El
periodista Mauricio Rodríguez vivió su adolescencia en los años
ochenta. Fue uno de los tantos que compraban discos de Los Estómagos,
Los Tontos y Los Traidores y buscaban en El Dorado FM a los nuevos
artistas. Fue uno más de los que sufrió las razzias
policiales y tuvo la sensación agridulce de la posdictadura, esa que
lo hacía identificarse con “La lluvia cae sobre Montevideo” de
Los Traidores y no con los himnos de la resistencia del Canto
Popular. Por eso, seguramente, encontró en la canción de Los
Estómagos “En la noche” el título-concepto que resume el
trabajo que inició hace algunos años y culmina con la edición del
primer libro que cuenta la historia del rock de los 80. Porque “En
la noche” tiene esa pátina generacional, en los versos que canta
Peluffo, y agrega, en lo musical, el conflicto entre under y
profesionalismo. Esa canción de Los Estómagos es uno de los himnos
de la generación y treinta años después da nombre al libro de
Rodríguez, un abordaje que privilegia los testimonios y apunta a
reconstruir la historia.
En
la noche es un libro que no
apunta al rigor académico y prefiere la imperfección del
testimonio, dejando numerosos puntos de polémica y aportando
historias nunca contadas, entre ellas de las tres bandas principales
del movimiento (Estómagos, Traidores y Tontos). Rodríguez va
entretejiendo su mirada centrándose en el boom discográfico a
partir del disco Graffiti,
en los festivales Montevideo Rock y en cómo “el sueño terminó”
en muy poco tiempo. Hay historias en paralelo, de La Tabaré, El
Cuarteto de Nos, Níquel, Los Terapeutas y otras bandas que se
formaron en la misma época y resultarían trascendentes en el
futuro. Quizás, en el debe, esté que no se profundice sobre la
generación estrictamente “ausente y solitaria” (como la definía
el fanzine GAS). Si bien aparecen Zero, ADN, Alvacast y Cross, faltan
testimonios de Neoh 23, Cadáveres Ilustres, Guerrilla Urbana, la
movida del Molino de Pérez, de las revistas subterráneas y, yendo
más atrás en la gestación de la propia movida, no se cuenta el
germen frustrado de bandas hard rock y progresivas del 83, como
Polenta, Siddhartha y Desolángeles. Pero eso sería otro libro, no
el de Mauricio Rodríguez, que eligió “En la noche” también
como símbolo de la búsqueda de una popularidad -en el sonido y en
la actitud de Los Estómagos en su época pos punk- que sembró un
modelo de hacer rock en Uruguay que influenció a bandas posteriores
como La Trampa, Peyote Asesino, Buenos Muchachos, La Vela Puerca y
Notevagustar.
***
¿Cuánta es la
importancia de la movida rockera del 85?
Aquel movimiento operó
por un lado como un canal de expresión para parte de la juventud
-que no encontró en la recién estrenada democracia una
representación auténtica– y también como un período de ensayo y
error a la hora de tocar, grabar, producir y difundir. Las bandas de
aquellos tiempos hicieron todo el proceso y de alguna manera
allanaron el camino a los que vinieron después, en los 90.
Naturalmente no fueron los únicos. Por ahí tenemos a un Jaime Roos
que, regresando de Europa, hizo mucho por la “profesionalización”
de los músicos. Pero aquellas bandas tuvieron mucho que ver también
en afianzar este proceso.
¿Qué te facilitó
utilizar el género entrevista como herramienta y en qué medida
también quedás un poco librado a lo que digan -o no- los
entrevistados?
Antes de empezar con el
libro me propuse como objetivo que la “voz cantante” la tuvieran
los principales protagonistas de aquella movida. Es decir, no quería
yo ser el relator central de la historia sino cederles el centro de
la escena a quienes estuvieron metidos en todo aquel lío. Por eso
realicé más de treinta entrevistas. Y por eso mismo las entrevistas
–es decir, los testimonios de los músicos, periodistas,
productores y fotógrafos que de alguna manera estuvieron vinculados
a aquellos tiempos– ocupan el mayor espacio en el libro. Allí
están desde Gabriel Peluffo hasta Alfonso Carbone y desde Juan
Casanova hasta Tabaré Rivero. Esta estructura de entrevistas tiene
dos aspectos a destacar: reconstruir con detalles –en algunos casos
contados en el libro por primera vez- lo que les tocó vivir y, por
otro, ambientar una reflexión de los mismos protagonistas a treinta
años de sucedidos los hechos. Es decir, hay un doble testimonio: por
un lado cuentan qué pasó y por otro analizan con ojos de hoy. Por
supuesto que se corre el riesgo de tener visiones parciales o
incompletas. Para eso recurrí a otras fuentes documentales. Pero no
pretendió ser un libro académico, ni un manual de historia. Ni
siquiera de música. Sino un libro testimonial de un movimiento
cultural y el tiempo en el que creció, se desarrolló y se esfumó,
narrado en primera persona por quienes estuvieron desde el vamos en
el campo de batalla... Y, como decía Borges, todo hombre que
recuerda, miente. Por lo que bienvenida la discusión sobre si las
cosas fueron o no como dicen los entrevistados. De alguna manera es
una invitación a interpelar aquel pedazo de historia.
