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Escena de "Labio de liebre" por la Comedia Nacional. |
El
conflicto colombiano, expresión que suele aparecer en los
medios cuando en realidad se debe hablar lisa y llanamente de guerra
civil, de una de las más cruentas guerras sucias de nuestro
continente, se llevó la vida de decenas de miles de civiles en
varias décadas. La violencia extrema ejecutada en mayor medida por
bandas armadas paramilitares, muchas de ellas financiadas por
terratenientes, por el narcotráfico y apoyadas por el estado,
incluye una larga lista de tópicos entre asesinatos, torturas,
violaciones, masacres, incendios de pueblos, desplazamientos forzados
y desapariciones. No hay límite para el horror, y de ello dan
muestra no solo los testimonios y las investigaciones periodísticas
y judiciales, también los relatos que empiezan a salir desde
distintos campos del arte, sobre todo de la literatura y la crónica,
el cine (documental y de ficción) y la dramaturgia.
Dicen
los entendidos que esto recién es el principio, y que en las
próximas décadas, si prosperan los procesos de paz y se abre la
posibilidad de afrontar con valentía la memoria de lo que pasó (y
de lo que sigue pasando en Colombia, porque las últimas 'novedades'
en torno al asesinato sistemático de líderes sociales acumulan más
historias sangrientas a la interminable tragedia colectiva), es
posible que el gran tema/trauma colombiano, el de la guerra civil, se
convierta en uno de los ejes de buena parte de la producción
artística e intelectual de toda la región. Hay mucho por expiar en
ese laberinto tan cercano, y hay también mucho que aprender -y
también debatir- sobre las lógicas perversas de nuestras
sociedades.
A
los que miramos y tratamos de interpretar desde el Río de la Plata,
por ejemplo, temas como el tratado en la pieza teatral Labio de
liebre no nos resultan
sorprendentes (la búsqueda de la verdad, por sobre todas las cosas,
y un debate fuerte sobre que la verdad es más urgente y saludable
que la posibilidad de la venganza), aunque sí el abordaje (un uso
protagónico de la imaginería popular, a través de la fórmula
farsesca de los 'muertos vivientes', por ejemplo, desplaza el plano
ficcional del realismo puro y duro), y también la propia trama
argumental (se refiere a la matanza de una familia, que bien podría
considerarse un par de grados mayor a un horror que no tuvo a esta
práctica como habitual durante las dictaduras del Plan Cóndor, por
ejemplo).
De
allá y de acá
Labio
de liebre, escrita y dirigida
por Fabio Rubiano en su estreno colombiano, se ha convertido en uno
de los impactos teatrales de la cartelera uruguaya 2018. El montaje
local, a cargo de la Comedia Nacional y con dirección de Lucio
Hernández, tiene el oportunismo y la buena sintonía de traer a
nuestra escena un 'tema caliente', con el respaldo de una dramaturgia
de calidad y la certeza de que Labio de liebre
es uno de las obras teatrales más exitosas (y también polémicas)
de la última década en Colombia.
La
aventura no podía fallar, a pesar de la dureza del tema y el
abordaje. Esto fue lo que pensó el productor Ignacio Fumero, que la
vio en Colombia y se la recomendó a Hernández. "Me
entusiasmó el argumento y lo que me contó Nacho, aasí que le
escribí al autor, que me contestó al día siguiente y me la pasó
para leer", recuerda el director. "La leí y me pareció
que tenía un gran potencial. Es una historia dolorosa que se cuenta
con una sonrisa... una sonrisa que siempre es más potente que el
lugar común de la victimización. El dolor es el mismo, pero el
efecto en el espectador no. Eso desde el punto de vista del relato, y
por otro lado, el tema de la obra sigue instalado en algún lugar del
inconsciente colectivo". Lo que le pasó a Hernández en su
primera lectura es lo que indefectiblemente le sucede al espectador
uruguayo de Labio de liebre,
y es más o menos lo mismo que decíamos líneas arriba respecto a la
identificación directa con similares experiencias colectivas. De
hecho, se trata del ejercicio de transitar sin mayores temores sobre
la memoria abierta, de exhibir lo peor de la violencia política y la
necesidad de cuestionar las posibles reacciones de la sociedad. Todo
esto incluye también la percepción de que esta 'novedad' colombiana
no tiene -a priori- mayores diferencias con lo que se plantea en
Potestad, del
argentino Pavlovsky, por mencionar una obra que está actualmente en
cartel en Montevideo. Sin ir más lejos, el protagonismo y el centro
del conflicto dramático en Potestad y
en Labio de liebre está
en el victimario, en su incapacidad de asumir e interpretar la
magnitud de su tragedia y de lo que provocó con sus decisiones y
acciones: se siente víctima y aún justiciero como 'padre
apropiador' en Potestad
y se muestra como negacionista y perseguido por las víctimas en
Labio de liebre.
