Y en esto de las lecturas que llevan a otras lecturas, y hablando de excelencias y escrituras de deriva, hace unas pocas semanas me decidí a leer una de las primeras obras de Roberto Bolaño, esa novela más o menos iniciática de los primeros años 80, escrita en dupla con su amigo A.G. Porta, ambientada en una Barcelona punkie y que sigue la desenfrenada y alocada carrera fuera de la ley del protagonista Angel Ros y su enamorada, una sudamericana totalmente demente y decidida a todo. En Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, el presente lo invade todo. Es también un abismo. Otra novela EXCELENTE, para leer de un tirón, como las de Noll, aunque también se puede abandonarla y dejar para saborearla más adelante... En fin, sobre tácticas y disfrutes de la buena literatura por suerte hay mucho para probar y jugar.Hay algo que une a estas dos novelas más o menos distantes, entre el sur brasileño y Barcelona, además del on the road y la influencia bien explícita con las películas de Jean Luc Godard de finales de los 60, al estilo de Pierrot el loco o Week end, y tiene que ver con el hecho de que ambas fueron escritas en los años 80 y se mantienen tan lúcidas y actuales como si hubieran sido escritas ayer. Esa extraña sensación la tuve en la reciente lectura de Los fantasmas de César Aira y puedo recordarla de libros ochenteros (o setenteros) de Levrero. Había algo ahí, en ese tiempo, en que estas bestias literarias probaban sus mejores armas y nadie -como suele pasar- les daba la más mínima atención... tal vez ocupados en viajes literarios-políticos que envejecieron demasiado rápido.

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