Una
serie de obras de Verónica Artagaveytia llamaron la atención,
durante marzo y abril de 2017, a los visitantes del Museo Nacional de Artes
Visuales de Montevideo. El jardín del museo, su fachada y varios espacios
interiores cobijaron a espirales y formas de gran tamaño creadas por
la escultora y performer.
Verónica Artagaveytia no se
siente cómoda en los formatos clásicos del arte y mucho menos en el
espacio de un museo. Prefiere las acciones performáticas, como lo
viene haciendo desde los años 80 en espacios alternativos de
Montevideo y Buenos Aires, formando parte de una familia artística
en la que aparece en el papel de maestro –más
exacto sería decir instigador–,
el fallecido artista Alcides Martínez Portillo. “Yo no me daba
cuenta, pero él estaba siempre ahí, redondeando la idea,
presentándola más clara, más aceptable”, recuerda. “Soltaba mi
fluir necesario, y él me iba enmarcando como podía, como hizo en
'Función despedida',
una obra que se montó en un teatro para la que me ayudó a vaciar mi
departamento en Buenos Aires”.
No es caprichoso citar a Martínez
Portillo, porque aparece en los agradecimientos de la artista en el
catálogo de la intervención Habaeva,
y porque la serie de obras que se imprimieron en 3D para intervenir
el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) fueron bocetadas y creadas
en los tan agitados primeros años 90. La otra presencia importante en
el montaje es Jacqueline Lacasa, como curadora. “El
encuentro con Jacqueline fue fundamental. Ella insistió mucho en que
fuera 'sólo escultura'... Y grande, más grande. Eso me empujó a
este cambio de formato”, cuenta la artista. “Y lo agradezco
inmensamente... porque ahora quiero agrandar más. Si funcionan en
súper miniformato, como las antijoyas, también funcionarán en
mega-mega, como las que todavía no hice pero haré prontamente”.
La medusa instalada en una
esquina del techo del MNAV fue uno de los grandes aciertos de la
intervención de la artista. También la Mega, colgada en el techo de
una de las salas del museo, que sobrevolaba una muestra de obras
realizadas por artistas mujeres. “Siempre me gustó hacer mi arte
en la calle, en espacios desacralizados. Donde está la gente, mucha
gente, no unos pocos gatos locos y siempre los mismos. En este
sentido es que me gusta pensar que lo que hicimos fue una
intervención del museo”.
Las esculturas de Habaeva
pertenecen a dos series: las espirales y las fff
(felices formas femeninas).
“La espiral es una forma
sagrada con la que me conecté en ese momento y sigo súper
conectada. Fueron realizadas en chapas de aluminio y acero
inoxidable. Las dificultades para doblar los metales fueron grandes,
pero me ayudaron un herrero y vecinos. Fue pura investigación. Pero
funcionó. Las miro y me encantan”, explica Artagaveytia. “En
cuanto a las fff,
son siete mujercitas paleolíticas que nacieron casi en un día,
jugando con cera, en Córdoba”.
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PERFORMÁTICA
La primera performance de
Verónica Artagaveytia fue en el Palermo Boxing Club de Montevideo,
en el festival Arte en
la lona. Pero
fue en el
Parakultural, en Cemento y en otros espacios alternativos de Buenos
Aires donde tuvo su mayor escuela, todos locales under
que oficiaron de literales paraísos para sus búsquedas y
necesidades expresivas. “Esos boliches eran todos por San Telmo o
Monserrat, cerca de mi casa. Alcides en ese tiempo vivía por
Palermo, y las videoperformances en su taller, o en mi taller,
duraban horas y horas”. En Buenos Aires siguió consolidando la
performance y, en sus vueltas a Uruguay, participó en eventos como
El Circo, con los Telgopores en Cabo Polonio, o en la discoteca
Amarillo. “Me mandaba con todo el cuerpo, en cualquier lugar”.
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