La resistencia a la dictadura, en los duros años setenta, se jugó en diversos ámbitos de la sociedad uruguaya. El teatro y las artes escénicas no fueron excepciones, empezando por la persecución hacia varios grupos independientes y la violenta clausura de la sala de El Galpón. Hubo que buscar formas y maneras de encontrar al público, tanto en la elección de repertorios como de invención de propuestas alternativas para continuar la comunicación tan necesaria entre los artistas y la comunidad. Dos experiencias que surgieron en el año 1976, ambas emblemáticas de la época, están relacionadas con el teatro para niños: los primeros espectáculos de Canciones para no dormir la siesta y los del grupo Títeres Gira-Sol. El equipo comandado por Horacio Buscaglia y Nancy Guguich marcó una forma de acción musical que fue continuada por otros tantos grupos, entre ellos Cantacuentos y Con los Pájaros Pintados. Algo similar sucedió con la trayectoria de los Gira-Sol, en el compromiso con un teatro titirero donde la magia, la ternura, la imaginación, el juego y el trabajo han sido sellos distintivos desde los años de resistencia hasta el presente, con títulos como Barrio Sur y Los Piratas hacia el final de la dictadura o el Ven/Seremos del año 2006 en el Solís.
La
dupla integrada por Tato Martínez y Raquel Ditchekenian estrenó Don
Sol, su primer
espectáculo, en
1976, y desde entonces viene desarrollando una particular manera de
comunicarse, tanto con niños o con adultos, que ha hecho escuela
entre las nuevas generaciones de artistas vinculadas al teatro de
títeres y de muñecos. También han demostrado, en su arte y en su
hacer cotidiano, que la resistencia, más que una postura política
coyuntural es una forma de vida, cuando lo que se pretende es la
independencia artística y creadora. Por eso, en estos últimos años,
el grupo decidió alejarse de la ciudad para residir en una granja a
la que han bautizado La Utopía. Y como forma de
celebrar los cuarenta años de escenarios, estrenan en estas
vacaciones La ternura anda suelta,
una síntesis de la trayectoria de la compañía, reviviendo y
recordando momentos de su historia a través de lo absurdo y lo
fantástico, oficiando al mismo tiempo de transmisores de una técnica
escénica, la del títere y el teatro negro de muñecos, de la que
son maestros y referencia en Uruguay.
***
La
trayectoria de Títeres Gira-Sol corre en paralelo con la historia
reciente, desde los comienzos en plena dictadura, en los años de
resistencia cultural, hasta los tiempos recientes, a través de la
comunicación diferentes generaciones de niños. ¿Cómo has vivido
esos diferentes tiempos?
Gustavo Martínez:
El tiempo pasa y uno lo ve por el espejo; lo siente en los huesos.
Hoy no necesitamos dormir en el piso, como lo hacíamos al salir al
Uruguay profundo para encontrarnos con la gente que está afuera del
"circuito comercial". Cada coyuntura política imprime
situaciones a resolver que son diferentes, y cada una de estas
diferencias en el tiempo se convierten en parte del aprendizaje. Lo
que sí entiendo es que aún hoy seguimos en resistencia, y es por
eso que en este nuevo montaje queremos el encuentro con nuestros
compañeros, para transmitir lo caminado, pues llegará el momento
del olvido y es importante que por lo menos quede el recuerdo
práctico en nuestros compañeros. El nuestro es el trabajo de unos
locos sueltos, que frente a los miedos, prohibiciones y palos
mostraron que también se puede ser creativo, y ser uno más, pues en
esto nadie es más que nadie. Tenemos muy claro que el teatro de
títeres es un arma cargada de futuro que apunta a la dignidad y
crecimiento de un pueblo que no puede esperar un instante más para
su segunda independencia, en donde la comunicación liberadora aporta
a este momento de construcción futura, donde el niño es nuestro
gran destinatario y donde el amor y la ternura han de ser el
combustible para el encuentro, para el juego, para ser y sentirnos en
esa común unión de personas libres de miedos y prejuicios.
Este es nuestro sueño
y la senda que trazamos en estos 40 años. El tiempo dirá si servía para algo todo lo realizado.
¿Qué los llevó a
recopilar varios de los mejores momentos del grupo para armar este
nuevo espectáculo La ternura anda suelta?
GM: No conozco
una musa ni por asomo. Lo nuestro es trabajo y más trabajo, hasta
entrar en un estado de neurosis obsesiva que hace que todo pase en
función de lo que se va creando. Para un elenco que no recibe apoyo
económico alguno y que no transa con empresas que exigen mostrar sus
productos en escena, mantenerse cuarenta años, independientes, es de
esas cosas que nos causan orgullo. No es fácil resistir y subsistir
en un medio donde el capital determina la supervivencia. Por eso, el
irnos de la ciudad al campo, es una decisión de vida y de
resistencia... Porque una chancha produce una tonelada de carne al
año y un espacio de treinta metros por veinticinco nos da zapallo,
maíz, berenjenas, tomates. Se puede vivir sin corriente eléctrica,
sacar agua de un pozo, vestirse prolijo y humilde, con los trapos
necesarios, pero lo que no se puede es dejar de comer. La Utopía es
nuestro recule, nuestra trinchera, y es allí, entre surcos en la
tierra y en las largas conversaciones con los que allí habitan
-yegua, perros, chanchos, patos y gallinas- vamos creando y
descubriendo que el arte es una manera de vida en la cual no podemos
esperar nada de nadie. La obra La ternura anda suelta no es
solamente la suma de momentos como los de "Teatro a pecho",
"El hombre cara de teatro" o "El cochecito BB",
también aparecen en esas historias el recuerdo del Choncho, de
Buscaglia, de los comediantes del Teatro Circular, tantos referentes
que nos rodearon en muchos momentos. Y aquí, en el presente, en este
espectáculo, invitamos a gente de elencos titiriteros del Uruguay;
hay compañeros que vienen a ensayar desde Maldonado, Parque del
Plata y Canelones. El proceso de trabajo se convirtió en un taller
de trasmisión de técnicas y donde -me critican algunos por este
tipo de decisiones- en el elenco todos vamos con el mismo puntaje,
cooperativizamos, porque el teatro es un hecho colectivo y también lo
es la creación.
