relacionadas con los pobladores originales de esta región. Y no sólo en la costa uruguaya: desde los guaraníes que vinieron cuando se destruyeron las misiones jesuitas hasta las tribus nómades que existieron antes en este territorio tenemos marcadas influencias que se involucran en la construcción de nuestra identidad.

Lo europeo, lo indígena y lo africano serían componentes entonces de la identidad uruguaya. ¿Pero en qué medida pensás que influyen culturalmente para que lleguemos a la actual crisis, una crisis que involucra nuestra ubicación en el mercado global, en el mundo occidental?

Ojo que estas salvedades sobre lo africano y lo indígena las marco en el terreno de las singularidades, de pequeñas diferenciaciones, porque básicamente el grueso de la población somos cultura europea transplantada. Una población de emigrantes que se acriolló muy rápidamente, mucho más de lo que creemos. Hay que subrayar también que la dependencia colonial no se extingue por una simple Declaración de la Independencia. Basta con estar en España para darse cuenta que allí nadie sabe cuánto vale el dólar, para tener una idea de que aquí estamos muy pendientes de otras pautas, culturales y económicas. Tampoco compartimos los mismos problemas que el resto de Occidente. Países como España e Italia han solucionado un montón de problemas que nosotros no hemos otra cosa que incrementar en los últimos años. La historia española y la nuestra son bastante divergentes. Nosotros estábamos bien cuando ellos estaban horrible; gozábamos de un sistema democrático cuando ellos sufrían una guerra civil insensata y luego una dictadura de 40 años; ingresamos en dictadura cuando ellos se abrían al mundo; vivimos una dictadura cuando ellos practicaron una apertura política y el destape. Y luego nosotros tenemos nuestra apertura política cuando España ingresa a la Comunidad Europea a todo trapo. Lo que me pregunto todo el tiempo, y estando en Argentina me pasé todo el tiempo conversando esto con la gente, es el hecho de qué fue lo que llevó al declive a nuestros países. Esto que ves aquí, en el jardín del IPA, es una muestra; pero todo el país es una muestra viviente del deterioro, del caos urbanístico que hay, de la sensación de que hubo alguna vez dinero y que alguna vez se hicieron las cosas con cabeza, que se hicieron –por ejemplo- Institutos como éste con ventanales enormes. Todo se vino abajo. Pero el declive no es de los últimos veinte años; a mí me da la impresión de que llevamos unos sesenta años en este camino. La última vez que existió el buen gusto en el mobiliario urbano, por ejemplo, en los bancos de plaza, un buen gusto en el que existía un concepto de trascendencia, de durar, es en el Montevideo de los años 20 y 30. Lo ves en las fotos antiguas. Apreciás la calidad de las farolas, de las plazas, hasta de las baldosas. Todo es enormemente superior. Tengo la impresión, desde hace tiempo, como si la ciudad hubiera sido tomada por otra cultura, como si hubieran estado los bárbaros y la hubieran dejado decaer construyendo edificios horribles, altísimos. Esa percepción de lo urbanístico devela una gran degradación cultural, claro que económica, todo al mismo tiempo. Me pregunto qué fue lo qué pasó. No tengo una idea muy clara, porque tampoco tengo conocimientos profundos de historia y de economía, pero es evidente que las respuestas que encuentres tienen mucho que ver con cómo somos, con lo que en definitiva somos. La relación que tenemos los uruguayos con lo material dice mucho de nosotros, dice mucho de esa decadencia que vivimos desde hace tanto tiempo. No sé, tal vez fueron economías sustentadas en la ganadería extensiva, en materia prima sin desarrollar. Mientras en Europa se mataban y se morían de hambre, todo más o menos florecía porque se exportaba corned beef. Y de pronto, cuando ellos se recuperan, tienen un factor de cohesión continental del que nosotros carecemos. Ese factor es fundamental. Estados Unidos también lo tiene, al extremo de que ellos hicieron un solo país mientras nosotros nos fragmentamos en montones de estados pequeños. No hay mayores diferencias entre un ecuatoriano y un uruguayo que las que hay entre un tipo de Los Ángeles y otro de New Orleans, que hasta tienen dialectos diferentes. No hay una razón social ni étnica clara para la fragmentación de esta región. De alguna manera fallamos en lograr una cohesión, tal vez alimentados todos en nuestros pequeños y mezquinos egos, formando un montón de países independientes dominados por un montón de caudillos regionales. El resultado es la creación de mundos fragmentados. España mejoró mucho después del franquismo porque tiraron de ella desde Europa. Estaban horrible, basta con darse cuenta que había muchos lugares rurales sin agua potable. La gente española de mi generación se crió en un país muy primitivo, en el que las madres de los que ahora tienen treintaypico no trabajaban fuera de sus casas y eran excesivamente religiosas. Esa generación de españoles fue del campo a la ciudad. Nosotros estamos mucho más acostumbrados a que nuestras madres lleven mucho tiempo votando y trabajando fuera y dentro de la casa y con un nivel cultural muy superior al que tenía la clase media española en los años 70, por eso es que siento que en realidad tenemos problemas divergentes. Nosotros estamos en declive desde hace sesenta años.

