la expansión de la memoria

El mismo día que empecé la lectura de La expansión del universo, novela de Ramiro Sanchiz que por brevedad y atracción se lee con disfrute y rápido, tuve una conexión cinéfila que no llamaría reveladora pero sí inquietante. No fue con ningún documental sobre el origen de las cosas o de cómo se fueron ordenando a lo largo del tiempo. Tropecé en Youtube con una de mis pelis favoritas, Repo man, del año 1984, dirigida por Alex Cox y que puede definirse como una comedia punk sobre robos de autos y arrebatos de ciencia ficción clase b. En una escena de Repo man se escucha de fondo “Pablo Picasso”, aunque no en la versión de Modern Lovers (era la escena que estaba buscando y quería volver a ver); pero al dejar correr la película apareció otra escena inolvidable que conectó directamente con la lectura de La expansión del universo. Uno de los 'repoman' llamado Miller (Tracey Walter), un excéntrico jipi que hace el trabajo sucio de quemar evidencias en grandes hogueras lisérgicas, le explica a Otto (Emilio Estevez) que hay lugares en el mundo donde la gente desaparece, sin dejar rastro. Otto lo mira perplejo. Miller remata su particular visión sobre el asunto argumentando que todo lo que desaparece, casi que por definición, debe aparecer en otra parte.

Un cuerpo en NeptuniaHay dos o tres cosas a tener en cuenta antes de comenzar la lectura de la nueva novela de Sanchiz. Debe saberse, por ejemplo, que es la primera que publica en un sello grande, dato que no es menor porque el autor busca adaptarse a ese registro proponiendo una historia 'diferente' a las que viene publicando. Como si fuera una versión pop del estilo del autor, se entiende que no habrá en esta diez o más páginas describiendo minuciosamente a los aviones soviéticos Mig, por ejemplo.
Otra singularidad de La expansión del universo se manifiesta en la portada del libro, donde se muestra una foto de su infancia (junto a uno de sus abuelos) y se anuncia airadamente que es una novela realista. ¿Se habrá metido el autor en la autoficción? ¿Se producirá una colisión entre las biografías de Sanchiz y la del personaje Federico Stahl? Estas señales ayudarían a 'suavizar' el erróneo prejuicio de que para leer a Sanchiz habría que tener una cartografía que permita ingresar a sus tramas de distopías, ucronías y otras herramientas de la ciencia ficción, novelas que se desarrollan entre la novela y el ensayo. La expansión del universo -de acuerdo a la portada y al texto de contratapa- se alejaría del estilo de El gato y la entropía, y se tomaría un desvío del registro de, por ejemplo, El orden del mundo. Todo esto es aparentemente cierto, pero en todo caso los mecanismos ficcionales siguen siendo más o menos similares, y lejos está La expansión del universo de ser una novela estrictamente realista. Parece, en todo caso, y me refiero a las 'señales' de la edición de Random House, un divertimento del autor, en una novela que parte en principio de la memoria familiar de Federico Stahl para cruzarse con la historia reciente (la dictadura, el exilio, los desaparecidos), y luego todo se mezcla con un oscuro escritor de ciencia ficción, el que en definitiva aparece y desaparece, misterio a resolver por Stahl y que involucra a un tío, a su abuelo y a un cadáver que encontró siendo niño en Neptunia.
Ya entrando en la lectura de La expansión del universo, en las primeras páginas Sanchiz presenta un detalle no menor que relaciona la nuevo novela con otras de su cosecha (especialmente con Verde). El cuerpo que encuentra Federico, al comienzo de todo, en similar incidente al que se narra en el comienzo de Verde, se vuelve el disparador de ambas ficciones y produce dos historias que divergen desde ese punto nodal. En los dos relatos se trata de un niño (Federico) que sale en su bicicleta a pasear por un balneario (Neptunia) y llega a un lugar alejado. En Verde lo que encuentra es un alien y todo dispara a planos de ciencia ficción; en La expansión del universo lo que encuentra es el cadáver de un hombre asesinado y señales de haber sido torturado, lo que da paso a tópicos de novela histórica y policial pero no es más que uno de los universos paralelos en los que Sanchiz mueve a Stahl, personaje que en este caso abandona su capa de músico glam por la de escritor de divulgación cientifica (es el autor del libro La expansión del universo al que se refiere en la novela, un treintañero que emigró a Barcelona y que busca respuestas a historias familiares nunca aclaradas vinvuladas con su tío, su abuelo, su madre y el cadáver que descubrió esa lejana mañana que salió con la bici).
Hay algo más importante -en todo caso- que debatir sobre los registros de la obra de Sanchiz, o especular sobre cuánto hay de autobiográfico o no en La expansión del universo. Ya no quedan dudas que sus novelas lo ubican como el mayor autor de ciencia ficción en la literatura uruguaya, pero la gran pregunta con esta última de sus obras es por qué decidió meterse con la llamada historia reciente como tema, qué lo llevó a ese tiempo histórico cuando sus obras transcurren en su mayoría a finales de los años 90 y comienzos del 2000.

