feminismo incorrecto


A medida que las páginas transcurren, cuando ya no queda muy claro si la risa asordinada y acaso cómplice sea la reacción correcta o por el contrario exprese una carga culposa e incómoda de lector progre, la sensación que empieza a dejar la novela de Cristina Morales habilita la idea rasante y provocativa de que "si algo de lo que se cuenta en esas páginas está cerca de ser real, realmente estamos -como sociedad- en problemas". Y es verdad, estamos en problemas, porque la exageración, o más bien la distorsión jugada por la autora en acentuar las neurosis de los personajes principales y las acciones que se cuentan, no hace más que hacer entrar al lector a un juego de sátira, de humor fuerte, que tendrá sobre el final una vuelta de tuerca de ir advirtiendo que las diferencias no eran tales y que el relato es más crudo, llano y real que lo que en principio aparentaba.
Lectura fácil no es exactamente un relato coral, pero se estructura en las vivencias fragmentarias de cuatro mujeres con cierto parentesco -hermanas o primas, todas provenientes del medio rural de Catalunya y con distintos grados de discapacidad intelectual- que habitan un piso subvencionado por el gobierno de la ciudad de Barcelona. Suceden, en el presente de la novela, dos o tres hechos conflictivos que tienen como centro a dos de las mujeres: Natividad protagoniza un par de escándalos callejeros por cierto muy pintorescos (ella no puede evitar que "las compuertas se abran" y se convierta en una máquina de argumentar con violencia discursiva máxima y definir de facho y machista a todo lo que se le ponga adelante) y Marga es fichada por la policía como okupa ilegal (su lucha como activista se mezcla con una liberación sexual no muy bien vista por sus camaradas anarcos ni por las asistentas sociales y tutoras). Marga tiene además un juicio abierto en su contra con la carátula "esterilización de incapaces", y ese drama se suma a que los escándalos de Nati hacen peligrar la subvención y el piso donde viven las cuatro parientas.
Nati escribe, y de hecho lo hace muy bien, porque su discapacidad intelectual, a pesar de ser grande e irreversible, no le viene de nacimiento sino que fue provocada por un pico de estrés cuando estaba por doctorarse. Tiene ataques de ansiedad casi constantes. Si lee unas líneas, puede descontrolarse. Le pasan ese tipo de cosas. Pero lo cierto es que sus relatos, en los que narra sus asuntos en el grupo de danza contemporánea inclusiva del que forma parte, son sencillamente desopilantes. Nati es una feminista y antifascista feroz, implacable, siempre bien fundamentada y no tiene límites en sus explosiones retóricas.
Otro plano de relato son las actas de varias asambleas de okupas en las que participa Marga, y también Nati, quien genera cuando se le abren las compuertas alguna que otra disputa verbal antológica. Las actas son escritas por personajes varios, lo que habilita a otros puntos de vista, a veces masculinos, en la forma de resúmenes minuciosos sobre lo que se dijo y lo que se debatió en cada una de esas noches al borde del absurdo, relatos que dejan en evidencia no solo los vicios asambleísticos sino las distintas tramas que los colectivos okupas deben manejar en su accionar antisistema en una sociedad vigilada y al mismo tiempo progresista.
Patricia, la tercera de las parientas, sufre de incontinencia verbal y trata de salvar la situaciones y los equívocos de Marga y Nati. De ella se exponen en el libro varios testimonios en instancias judiciales, pero sus maneras y verborrea no hacen más que complicar la situación de sus parientas, y de ella misma, con monólogos en los que termina contándolo todo, hasta lo que no se debe contar.
Ángels también escribe. De ella sabemos que es la menos discapacitada de las cuatro, que es tartamuda y que es la que dispone del dinero de las demás. Es la más aplicada de las cuatro y entre las actividades que lleva adelante con voluntad y mucho tesón destaca la escritura de una novela autobiográfica bajo los lineamientos del plan "Lectura fácil". Ella va contando, en sus palabras, y siguiendo ciertas reglas formales (escribir con palabras simples, explicarlo todo, entre otras), la historia familiar de las cuatro, sus antecedentes en los sistemas de ayuda social, cómo llegaron a Barcelona y la comprometida situación legal y económica en la que se encuentran.
Los diferentes registros y puntos de vista formales arman una novela que se aleja de una estructura narrativa tradicional para acercarse a un ejercicio experimental. El corte outsider de las cuatro protagonistas, sus desbordes, su relación conflictiva con un sistema que busca ayudarlas pero que siempre implica recortes de la libertad individual, abren espacio a que durante toda la novela se viva una sensación de campo de batalla, de lucha de ideas, de una forma de novela política poco usual. La de Cristina Morales en Lectura fácil es una escritura radical, pero que no se instala en una trinchera sino que se muestra en constante desplazamiento, problematizando las zonas oscuras de la agenda de derechos pero también las debilidades de los anti-sistema y del discurso feminista. Puede encontrarse un paralelo más o menos directo con la radicalidad literaria de la francesa Virgine Despentes, de plantear un feminismo crítico e incorrecto. Y volviendo a la idea manejada al principio de esta nota, cuando el lector toma conciencia de que el plan "Lectura fácil" es absolutamente real y que la escritora lo toma casi al pie de la letra para aplicarlo a uno de sus personajes (la novela que escribe Ángels), o que la descacharrante escena de Natividad cuestionando a los gritos, desde un balcón, a una compañía de danza callejera tuvo a la autora como espectadora (lo cuenta en una entrevista como punto de partida de la escritura de la novela), sobreviene sin demora la idea de que el toque de "fábula" es bastante menor de lo que se creía y que las primeras risas hace muchas páginas que se fueron convirtiendo en muecas angustiantes, porque el de Morales es un relato que describe a la perfección un mundo, el que vivimos, con evidentes problemas estructurales de convivencia y salud mental. Es un espejo, por cierto no muy agradable.

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