¿De qué tradición
y maestros viene el arte de Títeres Gira-Sol y cuáles de esas
influencias siempre están presentes en los espectáculos del grupo?
Como gurí de barrio,
amante de las murgas y corriendo atras del camión de La Soberana,
siempre quise hacer teatro. Me acuerdo que siendo gurises, en un
colegio de monjas del barrio donde armamos el grupo artístico y
nativista Pá Todos, montamos Vida y ocaso del Protector de los
pueblos libres, de un
autor prohibido como lo fue Aníbal Sampayo. Y nos sacaron del
colegio como chicharra de un ala. Después fuimos consiguiendo
materiales, como pintura y
pinceles, y en eso aparece un librito donde Federico García Lorca
cuenta su experiencia de La Tarumba y su teatro de trinchera, con el
cual presentaban obras en los frentes de batalla. De allí fue
que pintamos de rojo y negro un carro de dos ruedas, y a partir de un
cuplé de La Soberana, "Sol de los libres", nació Don
Sol... con la historia del sol que bajaba a la tierra a jugar,
pero lo enjaulaban para venderlo, mostrando esa contradicción de
aquello que es público, de todos y para todos, y pasa a ser de un
personaje que quiere vender su calor, su luz. Recuerdo cómo la
policía, al ver gente reunida en la calle, se nos arrimaba pidiendo
circular, o al propio público haciéndose el tonto, interponiéndose
antes las fuerzas del orden para que estos utópicos pudiéramos
salir corriendo. Esa fue nuestra escuela, porque recién fue a partir
de 1986 que comenzamos a tener cursos en el extranjero. Hay que tener
en cuenta que acá, hoy, todavía no existen escuelas de formación
titerera, y en aquella época, con El Galpón en el exilio, fue
Philipe Genty quien nos descubrió un mundo nuevo, donde la imagen es
esencial en el estudio de montaje de un espectáculo.
¿Cómo llegan a la
idea, al concepto, de "una estética de la ternura", al
sintetizar en pocas palabras el trabajo de cuatro décadas de
Gira-Sol?
GM: Siempre
pensamos que al niño hay que tratarlo como una persona en
desarrollo, al que hay que aportarle valores, pero sobre todas las
cosas con ellos jugamos a imaginar, para salir de la comunicación
manipuladora del "por dónde se fue" que suele hacer al
titiritero para no dar respuestas. Nos basamos, a partir del
desarrollo del pensamiento mágico de Piaget, lo que nos permite
hasta el día de hoy elaborar sobre pautas del folklore infantil, en
el hecho de acreditar que un elemento inerte toma vida, que algo que
no tiene pies camine, que algo que no tiene alas vuele. Cuando el
público los ve caminar o volar, cuando acepta el código, se
establece una comunicación en la que es imprescindible imaginar. La
estética de la ternura es una manera de referirnos a que, por encima
de todo, lo que nos mueve es el cariño el amor por el otro y por
crecer como personas. Por esa causa fuimos variando en el tiempo
formas y conceptos tradicionales... Por ejemplo, el personaje
"héroe", en nuestros espectáculos, no es un niño, es una
niña que lleva por nombre Vilú, que en charrúa significa "bella",
"hermosa". Por lo tanto, es más que nada esa búsqueda de
valores e imágenes la que nos permita, tanto con niños o adultos,
vivir un momento de común unión, donde el conflicto dramático se
da a partir de esa búsqueda y el cariño es en definitiva el
combustible que hace a nuestras producciones.
¿Qué aprendizajes
de técnicas y formas de comunicación fueron creando y desarrollando
en la acción artística?
Pasamos por diferentes
momentos y en cada uno de ellos tratamos de dar una respuesta, pues
venimos de una generación de teatreros que buscábamos, por medio
del teatro, reflejar o actuar artísticamente sobre la situación del
momento, algo que a su vez es natural en el títere callejero. Un
ejemplo de esto fue Barrio Sur o Mediomundo, cuando
influenciados por Paulo Freire y Augusto Boal empezamos a aplicar
técnicas de relevamiento, de foro abierto con los vecinos. Otro
ejemplo, cuando el plebiscito de 1980, montamos Vote a Leo,
el elefantito recién nacido en el Zoo.
Seguramente, tengo que
reconocer, cometimos los errores de todo principiante, pero en la
confrontación con el público, y en un estado de formación
permanente, fuimos elaborando una identidad propia.
((artículo publicado en revista CarasyCaretas))
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