La mirada literaria
“Pasé años pensando que no me interesaba tocar el tema de la dictadura en mis ficciones”, dice Ramiro Sanchiz, en un intento de aproximar una respuesta a la pregunta que es posible se formulen no pocos de sus lectores. "Una de las razones quizá pase por haber crecido en un hogar relativamente desideologizado o despolitizado. Después, ya en los noventa, cuando me dedicaba sobre todo a escribir ciencia ficción y a pensar en un contexto de contracultura under, trataba de eliminar toda referencia a Uruguay y, en especial, a su tradición literaria. La idea de la dictadura como un tema obligado o al menos recurrente me resultaba cansadora, incluso irritante, así que la idea de ser un escritor uruguayo que decía no querer saber nada con ese tema para sus libros, me gustó como para integrar lo que veía como mi propio perfil de escritor. Poco a poco, de todas formas, empecé a acercarme a la historia reciente, en parte porque mi rechazo basal a lo uruguayo ya había remitido y porque estaba escribiendo cosas como Lineal o Perséfone, que tienen marcas muy montevideanas y por tanto incorporaban algo de la realidad uruguaya, de una forma u otra".
"La expansión del universo no me parece singular: está integrada a un conjunto que da un significado específico a su realismo, por decirlo así. Quizá sea una novela sobre la manera en que una generación, la mía, pasó por su adolescencia noventera relativamente desideologizada y después, avanzada la primera década del siglo XXI, empezamos a reencontrarnos con una literatura más política. Entonces, supongo que toda esta historia personal con el tema en cuestión ha formateado mi mirada al respecto. Me sigue aburriendo la literatura dedicada de lleno a tocar esos temas, a la idea de la “novela de la dictadura” o “la novela de los tupas” como un género (del mismo modo que Javier Cercas pudo haber dicho que estaba aburrido de la novela de la guerra civil española como género narrativo), y creo que por eso, al matizarlo desde otros intereses (el under y la contracultura de los ochenta, los videojuegos, la ciencia y la ciencia ficción) el resultado es –quiero creer- diferente"
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La conexión Calderón
Ramiro Sanchiz y Gabriel Calderón no se conocen y sus obras no dialogan entre sí ni comparten referencias explícitas. Pero tanto el novelista como el dramaturgo vivieron sus respectivas infancias en los años 80 y comparten abordajes sobre la ciencia ficción y sobre la necesidad de buscar una manera 'diferente' para narrar la historia reciente. En el caso de Calderón, este encuentro se explicita en Or y Ex, dos de las obras que integran la pentalogía fantástica del autor.
"Tanto Or como Ex tocan temas relacionados con el pasado reciente", dice Calderón, consultado sobre la relación de dos de sus piezas teatrales con la temática de la dictadura. "Hay varias ideas que han ido cuajando en esas obras sobre la memoria y sobre los desaparecidos. Por un lado, se trata de atravesar esos temas, de preocupacion actual para mí, desde una mirada diferente. Y esa posibilidad me la otorga la ciencia ficción. Porque al suspender valores morales y comportamientos cotidianos, le podés cambiar el ángulo a cualquier tema. Por ejemplo, en una invasión zombie, se suspende todo, lo que hasta ese momento regía, de valores morales, y se piensa la vida y la muerte de manera diferente. Ésa es razón principal de por qué yo trabajo con ciencia ficción, con elementos fantásticos que trastoquen, perviertan, remuevan las estructuras. Yo trabajo los elementos fantásticos como los veía Borges; es decir que un elemento fantástico irrumpe en un modelo dado, cotidiano, usual, para poder pensar todo de manera diferente, pervertido por este elemento fantástico. Mi interés no es que la fantasía irrumpa para explicar el elemento fantástico. Esas no son las preguntas de mi trabajo, sino trastocar y repreguntarse lo usual... Y a su vez, como el tema de la memoria y de los desaparecidos, sobre todo en nuestro país, está tan trillado y es tan difícil hablar desde una nueva perspectiva, me parece que estos elementos por lo menos permiten una mirada diferente. No digo mejor ni peor, pero sí una mirada diferente".
Vuelvo entonces a la humorada de Repo man, a ese finísimo guiño político del guionista y director australiano Alex Cox sobre los desaparecidos, que en el año 1984 podía leerse como una frivolidad posmoderna o bien como un mero chiste burdo y de mal gusto. La lógica lisérgica y de comedia punk le permitía a los dos personajes tocar el tema de los desaparecidos con una mirada de universos paralelos, de tiempos superpuestos, de misterio a ser resuelto en clave de ciencia ficción. Similar mecanismo es el que utiliza Calderón con la máquina del tiempo de Ex, en el continuo aparecer y desaparecer de los muertos de la memoria de la protagonista, práctica que por acumulación provoca una comedia de gran ritmo mientras en el escenario se discute sobre diferentes desvíos de la historia y de los relatos, y de la miseria de unos cuantos de los personajes de ese pasado convocado al presente.
"La idea de desaparecidos, ampliando el espectro de connotaciones pero sin desatender a la vez las más políticas, me resulta fascinante. Los desaparecidos, sí, pero también los aparecidos y la aparición como fuente de horror o inquietud", agrega Sanchiz, que propone en la trama de La expansión del universo la reconstrucción de una historia familiar que le depara al lector, más que alguna que otra sorpresa, la sensación de que hay muchas cosas que todavía no se contaron y permanecen desaparecidas y que están ahí -en alguna esquina del tiempo- esperando a ser contadas.

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