Esa divergencia habla de un mal funcionamiento de la idea de globalización, de la aldea global.

Puede ser, ¿pero de qué hablamos cuando hablamos de globalización? Esta pregunta no es retórica, la planteo porque es un término tan manido que... Porque ¿qué significa en definitiva la globalización? ¿Es la estructuración de una red informática mediante la cual vos podés acceder a muchísima información o es también el hecho de que todo el mundo use la misma ropa, coma la misma dieta y exista una tendencia a homologar cosas? Tengo miedo de pecar de soberbia y hablar de temas que no conozco, pero cuando hablás de globalización, ¿te estás refiriendo a si es o no en definitiva un buen sistema?

Podemos ir en ese sentido, pero también a nivel de sensaciones. Un sector grande de los uruguayos prejuzga el concepto aldea global como negativo, volviéndose fervientemente anti-integracionista. Hay un país que mantuvo durante años la política del avestruz, escondiendo la cabeza, fragmentado del mundo. En mi caso me siento parte de quienes recibimos con entusiasmo y ansiedad esta apertura al mundo, pero no puedo negar que el ritmo no se puede seguir, sobre todo en lo relativo al consumo, que depende directamente de lo económico. Y volvemos de vuelta al deterioro, a la gran crisis.

Claro, es que no podés actuar en consecuencia. Es que el concepto globalización depende a qué lo apliques. Es lo que te digo, el problema es que en el Río de la Plata hay una neurosis muy grande y sólo se habla de la crisis. Es inevitable. Pero globalización es también cuando integrás una red de información, y la información es libertad, y no puedes echarle la culpa de nada. Ese es un fenómeno esencialmente positivo. Si te interesa vas y te metés, y si no te interesa seguís viviendo como vivías antes, actitud que me parece también una opción válida. Si lo que globalizás es una declaración de los derechos humanos o de los derechos del niño, me parece excelente. Si lo que globalizás es una conciencia planetaria, no sólo me parece muy bueno, sino imprescindible para la supervivencia del planeta. Es lo contrario a la idea tan arraigada de que, por ejemplo, “el titanio no me importa porque la corriente se lo lleva para el sur” o “el problema del ozono que lo arreglen los de abajo, porque yo vivo acá arriba”. En ese sentido la globalización se parece en algunos aspectos a la solidaridad, a la empatía, y es muy saludable que cuando vibra algo aquí vibre también en otro lado, porque todos somos partes del mismo fenómeno. Es un concepto similar a la visión oriental de la interconexión entre todas las cosas. Y si la cultura global implica la imposición a la fuerza de un modelo cultural único, sí me parece muy importante luchar por las diferencias, porque de lo contrario sería aburridísimo. Pero, en definitiva, muchas veces no sé de que hablan cuando se habla de globalización.

Especialmente cuando se la estigmatiza...

Lo que sucede es que en la región se terminaron copiando esquemas de manera un poco irreflexiva. Entiendo que los mercados controlen hegemónicamente toda la economía mundial, aunque es algo que suene muy mal.

