Primera Persona, idea del cineasta Cote Veiroj desarrollada por Cinekdoque Films, presenta dos historias de adolescentes uruguayos por programa, en un un ciclo que permite hacer visible los signos culturales de las nuevas generaciones.
Uruguay es un país de viejos. Tan
gerontocrático que hasta esa sentencia se ha vuelto vieja,
rutinaria, como si el designio poblacional fuera inamovible, un
rígido axioma sociológico. De hecho, los cambios políticos de la
última década, el viraje a la izquierda, la bonanza económica, no
se han distinguido por abrir el juego a los más jóvenes, a quienes
la sociedad visibiliza como peligrosos (“menores infractores”), o
en el mejor de los casos frívolos consumidores de redes sociales,
tecnologías, picadas, tatuajes, piercings y subculturas juveniles
que asustan al modelo adulto y castrador de periodistas televisivos
como Nacho Álvarez, por poner un ejemplo, con sus tristemente
célebres informes sobre lo que hacen las quinceañeras debajo de las
mesas o la maldad inexplicable (?) del bullyng.
¿Acaso los adultos (y viejos) no se
miran al espejo? ¿Olvidaron lo que vivieron hace treinta o cuarenta
años atrás? ¿Por qué insisten en juzgar (y prejuzgar) a quienes
están forjando sus caminos personales y colectivos? ¿Por qué hacen
pesar la experiencia como valor, cuando no es más que un atributo
generacional de quienes ocupan lugares que no quieren abandonar?
Estas preguntas no suelen plantearse en una sociedad que ha vuelto
casi invisible al mundo adolescente, que lo ha reducido -desde la
televisión y la rutina mediática- a la obsesión contemporánea de
profundizar el consumo y la neurosis por la fama (y la popularidad).
Para intentar responder estas preguntas, en primer caso, es necesario conocer y
descubrir qué es lo que pasa por la cabeza y las emociones de los
jóvenes de hoy, de este tiempo tan complejo y apasionante. Eso es lo
que se propone el cineasta Cote Veiroj en el ciclo Primera Persona:
reportajes honestos, simples en su concepción (entrevistas sobre
temas cotidianos, ilustrados con imágenes del entorno de cada
protagonista, su barrio, el liceo, sus amigos), que van armando -en
su sumatoria- un abanico de historias de alto valor testimonial.
Candela, una chica de San José, cuenta
de cómo piensa a su novio ideal y recuerda con una amiga el viaje de
15 a Bariloche y los deseos y frustraciones de ella y sus compañeros
en la forma de relacionarse a través de las redes sociales. Samuel,
un pibe de clase media, quiere vivir solo y desarrolla una teoría
muy personal sobre las etapas de la vida para luego centrarse en una
de sus preocupaciones: conseguir plata para ir a la cancha a ver
jugar a Peñarol. Lucía juega con un almohadón, después se ríe y
se pone a hablar sobre lo que le molesta de los chicos. Hay más
historias. Cada una de ellas de gran interés y mostrando un muy buen
equilibrio entre emoción, reflexiones personales y apuntes
cotidianos.
Más allá
de su estreno en tevé abierta, este año en TNU, Cinekdoque apuesta a otra forma de visibilidad
de la serie, a través de una página web (linkeada a Youtube) que
horizontaliza y vuelve instantáneo el acceso a las historias: “Desde mi lugar, te puedo decir que me resulta atractivo ver, conocer y saber qué cosas se piensan en la adolescencia”, dice Veiroj, creador y director del proyecto, quien realizó años atrás, en el terreno de la ficción, un
reatrato del imaginario adolescente en su primer largo Acné. Es,
acaso, un tema que le obsesiona
¿Cómo se fue armando el proyecto y
qué líneas generales se fueron dando para armar el relato de lo que
querías contar?