"A
veces las cosas no cambian, pero podemos mirarlas con ojos nuevos",
dice el director Lucio Hernández. "Eso fue lo que me interesó.
De hecho, hay una particularidad colombiana política, que es
compleja y me interesaba de antes. En el Río de la Plata, la
narrativa de los protagonistas es un poco diferente, pero todos
entendemos cuando una madre reclama por un hijo... La novedad, en
este caso, es la forma de contar la historia de esa madre y sus
hijos. Por momentos es una fábula, sencilla y muy directa. Además,
nos permite conocer la subjetividad del represor desde el juego y con
humor". Esa singularidad, de tono de fábula, de realismo
trastornado por una familia de 'zombies' que perturba la tranquilidad
del victimario, hace que Labio de liebre conecte
a través del humor negro y de elementos muy marcados de la cultura
popular, tanto en lo escenográfico y en el vestuario como en lo
sonoro.
El
montaje uruguayo integra un par de canciones melódicas de los años
70, canciones de la mexicana Natalia Lafourcade y del grupo
colombiano Puerto Candelaria. "Nos permitimos jugar con todos
los elementos que le sumaran poética al lenguaje", cuenta
Hernández. "En el caso de la música, la usamos siempre para
dar un dato emocional de los personajes y a veces de la época.
Ninguno de esos detalles están en la puesta colombiana. La
estética también es muy diferente; hay detalles en la escenografía
que permiten la irrupción de los personajes en forma sorpresiva, por
ejemplo, y se trabajò el vestuario con un concepto cinematográfico".
El
mecanismo de Labio de liebre se
completa con el notable trabajo actoral de un elenco que funciona muy
bien como equipo, logrando mantener un ritmo agilísimo y una tensión
adecuada. Es una obra que exige precisión en tiempos y mecanismos, y
que le permite a los personajes -sobre todo a la familia 'zombie'
integrada por Andrea Davidovics, Leandro Núñez, Stefanie Neukirch y
Fernando Vannet- componer dos o tres escenas de altísima poesía y
sutileza, con el simple apoyo escénico de una ventana, una canción
y un uso efectivo de la luz.
La
unanimidad de reacciones que ha obtenido Labio de liebre
en Montevideo no es tan uniforme en la propia Colombia. La crítica
teatral Adela Donadio es una de las voces que ha cuestionado la obra,
más allá de su efectividad como propuesta escénica. El dilema
parece estar en el centro del planteo dramatúrgico de Rubiano: "La
familia campesina acosa de tal manera al victimario con sus
apariciones fantasmales que éste no puede escapar del asedio y
termina pidiendo perdón", argumenta Donadio sobre la trama de
la obra. "Se pone literalmente en los zapatos de ellos: es decir
en sus botas de campesinos. Les confiesa donde está enterrados, dice
La Verdad, y al final se debate ligeramente entre el dilema de
“venganza o perdón”. El victimario, de frente al público,
pronuncia la tan esperada palabra. Es un victimario que pide un
perdón verdadero y sin tantas complicaciones, cuando está
históricamente probado que pocos son los victimarios que además de
confesar por el interés concreto de negociar las penas van más allá
de eso. Como no hubo límites para perpetrar el horror, tampoco los
hay para reconocerlo y menos para el arrepentimiento. Este victimario
es un victimario ideal. Un lobito bueno... Entonces, la
simplificación de lo complejo del conflicto es complaciente. Sacarle
provecho al vocabulario del conflicto y del proceso de paz es
estratégico. Por consideración a las víctimas de carne y hueso del
país, una obra de esta naturaleza debería ser seriamente
cuestionada".
El
dramaturgo colombiano Felipe Botero, autor de El ausente
(obra sobre el escándalo de los
'falsos positivos', civiles asesinados que los militares y
paramilitares hacían pasar por guerrilleros para obtener beneficios
económicos), entiende las razones de los cuestionamientos que ha
recibido Labio de liebre,
pero la defiende con vehemencia. "Para mí es una obra
imprescindible dentro de las nuevas propuestas escénicas. Su
dramaturgia se adelanta a la pregunta de qué vamos a hacer con todo
esto. Y eso ha generado escozor. Es natural. Pero amo la obra por su
crudo humor, algo muy colombiano. Pareciera que el colombiano
necesita de la risa para entender mejor las cosas".
((artículo publicado en revista CarasyCaretas, 08/2018))
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