¿Coincidís con los postulados y la lucha del movimiento anti-globalización?

Es que el hecho de que acabar con el hambre no sea una opción, que no se vaya a dar en los próximos 20 años, no quiere decir que esté mal reclamarlo. No lo veo correcto o incorrecto, lo veo más como un mínimo de solidaridad, que es la misma a la que se apela en el terreno de la ecología. No existe contradicción entre salvar a las ballenas o salvar a las decenas de miles de niños que mueren por día por causas evitables. Entiendo también la bronca del movimiento anti-globalización, porque lo que se habla de la Tasa Tobin -un impuesto a los movimientos de los capitales financieros entre los estados de un cero punto cero cero no sé cuanto por ciento-, simplemente con lo que se recolectara en un año se acabaría con gran parte del problema sanitario y alimenticio de todo el mundo. Entonces sentís como que se acabó el momento en que podía plantearse el mundo como entidades inconexas; hoy en día cualquier evento bursátil en Indonesia afecta sobre el resto del mundo, igual que lo que pasa en Argentina afecta directamente en España. Con la información pasa lo mismo; aunque esté dirigida y todo lo que quieras, ahora es mucho más rapida y mayor que antes. En el pasado se pudo hacer un genocidio de armenios, por ejemplo, y que nadie se enterara, y la denuncia de la barbarie dependió de personas viajando por el mundo, contando la historia. Evidentemente la información sigue estando muy manipulada. Estados Unidos es un imperio muy poderoso y como todos los imperios siempre va a barrer para su dirección; nunca ha tenido una actitud magnánima con el resto del mundo, a pesar de que ellos tienen una visión bastante romántica de sí mismos. Siempre van a intentar sacar partido como lo hicieron todos los imperios, pero actualmente la tecnología va en contra de esa posibilidad. Internet, por ejemplo, es muy difícil de controlar, es un arma de doble filo. Puede jugar a su favor o en su contra, mucho más de lo que podía jugar antes la información cuando sólo se transmitía a través de la prensa escrita y ni siquiera había teléfono. También es cierto que estamos hablando de un mundo en el que el sesenta y cinco por ciento de la población jamás hizo una llamada de teléfono en su vida. Realmente me parece importante plantearse qué es lo verdaderamente importante para uno, primero como individuo, porque cuando te haces ese tipo de pregunta no tenés más remedio que extrapolar y ponerte como comunidad, y después, en definitiva, como planeta. Sería muy bueno que tuviéramos un poco más de visión a largo plazo. El cortoplacismo es una enfermedad bestial, es como que todo el mundo intenta resolver cosas a corto plazo. Todos quieren sacar provecho en un periodo.

Y por el Río de la Plata parece que se achicaron los periodos...

Bueno, acá es diferente. Es otra cosa. Evidentemente no podés pensar a largo plazo porque no existe, porque lo que estás haciendo es sacar agua del bote con un balde.

¿Qué sensación te produjeron los atentados del 11 de setiembre en Nueva York?

Primero que nada sentí miedo. Porque me dí cuenta que no estaba pasando en cualquier ciudad del mundo, ni en cualquer país. Me dio mucho miedo a una reacción inmediata. No sé si nos damos cuenta de que realmente fue una encrucijada. El miedo de las primeras veinticuatro horas fue enorme, fue casi pánico, fue miedo a que se produjera un cataclismo instantáneo. Finalmente no se produjo, lo que me parece una cosa muy valiosa, positiva. Tres meses después todavía me cuesta salir del shock, me sigue reverberando el miedo que sentí al princicio. Y después la angustia. Y después el asco por toda la historia, por un montón de reacciones, sobre todo el gran malentendido de la izquierda en general de que eso era, aunque lo dijeran o no públicamente, al fin la prueba de que se podía castigar a Estados Unidos, de que los débiles del mundo se podían levantar contra el titán. Nada más erróneo, porque es clarísimo que los atentados partieron de gente que se basó en conceptos de fundamentalismo religioso, y eso no tiene nada que ver con una lucha entre capitalistas y no capitalistas. El ataque vino desde gente que tenía mucho poder económico, gente vinculada a la industria de la construcción y petrolífera a nivel mundial, y que utilizaron ese poder para contrarrestar la influencia negativa que veían en su mundo religioso por parte de la cultura estadounidense. O sea, se levantaron contra la libertad de prensa, contra la igualdad del hombre y la mujer, no contra el capitalismo. Ninguna de las cartas de Mohammed Atta, ninguna de las declaraciones de Bin Laden habla en términos dialécticos marxistas. Sé que por aquí hubo una gran fuente de solidaridad, y no ven que los tipos lo único que les va a interesar cuando estén frente tuyo es si sos musulmán o si no lo sos. No estamos hablando de una revolución socialista ni humanista, es simplemente un fanatismo religioso, demencial. Claro que Estados Unidos cometió una serie de errores y los sigue cometiendo ahora con los bombardeos a Kabul. Es increíble que todavía no se haya encontrado la manera de resolver este tipo de conflictos sin que queden por el camino un noventa por ciento de víctimas civiles. Es una cosa incomprensible, desde todo punto de vista.