Pensé en esta idea porque siempre ando
curioso de aprender cosas nuevas y la adolescencia es una edad que me
resulta inspiradora. Creo que es la edad en que uno define lo que
quiere ser. Le comenté al productor Pancho Magnou si quería hacer
algo en televisión en esta línea. Me dijo que sí y lo presentamos
a fondos. Salió un fondo del ICAU y nos pusimos a hacer un casting
en varias zonas del país y Montevideo. Elegimos varios chicos en
base a la afinidad que yo sentía que podía generar con ellos y
naturalmente a aquellos que creía podían animarse a ser retratados
ante un equipo de filmación. Los temas son los típicos de la
adolescencia: etapa de descubrimiento personal, sexual, etapa que la
relación con los padres y con los pares puede ser cambiante. Y
luego, con cada uno, construí líneas que me interesaban
profundizar. Es así que todos los retratos son distintos en cuanto a
su forma. Y así fue, un proceso tan simple como espontáneo.
Hay una circunstancia sobre la
adolescencia que forma parte de la "identidad" de tu
trabajo como realizador y seguramente de tu generación. No en vano
dirigiste Acné y películas de Control Zeta como 25 watts y Tanta
agua, si se hila fino, están todas hablando de la adolescencia...
Sí. Es una etapa de investigación de
muchas cosas y se viven algunas nuevas experiencias que llevan a
pensar que uno es la primera persona a la que le pasa. Al menos a mí
me pasó algo así, a esa edad, que recuerdo con gran cariño y sé
que es el momento que mi identidad se formó definitivamente. De
hecho, pienso parecido en bastantes cosas a como las pensaba en esa
época de mi vida... El encare en Acné era de ficción, y en base a
algo más conocido por mí, y ahora es una serie documental. El
trabajo es el contrario al de ficción, ya que ahora intenté conocer
algo que no sabía y ahora, al final del camino, pienso que eso puede
generar también interés en otras personas.
¿Qué diferencias grandes encontrás
entre la adolescencia de tu generación con la contemporánea?
Me gusta ver cómo en una etapa de
curiosear y definirse, y con toda la info a disposición, se marcan
diferentes caminos. Hoy se conocen más variedades de modos de vivir,
de ser, que pueden volver a los adolescentes más originales que en
mi época. En la serie se pueden ver algunas cosas que pueden
responder a esa pregunta... Pero siento que no sé responder a algo
tan complejo; de hecho, ahora sigo teniendo más preguntas sobre esa
edad. El atractivo desafío de la serie, para el público adulto, es
justamente para saciar esas preguntas o intereses; ya que es
inevitable comparar épocas, al igual que nuestros padres se
comparaban con la que fue mi época de joven.
¿Qué es lo que están reclamando los
adolescentes uruguayos de hoy?
Creo que esos reclamos son los mismos
de siempre, los de todas las épocas... Se pueden resumir en una
palabra: afectos. En cualquier caso es extremadamente frustrante
conocer pibes que no estudian, no trabajan, no tienen figuras
paternas cerca que les generen una seguridad emocional, y sentir que
su futuro va a ser muy complicado, tanto como su presente. Nosotros
-en tanto productores de este trabajo en televisión- queremos
mostrar qué cosas andan por ahí pensando los pibes hoy, y si se ven
todas las capas de lo que estamos mostrando se cae de maduro que la
situación en muchos casos es bastante precaria. Lamentablemente, el
no futuro está muy extendido.
¿Qué repercusiones vienen teniendo
de los episodios que ya han sido estrenados?
Se ven en Youtube, se relinkean, se ven
en nuestra web, se ven los capítulos por TNU los domingos. La serie
se va conociendo y en estos últimos domingos, todo ha ido creciendo.
Unicef está interesada en difundir y hacer un acuerdo con nosotros
para utilizar material de la serie ya emitido e inédito para algunos
de sus fines educativos; por lo tanto, vamos viendo que la serie se
puede tomar por varios lados y eso es extremadamente gratificante
para todo el equipo que ha trabajado con gran compromiso en todo este
proceso de más de quince meses. Hace unos años se decía que los
contenidos sobre jóvenes eran una carencia en la televisión... Si
eso era cierto, la serie está aportando algo a lo que no se estaba
tan acostumbrado a ver a nivel local. A falta de un Gran Hermano
uruguayo, buenas son las iniciativas que sin trabajar sobre
estereotipos ni en base a prejuicios, le den voz a los jóvenes de
hoy.
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