¿Las historias que
se fueron contando en el libro, cambiaron tus impresiones anteriores
sobre la movida?
Las entrevistas fueron
confirmatorias y diría ampliatorias de lo que a modo de titulares
sabía de antes. Es decir, de las enormes dificultades que tuvieron
todos el día que decidieron formar una banda e intentar tocar y
cantar: carencias técnicas, escaso o nulo apoyo en los medios de
comunicación, difícil acceso a grabar... A esto se agregó un
entorno “poco amigable” de parte del movimiento del Canto
Popular, en ese momento la voz hegemónica de expresión. Recalco lo
de “parte” porque hubo muchos que sí apoyaron el surgimiento de
bandas uruguayas de rock, como Numa Moraes, Alfredo Zitarrosa,
Fernando Cabrera y Jorge Galemire, entre otros tantos.
¿Cuál creés que
es la herencia, la influencia que dejó aquella movida sobre la
cultura rock?
La primera gran
demostración que dejaron fue que era posible –a pesar de ser
acusados entonces de ser “foráneos” y estar “al servicio del
imperialismo”– hacer rock uruguayo. Más allá de matices y
estilos. Y de que sin dudas hubo mucho de ensayo y error y de
búsqueda de caminos para lograr encontrar la tan mentada
“identidad”. Muchos de los que hoy suenan en el circuito de
música nacional han reconocido que siendo pibes escucharon a Los
Estómagos, Los Traidores o La Tabaré. Cuenta entre risas Peluffo,
en el libro: “Me encuentro con gente joven que me dice ‘lo que
hacías con Estómagos estaba muy bueno, lo que hacés hoy es una
mierda’. Por otro lado, fueron allanando el camino para que las
nuevas bandas empezaran a trabajar de modo más “profesional”. La
gran mayoría por aquel entonces no tenían representante o manager.
Hoy eso es algo inconcebible. Desde el punto de vista cultural, en
estos años hemos vivido una especie de revival de aquellos tiempos.
Desde obras de teatro hasta muestras fotográficas fueron realizadas
con los 80 y su música como tema central. Eso confirma que cada
movida cultural necesita la decantación del paso del tiempo para
poder dimensionarla. La de los 80 en materia de música no fue la
excepción.
¿Qué entrevista
sentís que te quedó por hacer?
Naturalmente un libro
tiene un alcance limitado. De hecho, tuve que dejar mucho material
afuera porque si no sería imposible de publicar. Lo que demuestra, a
priori, que aún hay mucho por contar de aquella historia. Y este
libro no es más que un granito de arena en ese sentido... Respondo
al revés: las entrevistas que pretendía realizar, las hice. Por
ejemplo, me interesaba mucho el testimonio de alguien clave como
Alfonso Carbone. Y lo tuve. Y cuenta un poco la cocina de aquella
historia con detalles que nunca antes había revelado. Sobre todo por
el choque de egos que se dio entre algunos artistas. En el caso de
los músicos, lo que pretendí fue que revivieran no solo los hechos,
sino cuánta alegría y tristeza experimentaron. Narrar desde el
corazón y no tanto desde la piel. Por eso las entrevistas fueron
encuentros largos y distendidos. Para llegar al cuore. Y por
eso hay momentos donde se recuerdan anécdotas únicas pero también
momentos de gran dolor. Por ejemplo, en el testimonio de Renzo
“Teflón” Guridi, líder de Los Tontos y un personaje entrañable.
La historia de Los Tontos resume la historia de aquel movimiento. Es
decir, el camino de lograr trascender, tener “éxito” y luego
desaparecer. Y Renzo, en la entrevista, se emociona profundamente
recordando aquellos tiempos. Es, creo, de los testimonios más
descarnados, profundos y viscerales del libro. Volviendo a la
pregunta, naturalmente aquella historia no puede resumirse en poco
más de treinta entrevistas. Los protagonistas fueron muchos más. Y
hay un protagonista que menciona Gustavo Parodi en la entrevista y
que es quizás el más invisible pero fundamental: el público. Sin
un grupo de seguidores fieles, que con enormes dificultades compraban
los discos e iban a los recitales, aquella historia seguramente nunca
hubiera existido. Y, por extensión, este libro nunca se hubiese
escrito.
((artículo publicado originalmente en revista CarasyCaretas))
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