¿Cómo percibiste la reacción de Europa, de rápida alineación a Estados Unidos?

Lo que yo ví es que se pusieron de acuerdo rápidamente, que Tony Blair viajó de inmediato a Estados Unidos y que todos los gobernantes europeos se plegaron. En realidad, se funcionó mucho más como un bloque. Creo que todo el mundo sintió un miedo enorme y Estados Unidos jugó con eso a su favor. Transmitió inconsciente o conscientemente ese miedo a todo el mundo, logrando que hasta Siria, incluso, que tiene campos de entrenamientos de Al Quaeda, también se adhiriera a la lucha contra el terrorismo. Hasta los Emiratos Árabes, que son un estado feudal discriminatorio, y Arabia Saudita, que es de donde viene precisamente la base del fundamentalismo religioso.

Lo más sorprendente es que la generación fundamentalista de Bin Laden y Zawahiri tiene una formación universitaria, occidentalizada...

Eso es terrible. A mí me impresionó una foto que vi de Bin Laden en los 70, una foto en la que está veraneando con sus cuarenta hermanos en un balneario sueco. Estaban todos los Bin Laden, rodeados por su padre, magnate de la construcción y el petróleo. En ese momento, él tenía no más de doce años. Estaban todos alrededor de un auto con flores, bien sicodélico; los hombres con pantalones campana, lentes de sol y unos cortes de pelo super freak, y las mujeres con pantalones, sólo una tenía faldas. Eran totalmente occidentalizados y estaban allí vibrando con el espítiru peace & flower del momento. Eso impresiona, porque esa forma de pensar que terminó en este desastre no viene de un tipo que fue sometido a los posibles vejámenes del capitalismo, es de alguien que surfeó arriba de la ola toda su vida, alguien del que toda su existencia está determinada por una integración total al sistema capitalista. Me produce horror pensar hasta qué grado la humanidad puede retroceder, hasta el punto de volver a ponerle la burka a la mujer, de imponer otra vez el velo en Egipto cuando hacía un montón de años que se había dejado de usar, de dar un montón de pasos para atrás y de volver a sacar a las niñas de las escuelas. Existió habitualmente una creencia generalizada de que el mundo iba para adelante; ahora creo que lamentablemente no es así.

Europa ya había vivido el cimbronazo del conflicto yugoslavo, que ya expuso claramente que existen problemas de la Edad Media aún no solucionados.

Totalmente. Sarajevo está a tres horas de Madrid en avión. Fue muy cerca lo de Yugoslavia. De alguna manera en Europa también hay latentes un montón de conflictos, incluso algunos funcionan soterradamente, como el conflicto vasco. Por suerte la mayoría de los separatistas ya se han dado cuenta de que es mucho más provechoso hacer negocios que hacer batallas; existen decenas de naciones en Italia, Francia o en España, decenas de dialectos que se han puesto de acuerdo. Para mí todo esto tiene que ver con el concepto de nación, que en Europa está muy fragmentado, tanto que cambia a dos horas de cualquier carretera. Lo extraño es que hayan logrado una cohesión europea, a diferencia de lo que pasa en esta región. Acá todo es mucho más homogéneo: estuve todo noviembre haciendo miles de kilómetros recorriendo desde Neuquén hasta Montevideo y las diferencias culturales son muy pocas, muy chiquitas, desde las sociológicas hasta las gastronomicas, incluso los códigos de las relaciones interpersonales. Todo es muy parecido. Inmediatamente sabés de lo que te están hablando. Y no hace falta ir muy lejos: si estás en Cataluña, demorás en saber qué es lo que está diciendo tu interlocutor, qué es lo que piensa, si está comodo o no contigo. Por todas estas cosas es que sigo sin tener una idea muy clara de qué es lo que pasó acá. Desde que vine que la crisis ocupa mi cabeza en el mismo grado que en España la ocupaba el problema de Afganistán o lo que había sido antes Yugoslavia. Aquí la crisis lo impregna todo. Se siente un miedo brutal por lo que vaya a pasar en Argentina, y es un miedo real, tangible, porque nosotros vamos atrás de lo que pase del otro lado del Río. No vamos a zafar. Tendremos alguna primaverita, como la de estos depósitos de capital que se escapan y vienen para acá, pero a la larga, si no se arregla el problema en Argentina, mucho menos se va a arreglar en Uruguay.

Sé que es una pregunta molesta y que te la han hecho decenas de veces, pero es inevitable. ¿Hay que irse? ¿El camino personal está en emigrar?

Mirá, eso es más o menos como hacer una pregunta genérica de si uno debe continuar con su pareja o si debe terminar la relación. Lo de emigrar es una opción en que las variables son absolutamente personales. Hasta hablando con un amigo o un familiar del que tenés mucha data, mucha información, se vuelve muy difícil dar un consejo. Te lo digo porque ese consejo me lo piden todos los días. Ayer mismo, en un bar, en el Bacacay, un tipo me agarró a la salida del baño y me dice que tiene los papeles españoles y no sabe qué hacer. “¿Me voy o me quedo?”, me dijo, así, a bocajarro. Primero me dio por preguntarle más cosas y después me pregunté qué estaba haciendo, si era simplemente por cortesía, por no decirle “mirá, flaco, no me rompas las bolas”. En definitiva estaba borracho y se notaba que estaba mal. Lo banqué un poco y le dije que era una opción personal y le desee toda la suerte del mundo. “No te olvides de nosotros/ y que seas muy feliz”, como decía Jaime Roos. “Si alguien se borra/ qué le podemos decir”. Esa canción es genial, sigue teniendo una vigencia increíble. No lo sé, en definitiva la emigración soluciona unos problemas y genera otros.

Supongo que no sólo encontrarás con esa realidad en Montevideo. ¿Cómo se percibe la realidad de los uruguayos que están emigrando actualmente a España?

En Madrid veo y me encuentro con las diferentes reacciones. Hay quienes se asimilan rápidamente y se esfuerzan por integrarse al medio y hay quienes llevan diez años y te siguen hablando del asadito del domingo en casa, de recibir el semanario José Artigas de la comunidad de no sé dónde. Y te hablan del paisito, de los charrúas... Y yo qué sé, volviendo a lo de la identidad, a lo que hablábamos al principio, hoy en día hablar de cualquier cosa que sea referente a lo charrúa para equipararlo a la destreza de un cuadro de futbol o a un componente identitario uruguayo me parece una falta de respeto muy grande, un error histórico terrible. Somos muchos más los ajusticiadores que las víctimas, en ese caso. Tendremos evidentemente algo de sangre guaraní, más que charrúa; sin duda uno de los hechos fundacionales de nuestro país tuvo que ver con sacarse de en medio a los indígenas por medio de una limpieza étnica clásica, casi de libro, que como todas las limpiezas étnicas han tenido una serie de justificaciones. Es horrible, como muy morboso, apropiarse de las características de los vencidos. Es una diferenciación negativa, que no ayuda a la cohesión regional.

(Entrevista publicada en año 2001 en revista Posdata Folios, Montevideo, Uruguay)

 

No comments:

LAS MÁS LEÍDAS